«Hello, I’m Johnny Cash»

«Hola, soy Johnny Cash». De esta manera tan simple solí­a empezar sus actuaciones. La presentación sencilla de un hombre tí­mido.


Su sombra se proyecta inmensa sobre el mundo de la música. A través de una carrera que abarcó casi cinco décadas, Cash fue la personificación de la música country para muchas personas en todo el mundo pero nunca perteneció a un solo género, pues grabó canciones que podrían considerarse rock and roll, blues, rockabilly, folk y gospel y ejerció una influencia en cada uno de esos géneros.

En realidad él es en sí­ mismo un subgénero musical, pionero del Rockabilly y del Rock and roll en los años 50 y además el gran representante internacional de la música Country. En definitiva, con su magisterio sobre gran número de artistas, todo un icono popular norteamericano.

En total escribió más de 1.000 canciones y publicó docenas de álbumes. En 2004, Rolling Stone lo incluyó en su lista de los «100 mejores artistas de todos los tiempos».

Cuando los Beatles y otros comenzaron a impulsar la revolución cultural-musical que se avecinaba, Johnny Cash ya habí­a vuelto del infierno elegantemente vestido, con gesto serio y su figura alta inconfundible.

Por aquel entonces no estaba bien visto entretener a parias y desheredados de la sociedad con cualquier tipo de espectáculo, de ahí que encontrara una fuerte oposición para llevar a buen término su proyecto personal de actuar en la prisión californiana de Folsom.

Johnny Cash actuando en la prisión de Folsom Prison, 1968

Del mismo modo, tampoco era habitual hablar de situaciones delictivas en la letra de una canción, eso incomodaba al mundo del show business al considerarlo inapropiado; sin embargo el hombre de negro siempre lo hizo, nunca ocultó su actitud y compromiso.

Simpatizó con los convictos, con los nativos americanos y en general con los desfavorecidos, utilizando su estrellato y su estatus económico para crear conciencia sobre sus problemas. Él mismo en muchas de sus composiciones confiesa sentimientos de culpa pero al mismo tiempo se trasluce en ellas la fe en la fuerza de la redención. Lo vivió en carne propia, sufrió y supo que todo el mundo merece un nuevo comienzo, la segunda oportunidad.

A principios de los años 60 bebí­a más de la cuenta y habí­a además empeorado la adicción a las anfetaminas que venía arrastrando. Ocultaba las pastillas a menudo y al olvidar dónde, acusaba a otros de robárselas. Las consumí­a por ansiedad, por inseguridad y para mantenerse despierto y activo durante las interminables giras. Sus amigos bromeaban a menudo sobre su comportamiento «nervioso», ignorando muchos de ellos el problema que padecí­a.

A principios de la década de 1970, Cash estableció su imagen pública como el «Hombre de Negro«, actuando regularmente con indumentaria negra al completo, en contraste con el brillo de la pedrería en la era de la psicodelia.

Dijo vestir así en nombre de los pobres y hambrientos, de los prisioneros, de las víctimas por la Guerra de Vietnam, «por las vidas que podrían haber sido«. Y después siguió de luto. En 1997 manifestó al respecto:

“Aparte de que ha acabado la guerra de Vietnam, no veo muchos motivos para cambiar mi posición. Los viejos siguen de­satendidos, los pobres siguen siendo pobres, los jóvenes se siguen muriendo antes de tiempo y no hacemos nada para arreglar las cosas. Hay aún mucha oscuridad que llevar encima”.

Cash pasó la vida dando tumbos, cometiendo muchos errores, descuidando responsabilidades e ingiriendo muchas pí­ldoras. Pero sobrevivió y pudo reencontrarse a sí­ mismo con el apoyo inestimable de su segunda esposa, June, y nunca dejó de desarrollar el talento para la música con el que había nacido.

Una vez June Carter se refirió a la voz de su marido como:

«Steady like a train, sharp like a razor»
(«Constante como un tren, afilada como una navaja»).

Al escucharla no es difí­cil imaginarse sobre un viejo tren de vapor cuya estela de humo se pierde al fondo de la llanura inabarcable.

Cash no habló solamente en sus canciones de la fragilidad humana, de los desamores, de la cárcel y de los tiempos duros; no era rara la mención a la vida junto al ferrocarril. De hecho en 1974 narró y protagonizó Ridin’ the Rails: The Great American Train Story, donde habla de la importancia del papel desempeñado por los trenes en la historia estadounidense, así como de su propio sentir personal y nostálgico hacia ellos. Y todos sabemos que los trenes transmiten una belleza romántica que evoca ansias de libertad.

Hoy quisiera poner cara a esa voz tan profunda como inolvidable con algunas fotografías de Johnny Cash que se recogen en The Selvedge Yard, instantáneas cálidas, auténticas. Con ellas nos introducimos un poco en algunos momentos de su vida.

Galerí­a de fotos:

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