La degradación de Madrid

Asisto con preocupación desde hace tiempo, sobre todo este último año, a una degradación palpable de la que fue una ciudad bulliciosa y al mismo tiempo familiar, en la que se podía vivir modesta pero cómodamente y de la que nos sentíamos orgullosos.

Hoy la suciedad acumulada en las calles de Madrid y el deterioro de los servicios públicos (hospitales, metros, autobuses, etc.) son alarmantes. Algunos niveles de delincuencia van en aumento mientras que distintos barrios han tomado un camino completamente diferente a los otros: un centro congestionado por el turismo, las compras y la gastronomía, zonas colindantes extremadamente caras y clasistas y frente a ello barrios populares envejecidos (donde también es muy caro vivir) y una periferia lejana con problemas endémicos.

Hay muchas ciudades dentro de Madrid, algo que ocurre a toda gran urbe, pero me da la impresión de que están dándose la espalda como nunca. En gran medida, Madrid ha perdido identidad.

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Podría pensar en distintos barrios populares madrileños (ya que algunos son un calco de otros) pero voy a centrarme en el mío, Pueblo Nuevo, que conozco bien desde que vine a vivir aquí en 1999.

Mi barrio fue siempre un barrio de gente trabajadora, relativamente tranquilo y como el resto de barrios obreros madrileños fue golpeado sin piedad por la droga en los años ochenta. Sin embargo a mediados de los noventa, poco a poco, recuperó la habitabilidad para con sus vecinos.

De aquellas épocas me llegan historias contadas por los vecinos, historias de redadas policiales, yonkis en los parques, el caso del «Nani» (vecino mío), incluso la pelea a «bombazos» caseros que mantuvieron dos familias gitanas de la zona.

Pasados la mitad de los ochenta el barrio rápidamente iba transformándose: la droga desapareció de las calles, abrieron muchos negocios y locales de todo tipo y al inicio del nuevo milenio se vivió una falsa euforia de enriquecimiento a todos los niveles.

Era un tiempo en que carnicerías y pescaderí­as estaban llenas de género de primera calidad, cuando la gente hacía cola para irse de viaje o visitar nuevos restaurantes e incluso abrieron tiendas de muebles de diseño, ropa cara y otros servicios exclusivos.

Pero entonces llegó la crisis…

Lo primero que notamos fue la enorme cantidad de carteles de «Se vende» o «Se alquila» en los portales de todas las calles, seguida del cierre en cadena de docenas de pequeños negocios.

Más tarde se establecieron en el barrio comunidades de ecuatorianos, dominicanos, peruanos, bolivianos y marroquí­es, y la ciudad siguió transformándose.

La mayoría de recién llegados se integraron muy bien (desde aquí quiero saludar a todos los comerciantes extranjeros de la calle José del Hierro, los cuales se «baten el cobre» todos los días para ofrecer sus mercancías de calidad a un buen precio).

Desgraciadamente también importamos una minoría de indeseables que comenzaron a generar problemas de convivencia y volvimos a ver cosas que creíamos superadas: ruido y suciedad en los parques, falta de civismo, reyertas, robos…

Hace un mes un vecino mío intentó matar a su mujer y hace dos en el portal de al lado de mi casa una banda latina casi mata de una paliza a un anciano para robarle. Además hubo una violación en una de las pequeñas y oscuras calles adyacentes a Arturo Soria y varios tiroteos en la zona provocados por bandas del este.

Y luego tenemos un aumento de robos mediante butrones y alunizajes de bandas españolas de delincuentes habituales.

Dejando atrás los problemas de delincuencia, el barrio adolece de otros muchos:

  • Un centro de salud colapsado tras los recortes llevados a cabo y los efectos del ansia privatizadora de los políticos madrileños en el poder.
  • Degradación del transporte a pesar de los incrementos de tarifa.
  • Más suciedad en las calles, con menos efectivos encargados de su limpieza.
  • Despidos fulminantes de trabajadores veteranos junto a una precariedad laboral creciente en las nuevas contrataciones de los jóvenes.
  • Subida inmisericorde del recibo de la luz, del litro de gasolina, de distintos impuestos…

Algunos conocidos me comentan que exagero, que las cosas no son tan negras como las pinto. Curiosamente me lo dicen quienes viven en barrios residenciales y ostentan cargos intermedios en grandes empresas o multinacionales.

En fin, Madrid quien te ha visto y quien te ve…

Tengo la suerte de mudarme en un año fuera de España, a una ciudad rica y cosmopolita que parece vivir años de prosperidad, pero mi familia, mis amigos y conocidos del barrio quedarán atrapados aquí, en mi querido Madrid que, tengo la impresión, se desliza cuesta abajo, retrocede y pierde sus mejores esencias.

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