Lecciones de la Comunitat

El comentario de delegados gubernamentales, jefes policiales y demás responsables tras la represión vergonzosa llevada a cabo por los antidisturbios anteayer en la ciudad de Valencia contra jóvenes estudiantes, ha sido el de siempre: «respuesta proporcionada». La misma posición de partida ante cualquier panorama de conflictos.


Y como tantas otras veces, determinados medios van más allá y tildan dicha actuación como «impecable»; por último siempre se descuelga algún imbécil afirmando que la actuación de los antidisturbios fue «exquisita» (pero a esos hay que echarles de comer aparte). A continuación sigue una defensa de la legalidad del estado de derecho cuyos cuerpos de seguridad velan por salvaguardar nuestra democracia constitucional y simplemente neutralizan a radicales y grupos antisistema teledirigidos desde la sombra y bla bla bla… Habrí­a que dilucidar qué es eso de «antisistema».

Sin embargo después de ver imágenes y ví­deos de lo ocurrido y leer declaraciones de testigos, a un mero espectador le queda una sensación amarga y la duda de si ese tipo de policí­a va a protegerte o más bien a vigilarte y en caso de manifestar disconformidad, denunciar injusticias o alzar tu voz contra el estado de las cosas, considerarte con resentimiento y llegado el caso, que llega, apalearte profesionalmente.

Aplicar fuerza bruta en las calles sin miramientos atropellando a todo cuerpo presente es, además de bochornoso, la reacción de gestores que no admiten réplica, mandamases dispuestos a emplear la autoridad como un rodillo al igual que en los viejos tiempos. Tenemos una clase polí­tica con miedo a la gente corriente, siempre aclarando la voz y elevando el tono para recordarnos que la democracia no es negociable (siempre que ellos dirijan el gobierno) y que la constitución no se cuestiona (aunque la vivienda sea un bien de lujo, aunque no todos seamos iguales ante la ley, aunque alberguemos una mala sospecha de la actuaciones del rey).


No saben lidiar con la discrepancia, por eso la aplastan. En nombre de la democracia han golpeado a estudiantes que protestan desde hace dos años por la precaria situación de los centros escolares valencianos, precisamente una comunidad endeudada, con elevados í­ndices de paro, corrupción y fracaso escolar. En esta y otras comunidades autónomas, después de los últimos años, ese parece que va a ser el legado de sus polí­ticos.

Huele mal este paí­s. Mes a mes el paro, la precariedad y en definitiva el empobrecimiento, alcanzan a más familias mientras persisten sueldos de escándalo y grandes privilegiados. Las desigualdades se ahondan, los derechos y libertades de los trabajadores van recortándose entre aplausos de un empresariado infame y retorcido. Para colmar el vaso, abuso policial.

El brazo armado del poder solo obedece órdenes. Un día le arruinan la vida a uno cualquiera culpable de pasar por allí­, por la ví­a pública. Pero los responsables quedarán impunes.

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