Cuando el frí­o extremo se hizo pasar por diablo

Corría el siglo XVIII en San Petersburgo. Era una noche especialmente fría de invierno, en la que nadie hubiera sobrevivido en la calle. Todavía no había redes eléctricas para que se acumule el hielo sobre ellas, pero de haber existido, seguramente se hubiesen cortado.

Las personas se resguardaban con toda la ropa que encontraban mientras oían ventanas y termómetros resquebrajándose: ya nada importaba, sólo había que sobrevivir esa noche y luego el sol saldría y las cosas se recuperarían.

Vista de la Catedral de San Pedro y San Pablo (San Petersburgo)

A la mañana, muchos acudieron a la Catedral de San Pedro y San Pablo para rogarle a Dios que los protegiera del del frío los días siguientes. Pero se encontraron con una escena horrible: los largos tubos metálicos del órgano estaban desparramados por todo el piso, totalmente destruidos.

Los espantados habitantes empezaron a gritar, maldiciendo al diablo por haber entrado a la casa de Dios y destruir el órgano esa espantosa noche. Un hombre intentó juntar los pedazos pero se encontró con que los tubos se deshacían entre sus dedos como si estuviesen hechos de arena.

Esta historia podría parecer increíble para muchos, y una intervención del Diablo realmente para otras. Y debe haber sido así a lo largo de muchos años, hasta que se descubrió la peste del estaño. Los tubos del órgano, como los de muchas iglesias europeas, estaban hechos de una aleación de estaño y plomo.

El estaño tiene ciertas propiedades comunes en muchos metales, pero cuyos efectos en la vida real no pueden verse en muchos de ellos. La estructura molecular del estaño puede ser cúbica o tetragonal, dependiendo de la temperatura. El estaño metálico, conductor eléctrico, normalmente posee una estructura tetragonal que es estable a temperatura ambiente, pero se lo puede enfriar mucho y sus átomos se reubican en forma cúbica, donde se transforma en un polvo gris opaco, no-metálico, semiconductor.

La transición de configuración tetragonal a cúbica comienza a darse en temperaturas inferiores a los 13,2 ºC, donde pueden verse manchas opacas y quebradizas en el metal. Pero su punto óptimo es a los -30 o -40 ºC. El estaño funciona bien como material para lugares con temperaturas templadas pero no para el horrible frío de San Petersburgo.

El Diablo no se había atrevido a entrar en la casa de Dios a hacer desastres esa fría noche; había sido el mismo frío quien había modificado la estructura molecular del órgano. Pensándolo así, no se cuál de las dos es más increíble.

Se cree que algo similar y tal vez más terrible sucedió luego de que las tropas de Napoleón marcharan hacia Moscú. El potente frío habría deshecho los botones de sus abrigos, lo cual potenció considerablemente las bajas. Aunque esta versión es muy discutida porque muchos dicen que los botones de madera eran más baratos y comunes.

Fuente: Proyecto Sandía

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