«Bécquer, concédeme una novia que esté buena, buena, buena, buení­sima, por favor ¿eh?»

«Esto… espero que me concedas una novia que esté buena, buena, buena, buení­sima. Por favor, ¿eh?». Es uno de los muchos mensajes que reposan en Sevilla junto a la tumba del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, al que sus admiradores piden deseos de amor como si de un genio de la lámpara se tratara.

El panteón de la Iglesia de la Anunciación, al que se accede por la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, abre durante el curso escolar una tarde a la semana, acaparando desde hace años los escritos de quienes ven en el fallecido escritor la figura de un santo laico que puede hacer que se cumplan los deseos amorosos de los mortales.

Son, casi todos, mensajes románticos que piden un amor para toda la vida o conservar el que ya poseen. Otros son casi relatos, como el que empieza:

«Hoy hace un año que te hice el amor por última vez, 365 dí­as recordando la blancura de tu piel y el aroma de Parí­s…».

Imagen de la tumba de Gustavo Adolfo Bécquer en Sevilla, donde se depositan textos

Los hay breves y directos: «Para que el amor nos vaya bien y tengamos mucha salud», y hasta descreí­dos: «Por mí­ que no quede».

Predominan los mensajes masculinos sobre los femeninos, aunque también los hay de parejas que van a dejar su nota como si de una promesa se tratara, como si se hubieran adelantado, aunque sin la fortuna del ‘best-seller’, a la moda de los candados desatada por la novela del italiano Federico Moccia.

Estudiantes norteamericanas dejan mensajes en ‘spanglish’, y otro en portugués concluye diciendo «Quero ser moito amada».

Algunos prometen hasta una recompensa:

«¡Oh, Bécquer, tú que escuchas a los enamorados! Ayúdame a lograr el amor de ese chico que ha invadido mi corazón, ayúdame a lograr el amor del rubito que trabaja en N…, ése de tan hermosa sonrisa y profundos ojos. Prometo que si logro su amor, te traeré flores.»

Y, cómo no, los hay que repiten la historia: «Hola Bécquer, me siento mal porque mi novia se marchó con mi mejor amigo…».

Fuente: Público. Culturas

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