La más larga de las caminatas

El relato que Cornelius Rost, un soldado del ejército alemán en la II Guerra Mundial contó al novelista Josef Martin Bauer a través de varias entrevistas, acabarí­a publicado en 1955 en forma de libro bajo el tí­tulo de So weit die Füsse tragen (Hasta donde los pies me lleven).

La novela obtuvo un éxito inmediato y se tradujo a 15 idiomas. Poco después llegó un serial radiofónico y en 1959 una serie de televisión protagonizada por el actor Heinz Weiss que rápidamente se convirtió en el primer éxito de taquilla de televisión de Alemania. Finalmente, en 2001, el director germano Hardy Martins llevó a la gran pantalla el increí­ble periplo de Rost en un producción acogida con gran éxito de crí­tica y público.


Nacido en 1919 en el Tirol austríaco, Rost estaba viviendo en Munich cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y siendo soldado alemán es capturado por el Ejército Rojo y deportado a Siberia.

Rost regresó de la prisión de guerra en Rusia en 1947 y en 1953 comenzó a trabajar en la editorial Ehrenwirth en Munich. Franz Ehrenwirth conoció la experiencia de Rost y sintiendo una buena historia le pidió que escribiera sus recuerdos. Como los escritos de Rost no eran de suficiente calidad, Ehrenwirth contrató al escritor profesional Josef Martin Bauer para dar forma al material.

En plena guerra frí­a, la novela de Bauer narraba la odisea de un teniente germano que tras ser capturado por los rusos en 1945 y condenado a 25 años de trabajos forzados en una mina de plomo siberiana en el cabo Dezhnev, junto al remoto estrecho de Bering, logró evadirse y recorrer a pie más de 14.000 kilómetros para volver a casa.


En realidad no era oficial sino un soldado raso y además Bauer lo bautiza como Clemens Forell, un seudónimo acordado porque el protagonista no quería que se revelara su identidad.

Clemens Forrell o Cornelius Rost fue uno de los más de 3,5 millones de prisioneros de guerra alemanes deportados a campos de concentración estalinistas. En la narración sufrirá mil penalidades y humillaciones en el interior de una mina insana hasta decidir escapar.

En 1949 y gracias a la ayuda de un médico alemán también cautivo, Forrell se fuga de su tortura de brutalidad y frío para enfrentarse a la perspectiva inabarcable de Siberia bajo sus pies y el resto de Rusia más allá.

Comienza así­ un auténtica epopeya por los parajes más inhóspitos del Ártico, bosques de la taiga y parajes esteparios. Se necesita muchísimo tiempo para atravesar a pata la inmensa Unión Soviética.

Hasta donde los pies me lleven, la película de 2001, ofrece una trama significativamente cambiada, donde el protagonista (interpretado por Bernhard Bettermann) es perseguido en su huida por un obstinado oficial ruso al que tiene que esquivar continuamente. Nuestro héroe habrá de enfrentarse a la hostilidad de los elementos, a la soledad, al hambre y al cansancio y saldrá vencedor gracias a una fe inquebrantable en sus propias posibilidades hasta alcanzar el destino soñado.

El escrito de Bauer alcanzó tanto éxito porque se basó en una historia real, un ingrediente fundamental para dar veracidad a este tipo de literatura de aventuras y además ayudó a satisfacer la necesidad de alivio de la sociedad de posguerra.

Muchos años más tarde, el periodista de radio Arthur Dittlmann investigó a fondo la historia y determinó que al menos parecía cuestionable al encontrar diferentes inexactitudes en el relato de Rost en cuanto a lugares y fechas. Probablemente el protagonista adornó sus experiencias en cautiverio aunque creo que eso no desluce una historia tan potente.

He visto la pelí­cula y me pareció perfectamente alemana, es decir, seria, contenida y un poco lenta. El desarrollo presenta algunos parones y quizá demasiados clichés, seguramente podía haber dado más de sí. A pesar de todo ofrece diversos alicientes que la hacen atractiva: el contexto bélico, un drama carcelario y paisajes de gran belleza (visualmente destaca gracias a una fotografía soberbia).


Debajo queda una aventura única acerca de la superación humana y una vida para el recuerdo.

Por cierto, posteriormente me he encontrado con otra enorme e imposible caminata, también huyendo de un gulag siberiano e igualmente por aquellos años de la Segunda Guerra Mundial. La protagonizó, junto a otros compañeros, el polaco Witold Glinski.

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