En las horas de la siesta

Verano, de nuevo verano…

Con una ojeada torcida traspaso la ventana para verificar cómo ahí­ fuera se ha instalado, hoy también, un cielo de un desgastado color azul cuyo tapiz plomizo se yergue sobre pastos calcinados hasta donde se pierde la vista. Y en todo momento persiste un bochorno que poca lí­rica auspicia, tan plácido por otra parte…

Sobre la copa alegre de las moreras se hace visible un grupo de viejas encinas, impávidas, dominando el sequedal de esta tierra sin bendición.

Es otro verano en mi querida habitación del pueblo, blanca, de pesados silencios, siempre habitada por el vuelo desquiciado en espiral de innumerables moscas.

Esto, amigo, es otro punto en el mundo sin importancia precisa excepto para mi circunstancia y sus devaneos. Bajo una panorámica simple me entrego indolente al tiempo detenido bajo la luz inmensa del sur, acunado por el letargo al que obligan las horas de siesta.

2 Comentarios

Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Privacidad y cookies

Utilizamos cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mismas Enlace a polí­tica de cookies y política de privacidad y aviso legal.

Pulse el botón ACEPTAR para confirmar que ha leído y aceptado la información presentada


ACEPTAR
Aviso de cookies