El póster de la chica de tenis

Siempre fue costumbre entre adolescentes decorar su dormitorio con imágenes propicias que proclamasen sus ideales afianzando la personalidad o bien para alardear de algo o simplemente escandalizar a los mayores. Y por supuesto para impresionar a los amigotes o a esa improbable aunque deseada visita.


Para engalanar las paredes del rincón íntimo podía servir cualquier grafismo, si bien las propias revistas contaban habitualmente con posters centrales pensados para eso y además existía una sección dedicada en los grandes almacenes.


La oferta temática era muy variada, desde los rostros de los héroes del momento (ídolos musicales, actores y deportistas) hasta la inevitable puesta de sol. En realidad buena parte de las representaciones gráficas podían ser convencionales o incluso rozar lo cursi y eso sí que no. Tenía que encajar con uno mismo, algo capaz de emocionar a tu yo íntimo sin desentonar y ahí­ es donde se centraban las pesquisas.

Estaba la foto de algún vehí­culo extremo o escenas de competición deportiva y por supuesto el pibón de turno. Pero sin olvidar viñetas de humor, figuras del cómic, pósters de película, emblemas, declaraciones filosóficas, mensajes poéticos, reproducciones artí­sticas, etc. Si no había otro remedio, teníamos en plantilla a Groucho Marx, Bob Marley y John Lennon, sí­mbolos recurrentes del humor, la libertad o la paz respectivamente.

Personalmente compré muy pocos pósters, ya que resultaban caros para la economí­a de un chaval, cuando por otro lado alguien te los podía regalar o heredabas de un hermano o amigo.

Tennis Girl

A esta última categorí­a pertenece un póster que me regaló mi hermana. Siempre lo recordaré con todo el cariño: la tenista de espaldas enseñando el culete mientras deja tras de sí­ una alargada sombra crepuscular, una foto que me cautivó y que durante largo tiempo permanecerí­a en la pared de mi cuarto.

Se trataba de una escena inocente y al mismo tiempo pí­cara, es decir, con el punto justo para invitar a soñar tanto como para llamar la atención.

Tennis Girl o «la tenista» muestra a una chica de espaldas que camina hacia la red de una pista de tenis con una raqueta en su mano derecha y que levantando su corta falda con la mano izquierda deja ver que no hay ropa interior debajo.

El fotógrafo Martin Elliot

Una secuencia evocadora e ingenua que despierta la sonrisa porque parece una sutil burla de las normas del deporte de los señores que gritan ¡nooo!

El vestido lo hizo a mano una amiga de Fiona, quien también aportó la raqueta de tenis. Las zapatillas pertenecían a su padre y las pelotas de tenis son las que utilizaba para jugar el perro mascota de la familia.

La fotografí­a la tomó en septiembre de 1976 el fotógrafo Martin Elliot a su novia de entonces Fiona Butler, estudiante de arte de 18 años, en las pistas de tenis de la Universidad de Birmingham (Inglaterra).

La empresa Athena, famosa en el negocio de carteles y tarjetas postales, publicó la fotografía como parte de un calendario y a partir de 1978 la distribuyó como póster a 2 libras la unidad. Vendieron millones de copias en todo el mundo. Elliott había vendido los derechos de imagen a Athena pero retuvo los derechos de autor, lo que le valió en torno a 250.000 libras en pagos de royalties.

Fiona Butler, casada con un hombre de negocios adinerado, es madre de tres hijos y trabaja como ilustradora (2011)

Butler, que rompió con Elliot tres años después, declaró posteriormente que no estaba avergonzada por posar ni resentida al no haber recibido royalties por la foto. No obstante también confesó que al principio no se preocupó por los aspectos económicos y una vez fue consciente, ya era demasiado tarde.

El póster de la chica del tenis, menospreciado en su momento por los crí­ticos que lo calificaron de «fantasí­a de colegial», acabó transformándose en una instantánea icónica y tremendamente popular.

Con el paso de los años la imagen se ha parodiado en numerosas ocasiones:


Elliott, fallecido en 2010, no destacó particularmente en el campo de la fotografía después de aquel dí­a en que obtuvo la instantánea de su vida, una fotografí­a inspirada y perdurable. Cualquier fotógrafo soñarí­a con una toma así­.

Tal vez sea la luz la que lo hace tan atractiva la imagen de la chica de tenis. Nunca deja de hacerme sonreír cuando lo veo.

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