Esto que está pasando, ¿es la crisis?

Hoy no tocaba hablar de esto, pero he recibido tantos mails, llamadas y abordamientos por los pasillos, que vamos a tocarlo. «Esto que está pasando, ¿es la crisis?»; era la pregunta que ayer machaconamente me formularon. Otra: «Tu ya dijiste que sucederí­a esto, ¿qué va pasar ahora?».

Bien, vamos por partes. «Esto que ahora está pasando» no es «la crisis», es parte de la crisis.

Estructuralmente, esta crisis y la de 1929 serán muy, muy semejantes, de hecho ya se están produciendo similitudes: las arengas de Bush y Paulson, los comentarios de Obama y McCain, las intervenciones de otros polí­ticos, por ejemplo, pero, entre ambas, habrá una diferencia fundamental: el crash del 29 se presentó de sopetón: de ahora para luego, la crisis del 2010 la estamos viendo venir desde principios del 2007.

Lo que está llegando va a tener el mismo significado que lo que supuso la Gran Depresión; de hecho ahora viene otra Gran Depresión, pero así­ como entonces la novedad de los instrumentos financieros y productivos ocasionó que el derrumbe fuese casi instantáneo, ahora el derrumbe se ha producido tras haberse estado retorciendo esos instrumentos con absoluto conocimiento de causa.

Por tanto, el sistema puede irse preparando para lo que viene pero los efectos de eso que viene serán más intensos porque lo que provocarán lo es.

Por otra parte, en 1929 no habí­a ningún problema con las commodities, los recursos no escaseaban, incluso habí­a amplias zonas en el planeta que aún se hallaban «vací­as» o podí­an ser vaciadas sin excesivos problemas. Es decir, el sistema «iba a más». La crisis fue terrible, sus efectos pavorosos pero no habí­a limitaciones para crecer, para «ir hacia arriba».

Ahora sin embargo, sí­ hay problemas con las commodities: la tendencia de su oferta es decreciente, el monto de la deuda privada es alucinante, ya se está produciendo un excedente permanente de población activa que nunca va a ser necesario. Ahora, el planeta no está «yendo a más», simplemente porque no es posible, ahora se apunta «a menos», a una altí­sima productividad y eficiencia pero a costa de reducciones en el PIB global.

La de 1929 fue una crisis que, como todas las sistémicas, se produjo porque se agotó el modo como se habí­an estado haciendo las cosas.

La economí­a mundial, a finales de los años 20, podí­a hacer más de lo que estaba haciendo, las poblaciones de los distintos paí­ses aspiraban a todo porque no tení­an casi nada, la productividad favorecí­a esas expectativas.

La crisis se produjo porque el corsé del Modelo Clásico impedí­a todo eso. Fue terrible pero los cambios que se introdujeron trajeron el perí­odo más deslumbrante de la historia de la humanidad.

Ahora sucede todo lo contrario: aunque también se ha agotado la manera como se han hecho las cosas, el sistema ha estado desperdiciando recursos porque los ha estado sobreexplotando, todo tipo de recursos, de tal modo que la utilidad marginal de las cantidades de recursos que se han ido utilizando ha sido decreciente.

Para dar salida a los fabricados al sistema tan sólo le quedó una salida: permitir el hiperendeudamiento y diseñar los instrumentos financieros que lo posibilitaran.

Ejemplos, miles. ¿A dónde hemos llegado? Pues a un lugar en el que sobra de todo, en el que se ha alcanzado el lí­mite fí­sico de la capacidad de absorción y en el que se ha llegado al final de las expectativas de suministro de recursos al ritmo fijado. No ha sido una cuestión ni de sadismo, ni de estupidez, simplemente la evolución ha llevado a eso porque no podí­a llevar a ninguna otra parte.

Más. En el 29 se perdió la confianza pero la esperanza permaneció; ahora la confianza se está perdiendo a pasos agigantados y también la esperanza se está marchando.

Durante los años 30 las madres y los padres estaban convencidos que sus hijas e hijos vivirí­an mejor que ellos; hoy no es así­: se sabe que los descendientes van a vivir peor que sus progenitores y eso es nuevo, nuevo y terrible.

Bien, sigamos. El crash del 29 estalló, y ya sabemos lo que pasó después. Hoy aún no ha estallado nada y nada va a estallar. Aquello, lo del 29, fue una explosión, esto, lo del 2010, va a ser un desbordamiento.

Esto que estamos viviendo ahora y que se manifestó en Septiembre del 2007, es la crisis porque es parte de ella, pero no es un crash porque, fundamentalmente, no va a producirse ningún crash. Si quieren bautizar a lo que está sucediendo ahora, llámenle precrisis.

Hasta mediados del 2010 vamos a seguir así­, aunque:

1) Tendencialmente, la economí­a, sus í­ndices y agregados, cada vez serán peores y
2) Psicológicamente la población cada vez estará más jodida.

Hasta mediados del 2010 va producirse un deslizamiento progresivo a peor, sin caí­das profundas, sin grandes desastres (dirán, «¡Hombre!, ¡la quiebra de Lehman!». No, no crean: en el fondo es un fallido más, el problema es lo que significa: si hubiese quebrado en el 2005, casi, casi ni se hubiese comentado), pero cada vez con menores esperanzas.

A finales del 2009 ya será evidente que se acerca una crisis monstruosa; a principios del 2010 estará aceptado que esa crisis es inevitable y a mediados comenzará el derrumbe, a plomo, en vertical.

¿Cómo en 1929?. No, menos terrible porque aunque el modelo de protección social se halla en retroceso y, además, se producirán recortes en sus gastos, sus restos actuarán de colchón, pero más terrible porque la población está acostumbrada a un ritmo de vida que va a cambiar.

De todos modos, en parte por el hartazgo de estos años pasados, en parte por la concienciación ambiental, en parte por el propio pavor generado por la indefensión que la población sentirá, en parte por la sensación de inevitabilidad que se instalará, posiblemente la gente no viva excesivamente mal la situación: ”˜es así­, nada se puede hacer”™.

La cantidad de mierda es tan monstruosa, el grado de contaminación tan tremendo, el nivel de afectación por la gangrena tan brutal, que se ha llegado a la conclusión de ya es inútil/imposible salvar nada, tan sólo suministrar calmantes (inyecciones de liquidez) hasta que se produzca el fallecimiento).

La carta de la Bolsa: Esto que está pasando, por Santiago Niño Becerra.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

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