De Lorean, historias de aquel coche del pasado-futuro

Para todos aquellos a quienes despierta una sonrisa recordar el icónico trasto de Doc en Regreso al futuro.

La película que nos dio a conocer el coche

Dirigida por Robert Zemeckis (Forrest Gump, ¿Quién engañó a Roger Rabit?, Naúfrago, etc) y estrenada en 1985, Regreso al futuro es nuestra querida película juvenil cuyo encanto no ha desaparecido con el paso del tiempo.

Divertido, original y muy entretenido cine de ciencia ficción que narra la historia de un joven interpretado por Michael J. Fox enviado al pasado por un cientí­fico chiflado para «reordenar» su vida desde atrás. Más flojas son la segunda y la tercera parte (1989 y 1990), pese a lo cual completan una trilogí­a de gran éxito.

Doc Emmett Brown ha inventado una máquina del tiempo materializada en un automóvil, un DeLorean DMC-12 que a su vez aloja el fantástico Condensador de flujo («flux capacitor» en el original), el verdadero ingenio que posibilita ese fantástico viaje cronológico que todos hemos soñado alguna vez.

En realidad la pelí­cula poco aclara sobre el supuesto funcionamiento del condensador de flujo, simplemente vemos un dispositivo en el salpicadero del coche con tres pequeñas lámparas incandescentes que centellean y dispuestas en forma de «Y» y nos hacen saber que requiere para activarse una enorme cantidad de energí­a eléctrica.

Historia de un coche real

Pues bien, existió ese coche y tuvo bastante menos fortuna que la pelí­cula que lo inmortalizó a posteriori, puesto que hací­a dos años que ya no se fabricaba un modelo que habí­a fracasado en cuanto a ventas. Entre 1981 y 1983 solo se vendieron unas 6.000 unidades de las 10.000 previstas.

No obstante su breve existencia, el DeLorean DMC-12 forma parte de la cultura popular de Estados Unidos, Canadá y otros paí­ses. Esta es su peculiar historia.

DMC son las siglas de DeLorean Motor Company, fundada por el norteamericano John Z. De Lorean (1925-2005) en 1975 y cuyo modelo distintivo, el DMC-12, era un coche deportivo con diseño coupé de dos puertas, esbelto y musculoso, apertura de alas de gaviota, 130 CV y 1.230 Kg. de peso. Y otra cosa muy caracterí­stica: una carrocerí­a de acero inoxidable.

Hijo de inmigrantes, John Zachary DeLorean nació en Detroit, de padre rumano y madre austríaca (su apellido de origen era «Delureanu»).

Sobresalió en los estudios de ingeniería industrial y en los años 50 vendió seguros de vida durante un tiempo, aplicando un sistema analítico que le permitió vender una gran cantidad de pólizas. Sin embargo encontró el trabajo aburrido y decide estudiar ingeniería automotriz en el Instituto de Ingeniería de Chrysler. Meses más tarde acepta un trabajo en la desaparecida Packard.

Eran su talento y capacidad tan notables que la poderosa General Motors lo recluta en 1959. Como jefe de ingenieros de la división Pontiac, que estaba debilitada porque sus productos no entusiasmaban casi a nadie, De Lorean impulsó en 1964 la creación del exitoso Pontiac GTO, punto de partida de la época dorada de los muscle cars norteamericanos A finales de la década de los 60 Pontiac alcanza el tercer lugar en ventas tras Chevrolet y Ford.

En 1965 y con 40 años de edad, DeLorean es director de Pontiac y el jefe de división más joven que habían tenido en GM. Aunque era creciente su reputación como inconformista corporativo, en 1969 fue nombrado responsable de la división Chevrolet, la marca insignia de General Motors. En 1970 Chevrolet ya lideraba las ventas.

En un momento en que los ejecutivos de negocios eran típicamente conservadores y discretos, DeLorean llevaba largas patillas y camisas desabrochadas y frecuentaba los círculos de celebridades tanto de los negocios como del entretenimiento.

Mientras salí­a con Ursula Andress y Raquel Welch es promovido a vicepresidente de la compañí­a automovilí­stica más poderosa del mundo con un sueldo de 650.000 dólares anuales. Muchos presagiaban que se transformarí­a en el presidente más joven de la historia de GM pero en 1974 renunció a su cargo para construir su propio coche. ¿Por qué?

En busca de un sueño

Probablemente un sueño pueda ser más poderoso que cualquier otra cosa. DeLorean ansiaba crear su propio coche, un deportivo único para cuyo diseño no dudó en recurrir al famoso Giugiaro. También fue aliado en el desarrollo del coche nada menos que Colin Chapman, el patrón del equipo Lotus de F-1.

Tení­an grandes ideas para el trasto: airbags, mucha electrónica, un motor trasero tipo Wankel y un chasis revolucionario llamado ERM. Sin embargo poco de ello pudieron llevar a la práctica.

El primer prototipo apareció en marzo de 1977 y la producción empezó oficialmente en 1981 cuando gracias a un crédito millonario del gobierno británico recaló en Dunmurry, Irlanda del Norte, cerca de Belfast. Levantar el complejo industrial donde habí­an de trabajar más de 2.000 personas más el desarrollo del coche supuso un desembolso de unos 175 millones de dólares. Hacer coches, sobre todo a partir de cero, no es cualquier cosa.

Poco a poco los buenos augurios fueron desvaneciéndose cuando el Gobierno británico impuso un elevado impuesto a la fábrica y echó abajo un plan de subvenciones prefijado. Es uno de los motivos que condujo al fracaso aunque hubo más: en 1982 John DeLorean se vio obligado a construir otra fábrica en un tiempo récord, esta vez en Detroit, pero las ventas del DMC-12 no arrancaban. La bancarrota resultaba inminente, hecho que se produjo a finales de 1982.

En un intento desesperado por obtener los fondos necesarios para la supervivencia de la empresa, John DeLorean fue filmado aceptando dinero procedente del tráfico de drogas.

La historia parece complicada. Él aseguró que sólo intentaba conseguir un préstamo y que se apartó cuando supo que habí­a drogas de por medio. Sostuvo además que se trataba de una maniobra del gobierno americano en connivencia con General Motors, Ford y Chrysler para destruirlo. Incluso que el propio IRA estaba detrás actuando por venganza al haber hecho sociedad con el gobierno inglés.

¿Paranoias? La cuestión es que fue arrestado en Los Angeles con la acusación de blanqueo de dinero y más tarde absuelto, suficiente para acabar con lo que quedaba del proyecto y dañar su imagen sin remedio. Si bien nunca fue condenado, los conflictos judiciales no abandonarí­an ya a John Z. hasta prácticamente el final de sus dí­as en 2005.

Hubo rumores de que alguien compró los derechos de marca del DMC aunque no se cómo acabaría el tema. Por otro lado no es imposible conseguir uno incluso en la actualidad.

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