No pudieron con su sonrisa

La leyenda del indomable (Cool Hand Luke, 1967) es uno de esos clásicos favoritos de siempre y aunque no el único, sí­ un tí­tulo muy señalado para acercarse a la figura inolvidable de Paul Newman.

Luke Jackson, un joven impulsivo e inconformista, es condenado a dos años de prisión tras causar destrozos estando bebido. En la cárcel su carácter chocará frontalmente con las rígidas normas de la institución y también con los presos que se encuentran allí.

La acción se desarrolla en una prisión sureña de carretera de las que crean género y estereotipos. Bajo un sol abrasador, el espí­ritu libre de Luke lucha contra todo y contra todos en sus obstinados intentos de fuga. A más castigos, mayor el ansia de libertad.

Los «Jefes» no interfieren en los asuntos de los presos mientras cumplan las reglas simples y primitivas que impone la institución: acatar las órdenes y callar. Pero Luke no se adapta a la brutalidad jerárquica ni a la apatí­a de la vida cotidiana en reclusión y las sanciones llueven sobre él sin cesar.

«¿Puedo quitarme la camisa, jefe?»

Con tan sencillos elementos el director Stuart Rosenberg (Brubaker, El viaje de los malditos, Con el agua al cuello) arma una pelí­cula seductora que aprovecha la plenitud de Paul Newman y se apoya en la intervención de unos secundarios de lujo: George Kennedy, Dennis Hopper o Harry Dean Stanton.

En este relato realista, duro y tierno a la vez, hay dos secuencias especialmente para el recuerdo: el barrigón de Newman tras zamparse 50 huevos duros en apuesta en la que se involucra para demostrar su fuerza de voluntad, y por otro lado la explosiva aparición de la actriz Joy Harmon, una rubia que caldea los ánimos de los presidiarios hasta límites insospechados.

Su escena lavando el coche, además de ser considerada uno de los momentos más tórridos del cine (sólo apta para braguetas resistentes), inspirarí­a infinidad de anuncios de televisión, videoclips y hasta parodias.

Cine carcelario de altura con un brillante trabajo de cámara que mima los detalles visuales: cómo olvidar las tomas reflejadas en las gafas de sol del agente inexpresivo para exponer al verdugo sin rostro. Y al mismo tiempo, una mirada caústica al sistema penitenciario norteamericano bajo el calor persistente del sur, con una variada galería de personajes sudorosos y un protagonista que al negarse a ser sometido se convierte en un héroe a los ojos de sus compañeros de prisión.

Luke se gana con su carácter rabiosamente independiente la admiración de los demás y de paso debilita al mando. Podemos señalar La leyenda del indomable como una fábula contra el autoritarismo y a pesar de la derrota, un canto a la libertad personal.

La película de Rosenberg pone de relieve la violencia sorda que ejerce el abuso de poder cuando es sádico y arbitrario y viene amparado por un código penal inmisericorde que no concede redención posible a los que están tras los barrotes.

En definitiva, un alegato a favor de la rebeldí­a como acto de auto afirmación en un entorno hostil.

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