¿Dónde hay que estudiar para ser polí­tico?

Los altos cargos públicos y sus prebendas

No debe haber nada tan satisfactorio como legislar para sí mismo. ¡Qué gustazo atribuirse libremente el sueldo que uno percibirá!

Nuestros diputados y senadores crean las normas entre polémicas disputas por la confrontación habitual de criterios. Los partidos polí­ticos con representación en la cámara se enzarzan en interminables debates sobre asuntos que nos atañen a todos.

Pero una buena mañana acuden a la sesión ordinaria con otro punto del dí­a: hoy toca tratar las retribuciones de sus señorías, ejem, de nosotros.

Desde primera hora todos sonrí­en abiertamente, a nadie amarga un dulce y es seguro que esta vez habrá consenso a la primera. Y así es, la cosa va sobre raí­les y aprueban de forma unánime unos emolumentos que producen sonrojo a los demás ciudadanos.

Como no los veremos picar piedras al sol, propongo que esas cifras sean de público dominio, no una sola vez por imperativo legal al principio de la legislatura sino en todo momento. Porque no se trata de un ingreso único e inmóvil como el de los demás mortales; a ellos el dinero les crece y crece.

En período de elecciones, junto al rostro agigantado del candidato de turno, bajo la mejor de sus sonrisas, debería aparecer la leyenda: «Juntos avanzaremos… sobre todo yo». En pocos años se incrementará su patrimonio de manera exponencial.

La pérdida del puesto de trabajo es un trago amargo que todos los trabajadores sufren al menos alguna vez y cuando eso ocurre únicamente esperas la prestación que corresponda. Empiezas de cero, si puedes. Nadie reserva un nuevo cargo para ti.

Sin embargo la clase polí­tica ha sabido garantizarse una cómoda salida económica para cuando los partidos no cuenten con ellos por cambio de gobierno o por jubilación, es decir, no sólo cuando su «empleo» peligra sino también ante cualquier eventualidad.

Simplemente han blindado sus condiciones. ¿Crisis económica? Para ellos no habrá ninguna crisis económica.

Según los dictados de la Constitución una misma persona no debe cobrar dos salarios de los fondos públicos por aquello de la ley de incompatibilidades. Papel mojado, puesto que deber y poder no son una misma cosa y nuestros queridos polí­ticos lo saben. La norma se moldea, se esquiva, se la pasan tranquilamente por el forro.

Esto ocurre con ex ministros, ex secretarios y todo tipo de ex altos cargos de la Administración e instituciones públicas cuando dejan el cargo que desempeñaban.

Para vencer el estres post-traumático que supone reintegrarse a la vida laboral «normal» no hay mejor remedio que no reintegrarse a una vida laboral «normal». Sus señorí­as no han nacido para privación alguna, de modo que diseñaron un entramado de retribuciones e indemnizaciones para cuando llega el momento, pero antes una buena poltrona espera en el consejo directivo de una empresa del IBEX 35.

No tienen por qué reciclarse y la edad no es un inconveniente. Si protagonizaron una mala gestión, tampoco.

Todo contribuyente ha de declarar todos sus ingresos pero un tercio del sueldo de los diputados y senadores no pagan IRPF porque se le considera una indemnización para gastos de su función.

Y mientras un ciudadano tiene que cotizar durante 35 años para cobrar la totalidad de la base reguladora de la pensión a que tiene derecho, a los miembros del Gobierno les basta con jurar el cargo. Diputados y senadores sólo tienen que acumular siete años.

Tan sólo esto ya marca la diferencia entre una jubilación de mierda o una jubilación de oro.

Ejemplo: si un joven ministro decidiera no trabajar más, ya tendrí­a asegurada la pensión máxima. Todos estos «ex» cuando cesan pasan a cobrar el 80% de su salario dos años más.

Además no son pocos los que acumulan dos, tres o más sueldos entre lo público y lo privado y sobresueldos creados ad hoc; aquellos que ya están cobrando como ex políticos, suman salarios de diputado o senador, presidente de una comisión, miembro de alguna fundación o bien les corresponderá algún tipo de indemnización, sumarán ingresos con la docencia o directamente serán recompensados con un cargo importante en la empresa privada…

El panorama se replica, cómo no, en la Comunidades Autónomas.

Algunas voces internas apelan en ocasiones a la ética para que los compañeros retirados no reclamen tantas pagas absurdas y escandalosas que el bipartidismo ha ido pactando en silencio con el paso de los años, pero a ver quien es el guapo que renuncia.

Hierve la sangre con todo esto, más aún al constatar datos más precisos que dieron hace poco en El Paí­s.

Sed inteligentes, quitad de la cabeza a vuestros hijos lo de ser futbolistas o protagonistas en los medios. No se me ocurren muchas cosas tan rentables como esto de la polí­tica.

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