La leyenda del beso en la nalga o la conquista de Granada

Recordando a Tip (Luis Sánchez Pollack, 1926-1999): un Groucho Marx a la española, tipo entrañable y maestro de muchos humoristas. Inconfundible con su chistera y levita negra decimonónica e inseparable de Jose Luis Coll. Aquí­ dejo un texto que se le atribuye, muestra del ingenio surrealista y absurdo que tantas veces se ha copiado después.

La leyenda del beso en la nalga o la conquista de Granada

Si empezamos con tonterí­as, terminamos y en paz. Pero como no queremos terminar, ya que somos como la UCD, vamos a seguir otros veinte años con la misma leyenda.

Ab El Hasan, de CC.OO., hallándose un dí­a en la mezquita de Córdoba sumido en problemas sobrenaturales, quedóse dormido sobre la aljofifa. El rey moro, empuñando un algorí­ de Almodóvar, se acercó a él, como aproximándose. Y díjole:

– Es la hora nona, esa hora en que los mezquí­es cubren su cuerpo con sarmiento, impregnado en bahorí­. Sube al monte y dile al Ben Zoato que no taña más campanas ni queme más saumerios. De lo contrarí­o, Granada será dominada con el seis doble.

A lo que el contertulio almoraví­ contestó sin bajarse los pantalones:

– Oh, señor. Soy hijo del Cebedeo, primo hermano de Camuñas Iscariote, sobrino de don Zanguán y nieto de Somosaguas.

Al oí­r estas palabras, la reina Isabel, que se estaba bañando por primera vez en la vida, le arrojó una corteza de la su roña a la testa, dejándolo tan mal herido que a los pocos lustros murió de una infección intestinal en el cráneo.

Granada se rinde y nosotros también. Nos vamos a acostar un rato con unas personas de distinto sexo.

Ya nos hemos levantado. Han pasado quinientos años centí­grados. ¡Qué sueño tan reparador! Lo primero que hacemos al abrir los ojos es preguntar por los Reyes Católicos. La mucama de ojos pares, contesta socarrona:

– The Catolicism Kings are in the church.
– ¿Y los moros?
– They are in the war.
– ¿Y tu padre?
– Bien. Está bien. Ahora se dedica a la doma del percebe.
– Entonces, ¿tu madre?
– A ésa no hay quien la dome. Hasta que no se case…
– Entonces tú eres una hija de…
– Sí­, mis nobles señores. Soy hija única. Y mis hermanos también.
– Luego confiesas que tienes hermanos.
– No, no confieso, porque soy mora.
– Luego confiesas que eres mora.

Una lágrima del tamaño de un neceser resbaló por alguna de sus mejillas, hasta posarse en una de sus ingles.

¡Bella mora, bella mora! -dijimos nosotros dos-. Mora que nos enamora (enamora para que rimara con mora): Mora que estás en Granada, cautiva como una corza por los reyes de Castilla (aquí puede observarse que Castilla no rima con corza). Mora que ligó sus horas a la triste suerte mí­a (como dijo Muñoz Seca). Mora, nuestro pecho implora tus amores de señora. En nuestro jardí­n las flores sin ti no tienen olor. ¿Es amor? (pregunta ella). ¿Es eccema, es herpes? ¿Qué son vuestras flores? Decid, caballero, decid.

He aquí­ que el rey don Fernando (ya saben quién es, ¿no?), que se hallaba a la sazón pignorando unas alhajas con el propósito de descubrir América y contratar actores de allá para TVE, se encontró con la desagradable sorpresa de que estaban ya todos contratados.

Fernando (le llamamos Fernando por la confianza que siempre tuvimos con él, porque si no le llamarí­amos Aurelio) se entrevistó con el jefe de programas, y este, tomándole por un figurante, le preguntó:

– ¿Qué querés vos? ¿Otro antisipo? Viejo, acá no hay plata.
– Estáis equivocado. Soy el rey Fernando.
– ¿Fernando, qué más?
– El Católico.
– ¿Apellido de la madre?
– González.
– Está bien, pibe. haré todo lo que pueda por vos.

Descolgó el teléfono y a los pocos minutos allí­ estaba López Ibor, acompañado por la orquesta del maestro Ibarbia, dirigida por Odón Alonso.

– ¡Esto es una encerrona! -gritó don Fernando.
– No, esto es una sonata de Beethoven. Habéis perdido. Ya no podéis ir a los Mundiales de Argentina.

Y conducido por dos musculosos mendigos, fue introducido en una ambulancia (por cierto, con matrí­cula de Avila) hasta el sanatorio psiquiátrico de la Moncloa.

Y allí­ sigue. Hasta que España sea de nuevo tomada por los moros.

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