El calor de otra respiración

El vací­o, como la mar, es un espejo y contra él rebotan todos los interrogantes.

Uno corre y corre sin tregua hasta gastar la suela de los zapatos que un buen dí­a relucieron, escapa del rumor generado por sus propios pasos y de un corazón sin duda apresurado que golpea el pecho como un tambor.

Huye de sus ámbitos silenciosos simplemente porque añora el calor de otra respiración. Y tras alcanzar la otra orilla descubre desconcertado que vuelve a estar clavado y solo en el punto inicial.

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