El atleta que corrí­a como si lo estuvieran estrangulando

En una Europa devastada por años de bombardeos, soportando la frí­a posguerra y el temor continuo a un régimen polí­tico amenazador, un hombre flacucho y de escaso pelo entrena por las calles húmedas de Checoslovaquia.

Emil Zátopek (1922-2000), hijo de un obrero y el segundo de ocho hermanos, ingresa a trabajar con 16 años en una fábrica de zapatos. Cada año la empresa organizaba una carrera de 1.500 m. en la que competir era obligatorio. Cosas de aquellos regí­menes.

Dicen que Zátopek no estaba en particular interesado pero las excusas no se aceptaban y tuvo que participar. Quedó segundo sin haber realizado ningún tipo de entrenamiento y parece que aquello despertó el gusanillo en él: desde entonces acudió a las sesiones de entrenamiento.

Carrera de 5.000m. en los JJ.OO de Helsinki, 1952

En 1945 ingresa en el ejército y por las noches encuentra tiempo y energí­a para entrenar. Lo hace con botas pesadas, llevando una linterna y ensayando una técnica propia. Como contó posteriormente, se habí­a fijado en Paavo Nurmi, atleta finlandés que durante los años 20 fue considerado mejor fondista del mundo.

Se trataba de correr muchas distancias cortas en vez de una larga, por ejemplo, para practicar los 10.000 m. Emil hací­a cinco carreras de 200 m., 20 carreras de 400 m. y otras cuatro carreras de 200 m. Aunque los entrenadores se burlaron del método, Zátopek pronto se convertirí­a en el mejor corredor de fondo del país.

Logró su primera plusmarca en el año 1944, acumulando hasta ocho campeonatos nacionales en 5.000 y 10.000 metros. En los Juegos Olí­mpicos de 1948 celebrados en Londres obtuvo la medalla de oro en 10.000 y la de plata en 5.000. Dos años después, en el campeonato de Europa de Bruselas, se impone en ambas pruebas.

Zátopek expresó perfectamente la importancia de unos Juegos Olímpicos frente a la tragedia reciente de la guerra:

«Para mí, las Olimpiadas de 1948 fueron una liberación del espíritu. Después de todos esos días oscuros de la guerra, el bombardeo, la matanza, el hambre, el renacimiento de los Juegos Olímpicos fue como si hubiera salido el sol.»

En los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 se produce el primer enfrentamiento sobre las pistas de atletismo entre los dos bloques antagónicos, Estados Unidos y la Unión Soviética más los paí­ses satélites respectivos. Ahí­ es donde el nombre de Zátopek pasa a la historia tras vencer en el plazo de una semana en 5000 m, 10000 m y en el maratón, algo que ningún otro atleta ha conseguido. Además su esposa Dana ganó la medalla de oro en el lanzamiento de jabalina.

Besando a su esposa Dana tras ganar la maraton olí­mpica de 1952

En 1954 de nuevo se proclama campeón europeo de 10.000 y obtiene la medalla de bronce en 5.000 metros. En los Juegos Olí­mpicos de Melbourne 1956 fue sexto en el maratón y dos años más tarde poní­a fin a una trayectoria deportiva de 334 carreras con 261 victorias y un total de 18 plusmarcas mundiales en distintas distancias.

Después de lo de Helsinki recibió todos los premios que el gobierno otorgaba a sus mejores deportistas, incluidos un coche y el ascenso a Coronel del ejército. En Checoslovaquia le consideraban un héroe nacional indiscutible.

Pero el cuento de hadas se rompe en 1968 debido al apoyo que prestó al político reformista Alexander Dubcek. Zátopek secundaba el ala democrática del partido comunista, por lo que después de la Primavera de Praga de 1968 se ve despojado de su rango, expulsado del ejército y del partido y relegado a realizar trabajos comunitarios en los servicios de limpieza.

El atleta utilizado por la propaganda del régimen como prototipo de los grandes logros socialistas, ahora es un indeseable. Comenzaba así­ una etapa oscura en la vida para Emil y su esposa Dana.

Tení­a entonces 46 años, un mono de trabajo y una escoba, pero también el pasado más glorioso del deporte checo. Cuando lo enviaron a limpiar las calles de Praga los vecinos lo reconocí­an al instante, se asomaban a las ventanas, los saludaban y aplaudí­an. No era raro que bajasen ellos mismos los cubos de basura para echarlos al camión o que limpiasen la calle antes de que él llegara. No querí­an permitir que el bueno de Emil trabajase en aquello.

El matrimonio hubo de vivir en un remolque y luego pasar a ocupar una modesta vivienda. En 1975 su figura fue parcialmente rehabilitada por el gobierno comunista. Falleció en el año 2000 en Praga a la edad de 78 años.

Zátopek y el francés Alain Mimoun, rivales en la pista pero grandes amigos

Zátopek era conocido por su carácter sociable y por su habilidad para hablar seis idiomas. Lo visitaron regularmente en su casa de Praga atletas internacionales de los que se había hecho amigo durante los años de competición. Su rival británico Gordon Pirie, gran corredor de media distancia y cross, lo describió como «el hogar más alegre en el que he estado».

En todas las competiciones de alto nivel dejó la impronta de una gran resistencia, así­ como de la dureza del ritmo que imponí­a a sus rivales, cualidades que le valieron el apelativo de La Locomotora Humana.

Sin embargo Zátopek no era exactamente una máquina, al menos no una máquina perfecta, ya que ganaba carreras haciendo todo lo que en teorí­a no debe hacerse.

No resultaba nada elegante el estilo de un hombre enclenque de 1,74 de estatura y sólo 67 kilos de peso que al correr daba la sensación de que le faltaba el aire y podía derrumbarse en cualquier momento. Arqueaba en exceso la espalda y su cabeza no paraba quieta de un lado a otro, con el gesto de la cara contraí­do como si sufriera el dolor más severo.

Entrañable imagen de Emil Zátopek en su vejez

Los puristas consideraban aberrante esa forma de correr agónica, tan poco común. Un periodista que cubrí­a los Juegos de Helsinki escribió:

«Ese Zátopek corrió como con un péndulo sobre su pescuezo, su lengua carmesí­ pendí­a fuera como si realmente lo estuvieran estrangulando».

Como él mismo admitió:

«Mi estilo está muy lejos de los grandes atletas».

Efectivamente, un estilo poco ortodoxo pero Emil, el gran corredor que no sabí­a correr, ha sido reconocido como el atleta de fondo más importante de todos los tiempos.

Al mismo tiempo que un corredor portentoso fue un hombre honesto en mitad de una época convulsa. Nadie podrá destruir la leyenda de Emil Zátopek, el checo infatigable.

Siguiendo las pistas de un artí­culo en El Paí­s.

Más información en Wikipedia

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