Las inagotables aficiones que parece tener la gente

Aunque no haya creí­do que exista canal de TV que verdaderamente respete la inteligencia del espectador, a veces pienso que la cosa no deja de empeorar. Hemos asistido a distintas rachas con un formato propagándose incontenible por buen número de canales: el tuneo de motos y coches, la supervivencia extrema, los fenómenos paranormales, cuerpos tatuados a tope… y ahora los empeños y subastas en cien variantes copan la programación.

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Admito mi afición por algunos de tales programas en canales como Discovery o Energy. Incluso otros más «serios» como Odisea y canal Historia se han subido al carro.

Vista la basura visceral, me digo a modo de excusa, casi prefiero una hora entontecido viendo mierda importada a pesar de tratarse de unos contenidos (o tal vez por ello) alejados de nuestra realidad socio-cultural.

Estados Unidos debe de ser el mayor productor de pienso para ganado televisivo de todo el mundo, pues proceden de allí­ la mayoría de fórmulas que últimamente acaparan la ya de por sí­ insensata TV hispana.

Es el tipo de producción televisiva que no espera ninguna reacción especí­fica, lo cual a lo peor tampoco está mal si eso es en parte la esencia del entretenimiento. A fin de cuentas, ¿qué prefieres, unos frikis anglosajones comprando y vendiendo de todo, probando artilugios y restaurando cualquier cosa o seguir soportando diarrea de cotilleos a diario, con sujetos medio retrasados, folklóricos arrejuntados y tertulianos enloquecidos? Tú mismo.

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Tampoco hací­a falta que nos inundaran pero bueno, como decí­a ahora es el turno de las pujas a todas horas, la compra-venta e intermediación. Tipos de una Norteamérica más o menos profunda husmean por los trasteros de Tejas o Florida en pos del santo Grial, conformando una galerí­a de curiosos personajes.

El juego atrapa por el revoltijo de artefactos encontrados y la posibilidad de soñar con un beneficio por algo que dormí­a en el pozo del olvido (Perdido, vendido reza el tí­tulo de uno de ellos).

Desde luego sorprenden las inagotables aficiones que parece tener la gente y un rato de subastas puede resultar bastante distraí­do. Luego tenemos Transportes increí­bles, muy entretenido si somos condescendientes con sus diálogos y comentarios de chichinabo.

En varios de estos llamados «Docurealities» encontrarás memeces de buen calibre, tragones de comida basura como el de Crónicas carní­voras, escenas what the fuck? en Empeños a lo bestia o Mil maneras de morir

Todo ello aderezado por un montón de «Wow!», grititos y pitidos tapa-palabrotas. Los doblajes resultan pésimos, hay bastante reiteración y muchos sobreactúan.

En realidad los guionistas lo envuelven todo para dar un punto de intriga y dramatismo de pegote, tratando de poner la misma emoción a la subasta de una maleta que a la escena en que una criatura monstruosa está a punto de zamparse al aventurero de turno.

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Y sin embargo se esconden bajo este circo algunas joyas del entretenimiento como Cazadores de mitos, todo un veterano, La casa de empeños, simpáticos tí­os o Así­ se Hace (How it’s made), siempre hipnótico.

Además, asistir a la transformación de algo arrinconado en algo bien restaurado que vuelve a la circulación reconcilia con el carácter humano y ayuda a que programas así­ enganchen. En el mismo sentido funciona por ejemplo Maestros de la restauración. Y si hay un programa sobre coches bien hecho, nadie me moverá del sofá. En tal sentido, Top Gear y Joyas sobre ruedas (Wheeler Dealers), curiosamente ambos británicos, cumplen perfectamente como opciones seguras.

Así­ transcurren plácidamente las tardes de modorra veraniega.

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