Los Burros: Mi novia se llamaba Ramón

«Sus besos, sus palabras de amor, se van a quedar siempre en la autopista».

Habí­amos dejado a Manolo Garcí­a y los suyos montando el tinglado de Los Burros, segunda parte de Los Rápidos. En 1981 Joaquim Portet Serdá (Quimi), quien tocaba la guitarra en un grupo de Vic llamado Kul de Mandril coincide con Los Rápidos en un festival de Rock y éstos deciden incorporarle a la banda.

El grupo quedó así­: Manolo Garcí­a (voz), Quimi Portet (guitarras), Jose Luí­s Pérez (guitarras), Pepe López Jara (bajo) y Quim Benitez (baterí­a, sustituido poco después por Dudi Martí­nez).

Las primeras actuaciones tienen un tinte cuasi familiar, con un puñado de incondicionales de Barcelona y alrededores pero las puestas en escena resultan impactantes y originales, con objetos raros, vistosas explosiones de polvos de talco y humos de colores.

Hacia 1985 asistí a uno de sus números en el extinto Rockódromo de Madrid. Entonces, con los acordes arábigos de A cualquiera puede sucederle surgieron unos tipos extraños volteando linternas de luz blanca y con embudos en sus cabezas.

Después de patearse compañí­as con la maqueta de Huesos hubieron de autoeditarse el LP con la ayuda económica de Toni Coromina, un amigo del grupo. Finalmente Belter dio salida al disco Rebuznos de amor (1983). Como ya sucediera con Los Rápidos las crí­ticas fueron tan favorables como exiguas las ventas (unos 2.000 copias).

Rebuznos de amor combina el estilo sencillo de Los Rápidos y un clásico y potente sonido Pop-Rock junto al gusto por el surrealismo en las letras propio de Quimi.

Salieron tres singles: Mi novia se llamaba Ramón, Huesos y No puedo más, del que ganaron un premio por el videoclip.

Lucharon autopromocionándose hasta conseguir conciertos, incluso ellos mismos distribuyeron el disco por tiendas pero, sin más ayudas, el esfuerzo resultó estéril. Hartos de moverse sin apoyos renunciaron al contrato de la discográfica y volvieron a sus quehaceres: Manolo siguió como diseñador gráfico, Quimi desempeñando varios oficios y Quim Bení­tez de carpintero.

En aquella época los escuché por primera vez en Radio 3 y desde un principio estuve convencido de que estábamos ante un grupo más que prometedor, fuera de serie. De hecho el disco está plagado de temas que resultarían con el tiempo míticos: Huesos, Conflicto armado, Moscas aulladoras, perros silenciosos, El faro del fin del mundo… Brillantes composiciones de una lírica oscura e intensa se suceden a un ritmo vertiginoso que apenas te da respiro.

Vistas las escasas ventas, la discográfica pronto les retiró su apoyo. Sin embargo dejaron grabadas maquetas que en 1987 recogería un Mini-LP, Jamón de burro, donde aparecen por ejemplo Tú me sobrevuelas o Rosa de los vientos, uno de los himnos más apasionadamente juvenil que he escuchado.

Por fortuna la cosa no habí­a acabado; muy pronto comenzarí­a la gran aventura de El Ultimo de la Fila.

En Mi novia se llamaba Ramón, detrás el devaneo literario y socarrón de la letra de Quimi (hubo quien pensó que habí­a mensaje gay incluido), late una historia plenamente trágica y estremecedora que por motivos personales hice mí­a. Sobre el ritmo monótono que agranda su intensidad dramática, canta Manolo un tema único.

Los Burros
Mi novia se llamaba Ramón

LETRA

Estoy triste.
Ayer mismo mi novia murió.
Tan bonita
y un camión me la atropelló.

Su bello cuerpo quedó aplastado,
su cráneo botó como un balón,
su nombre no es de los que se olvidan,
mi novia se llamaba Ramón.

Tantos años
saliendo juntos a pasear
y el dinero
que con ella yo llegué a gastar.
Ya nunca más iremos al baile.
Ya nunca más iremos al bar.
Todo se convirtió en un recuerdo,
mi novia se llamaba Ramón.

Mi novia se llamaba Ramón, eso qué más da,
se murió muy deprisa;
las palabras que terminan en «ón» esas suelen ser para morirse de risa.
Mi novia se llamaba Ramón, y eso qué más da,
una chica muy lista;
sus besos, sus palabras de amor, se van a quedar siempre en la autopista,
como notas de una canción.

Estoy triste.
Ayer mismo mi novia murió.
Tan bonita
y un camión me la atropelló.

Su bello cuerpo quedó aplastado,
su cráneo botó como un balón,
su nombre no es de los que se olvidan,
mi novia se llamaba Ramón.

Mi novia se llamaba Ramón, y eso qué más da,
se murió muy deprisa;
las palabras que terminan en «ón» esas suelen ser para morirse de risa.
Mi novia se llamaba Ramón, eso qué más da,
una chica muy lista;
sus besos, sus palabras de amor, se van a quedar siempre en la autopista,

Mi novia se llamaba Ramón, eso qué más da, se murió muy deprisa;
las palabras que terminan en «ón» esas suelen ser para morirse de risa…

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