El suicidio antes que el fascismo

Alicante, finales de marzo de 1939. La guerra está perdida, miles de republicanos se agolpan en el puerto de la ciudad.

En estos momentos hay una calma tensa, muy diferente a los lloros y desesperación de dí­as antes cuando el Stanbrook se ha marchado lleno de milicianos y dejando al resto a su suerte. Enfrente tienen el mar, que como tantas veces representa la esperanza, la vida, detrás tienen el fascismo…..

Los nacionales avanzan sin pausa hacia su posición. Se oye el llanto de un bebé que la madre intenta calmar amamantándolo, pero ni así­ lo consigue. Un niño grita desesperado buscando a su madre y nadie le ayuda.

La mayorí­a han aceptado su destino y tienen la cabeza gacha, sin fuerzas ni ganas para levantarla. Se ven hombres llorar en silencio, las lágrimas recorren sus mejillas dejando surcos en esas caras polvorientas. Pueden escuchar con toda claridad el ruido de los fusiles, cada vez están más cerca. Las tropas contra las que se han enfrentado durante estos últimos tres años están a punto de apresarles.

Muchos de los presentes saben lo que les espera: un campo de concentración, consejo de guerra y después Dios dirá. Son aquellos que han tenido una responsabilidad polí­tica en la República o han ocupado cargos relevantes dentro del ejército.

Dirigimos la mirada hacia un hombre que llama nuestra atención. Tiene un porte distinguido y uniforme, lo que nos hace pensar en una probable alta graduación. En su cara se refleja orgullo, sin duda uno de los pocos que aún se siente libre, está dialogando con su compañero, de repente saca la pistola y se pega un tiro en la sien. Ha preferido la muerte al fascismo. Años después Manuel Vidaurrazaga nos explica lo sucedido:

«El 1 de abril de 1939 un gran número de soldados republicanos se concentraron en el puerto de Alicante para ser rescatados por barcos ingleses y franceses. Estos barcos no llegaron nunca, hecho que provocó la detención de millares de personas en ese puerto.

Cuando la división Littorio llegó a Alicante lo primero que hizo fue colocar baterí­as ligeras de artillerí­a delante del puerto. Nos intimidaban para rendirnos, cosa que en ese momento provocó varios suicidios. Una de las muertes que me ha quedado grabada es la del Comandante Máximo Franco de la 127 Brigada Mixta. Este hombre era de Zaragoza y militante de izquierdas. Máximo, junto con el comisario Eduard Viñuelas, decidió poner fin a su vida pegándose un tiro en la cabeza al ver que los barcos de rescate no llegaban».

Más información: Último barco al exilio

Un Comentario

Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Privacidad y cookies

Utilizamos cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mismas Enlace a polí­tica de cookies y política de privacidad y aviso legal.

Pulse el botón ACEPTAR para confirmar que ha leído y aceptado la información presentada


ACEPTAR
Aviso de cookies