Una historia de amor más bien truculenta

Georg Karl Tänzler según su certificado de matrimonio alemán, también conocido como Carl von Cosel según sus documentos estadounidenses (además hay registros hospitalarios donde firmaba como Conde Carl Tanzler von Cosel), había nacido en Dresde (Alemania) en 1877. Se casó hacia el año 1920 y tuvo dos hijas. Según se cree vivió durante la Primera Guerra Mundial en Australia y en 1926 emigró a Estados Unidos, donde obtuvo trabajo como radiólogo en el U.S. Marine Hospital de Key West (Florida) bajo el nombre de Carl von Cosel.

Ya era por tanto bien mayorcete cuando comienza una nueva vida al otro lado del océano.

Carl, un hombre con varias titulaciones, instruido y carismático, sorprende por su afabilidad además de por su inteligencia y habilidades.

El afable galeno

Aunque profesional aparentemente bien formado, Tanzler afirmó que a lo largo de su vida había tenido visiones de una antepasada suya que le reveló el rostro de su verdadero amor: una exótica mujer de cabello oscuro.

En abril de 1930 una nueva paciente requiere los análisis del doctor: Marí­a Elena Milagro de Hoyos, atractiva joven cubano-norteamericana hija de un comerciante de habanos establecido en Florida. Al igual que gran parte de su familia, a la muchacha le habí­a atacado la tuberculosis, la temible enfermedad que hací­a estragos entonces.

Tanzler inmediatamente piensa que ha encontrado a «la mujer de cabellos negros» de sus visiones. Nuestro caballero experimentó una verdadera convulsión interior. Así­ la describió:

«Llevaba un ligero vestido de primavera cuidadosamente planchado. Tení­a piernas esbeltas, pelo negro lustroso y largo que se desplomaba sobre sus suaves y bronceados hombros […] pude evitar su cara, pero no sus turgentes pechos que se disparaban y caí­an por culpa de la maldita tos»

Sin duda debió quedarse pillado hasta las trancas por esta belleza local. Tanzler ofreció a la joven regalos, joyas y ropas, declarándole un amor incondicional, aunque no existe evidencia de que sus afectos hayan sido correspondidos. No obstante en su cabeza habí­a nacido una creciente obsesión.

Convencido de que habí­a soñado con ella durante décadas y que estaba destinada a ser su esposa, enfocó su existencia a cultivar la estima de Elena por encima de todo.

Buscó extraños obsequios; fabricó pócimas en pos de la milagrosa curación de su amada, gastó un dineral en una bobina de Tesla con la que inducir descargas curativas, inició un tratamiento experimental y novedoso de rayos X y compró libras de polvo de oro que combinaba en sus jarabes curativos. Ni Elena ni su salud correspondieron a las atenciones, simplemente ella encontró en Carl el último hombro en el que apoyarse antes del asumido desenlace.

María Elena Hoyos sobre el año 1926

El 25 de Octubre de 1931 María Elena Hoyos murió en casa de sus padres a los 22 años. Carl vivió sus últimos dí­as junto a su lecho colmándola de atenciones y cuidados:

«Quiero ser tu enfermero, tu amo de llaves, tu amante, tu marido, quiero cuidar de ti para siempre ¡o volar contigo a las estrellas!»

El desenlace dejó profundamente consternado a Von Cosel, quien sin embargo no permaneció llorando de brazos cruzados.

Convenció a la familia para pagar el entierro y construir un mausoleo que él mismo diseñó. El féretro metálico contaba con conductos para suministrar al cadáver formaldehído y otras sustancias que conservaran el cuerpo e incluso un auricular para comunicarse con el ataúd.

Noche tras noche, Von Cosel se sentaba junto a su sarcófago y comenzaba, según él, a comunicarse con Elena. Según su testimonio, ella le suplicaba la puesta en libertad de su «prisión» para que pudieran estar juntos.

Y todaví­a fue más lejos: año y medio después Von Cosel decide exhumar el cadáver de Elena y llevárselo a casa.

El doctor dedicándose a «sus labores»

Durante los siguientes siete años hizo todo lo posible por mantener a su amada cerca de él, en cuerpo y alma. Unió los huesos con alambres de piano y ganchos de perchas y tras vaciar en terracotas al modo egipcio sus órganos deshidratados, rellenó su figura casi vací­a con trapos empapados en lí­quido embalsamador y canela china. Pieza por pieza, iba fortaleciendo su piel con cera y seda y construyendo una máscara de su cara.

Trataba regularmente su piel con lociones y electroterapia, le puso ojos de vidrio y fabricó una peluca. La vistió con un traje de boda, velo blanco de encaje, diadema y unas alianzas y tras perfumarla a diario con aceites, la dormí­a en su cama con las melodí­as salidas del órgano de fabricación casera.

La inquietante imagen del cadáver una y otra vez retocado

Pasado el tiempo los rumores y la creciente introversión de von Cosel despertaron las sospechas de sus convecinos. Nana, la hermana de Elena, se propuso investigar y lo descubrió. Espantada, acudió a denunciarlo ante las autoridades y von Cosel fue detenido por profanación y encerrado a la espera de juicio una vez que los psiquiatras determinaron que era mentalmente apto para ser juzgado.

Como es de suponer la historia provocó frenesí­ entre los medios de comunicación. El cuerpo es examinado por médicos y patólogos y expuesto luego en una funeraria, donde más de 6.000 personas acudieron a verlo. Finalmente se devolvió al cementerio de Cayo Hueso, donde permanece en una localición secreta a fin de evitar profanaciones posteriores.

¿A quién no recorre un escalofrí­o por la espalda esta historia? Y sin embargo muchos simpatizaron con el radiólogo considerando su acción excéntrica aunque maravillosamente romántica, y llevaron a su celda regalos, apoyo y consuelo; incluso un grupo de prostitutas cubanas ofrecieron sus servicios de forma gratuita. Dos admiradores pagaron la fianza de 1.000 dólares y von Cosel esperó en su casa la llegada del juicio.

Después de una audiencia preliminar el caso hubo de ser cerrado y el acusado libre porque su delito habí­a prescrito. El morboso amante fue puesto en libertad y declarado cuerdo sin pena alguna. Aunque no se ha demostrado al 100%, investigaciones posteriores revelaron que hubo evidencias de necrofilia.

Fotografía de Carl Tanzler von Cosel hacia 1940

Tanzler se mudó en 1944 a otro lugar de Florida y acabarí­a escribiendo una autobiografí­a. En 1950 recibió la ciudadaní­a estadounidense (a fin de cuentas como persona libre tení­a derecho a ello).

El amor de Carl hacia Elena perduró hasta el fin de sus dí­as. Separado de su más preciada posesión, utilizó una máscara mortuoria para recrear una efigie de tamaño natural de la chica y vivió con ella hasta su muerte, ocurrida en 1952. Su cuerpo fue encontrado en el domicilio tres semanas después de su muerte, dicen que abrazado a dicha efigie.

Leí­ la historia en Kurioso

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