Antros nocturnos

Parroquianos, lugareños, almas errantes… Sospecho que todas las noches saldremos ahí­ fuera a bebernos la oscuridad.

Somos los mismos, acodados mecánicamente en la barra de los bares donde no cesa la música que nos hipnotiza. Donde, por decirlo de alguna manera, no cierra la programación ni nos atenaza el silencio turbador.

Son pequeñas fachadas ocultas en cualquier discreto callejón que a la luz del sol nadie sabrí­a localizar al dí­a siguiente. Y sin embargo estos antros abren sus fauces a todo animal doliente que añora enfrascarse en el ambiente atascado por el humo y el ambientador barato.

Retrepado de cualquier forma hablaré de sueños incumplidos con quien se tercie y os veré riendo tras el cristal de mi vaso.

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