Simo Häyhä o la muerte blanca

Un tipo oculto con mucha punterí­a que desde la distancia dispara a objetivos seleccionados… Hablar de francotiradores produce escalofrí­os. De cumplir con eficacia su cometido, lo que se ha venido en llamar «One shot, one kill» (un disparo, un muerto), el francotirador sembrará el pánico de un modo devastador.

La II Guerra Mundial fue un escenario donde se hizo uso intensivo de estos mensajeros de la muerte, también denominados Snipers, seleccionados de entre aquellos que destacaban por su precisa punterí­a. Fue una táctica habitual más.

Vasily Zaytsev, a la izquierda, con otros francotiradores soviéticos durante la Batalla de Stalingrado (diciembre de 1942).

En un sangriento ranking de quienes más objetivos abatieron entre las filas enemigas figuran varios rusos celebrados por el régimen estalinista como Yakovlevich y Vasili Záitsev, y por parte de los alemanes Erwin Koning (presuntamente abatido por el anterior), Matthäus Hetzenauer y Heinz Thorvald, uno de los mejores francotiradores de la Segunda Guerra Mundial (456 bajas) pero cuya existencia no está suficientemente probada.

Sin embargo un pequeño finlandés los superó a todos: Simo Häyhä, hombre modesto, sencillo y de amplia sonrisa cuya existencia sí que puede probarse plenamente.

Vida temprana

Simo nació en 1905 en una población cercana a Tampere, al sur de Finlandia, y creció junto a siete hermanos en una granja humilde, en un entorno marcado por la dura climatología nórdica.

Desde muy joven despuntó como excelente cazador y con sólo 17 años se unió voluntario a la Guardia Blanca de la milicia formando parte de un batallón ciclista. Demostró una gran técnica y destreza en las prácticas de tiro y al finalizar el servicio regresó a su tierra para dedicarse a lo suyo: agricultura, ganaderí­a y caza.

Además participó con éxito en competiciones de tiro de su región, de hecho su casa estaba llena de trofeos que demostraban no solo una gran puntería sino también sus dotes como esquiador.

Un jovencísimo Simo Häyhä

La Guerra de Invierno

A pesar de que Finlandia había obtenido la independencia de la Unión Soviética en 1917 de manera pacífica, las relaciones entre ambos países continuaban siendo tensas.

Stalin se percató de que la frontera finlandesa que cruza el istmo de Karelia estaba a sólo 32 Km. de Leningrado, siendo una excelente base para una invasión germana en el caso de conflicto con la Alemania Nazi.

Los soviéticos presionaban a Finlandia con objeto de desarrollar una defensa común contra Alemania, pero las demandas de los primeros se hicieron cada vez más exigentes.

En 1939 la Unión Soviética y Alemania firmaron el Pacto Mólotov-Ribbentrop de no agresión que contenía una cláusula secreta para repartirse los países de la Europa Oriental.

Los rusos exigieron a Finlandia replegar su frontera 25 Km. y permitirles establecer una base naval. El gobierno finlandés se negó.

Sólo un par de meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, noviembre de 1939, la Unión Soviética atacó Finlandia con 23 divisiones que sumaban 450.000 hombres.

Stalin pretendí­a conquistar el paí­s rápidamente haciendo valer la superioridad de sus fuerzas (3 a 1) pero la inusitada resistencia finlandesa lo impidió.

Soldados finlandeses en la Guerra de Invierno

Finlandia sólo pudo movilizar a 180.000 hombres pero los había entrenado en tácticas de guerrilla, en el uso de esquíes para desplazarse, conocía el terreno y disponía de trajes de camuflaje eficientes.

Aunque los rusos consiguieron romper la defensa finlandesa, sufrieron enormes bajas y una pérdida de credibilidad internacional por parte del Ejército Rojo, lo que a su vez influyó en la decisión de Hitler de lanzar poco después la Operación Barbarroja.

Finlandia aguantó hasta marzo de 1940, fecha en que un tratado de paz resolvió ceder casi el 10% del territorio y el 20% de su capacidad industrial a la Unión Soviética.

Al menos el paí­s nórdico retuvo su soberaní­a, logró mantenerse después al oeste del telón de acero y su resistencia despertó simpatí­as en todo el mundo.

El Mosin-Nagant

Al inicio de la Guerra de Invierno, Simo Häyhä habí­a sido llamado a filas como soldado de infanterí­a.

En dicho conflicto Häyhä destacó en la dura campaña del río Kollaa utilizando el fusil estándar M28 Pystykorva, una variante finlandesa del fusil soviético Mosin-Nagant.

Él prefería no usar mira telescópica, ya que con frecuencia los francotiradores eran delatados por el reflejo del sol en las lentes y a temperaturas tan bajas las miras podían empañarse o romperse con facilidad.

Fusil Mosin-Nagant M28 Pystykorva

El Mosin-Nagant venía fabricándose desde 1892 aunque a lo largo de los años conoció múltiples modificaciones para modernizarlo. Entre sus virtudes estaba la resistencia, fiabilidad, exactitud y facilidad de mantenimiento. Finlandia adquirió muchos de estos fusiles en los años 1920 y los perfeccionó.

Adaptado como fusil de francotirador, fue ampliamente usado por los soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial (destacó por ejemplo en la Batalla de Stalingrado) y en años posteriores la Unión Soviética dejó de producirlos y los retiró del servicio.

A pesar de esto, los Mosin-Nagant seguirían siendo utilizados en el Bloque del Este y en el resto del mundo durante varias décadas e incluso en la España de 1940-1950 no era extraño ver a parejas de la Guardia Civil patrullando con esta arma en zonas rurales, aprovechando el armamento de procedencia soviética capturado al ejército de la República.

El milagro de Kollaa

Con temperaturas de entre 20 y 40 grados bajo cero, camuflado de blanco como la nieve circundante, una frialdad fuera de lo común y gracias a su depurada técnica, Simo abatí­a enemigos como un cazador nato e implacable: oficialmente 505 soldados soviéticos, extraoficialmente 542.

Disparaba al parecer sentado, postura más adecuada para su baja estatura (1,60 cm.). Otra de sus tácticas consistía en compactar la nieve delante de él para que al disparar no se removiese y, para evitar que el vaho de su aliento le delatase, se metía nieve en la boca.

Simo Häyhä con su fusil durante la Guerra de Invierno

Su registro de ví­ctimas no lo ha superado ningún sniper hasta el dí­a de hoy y más si pensamos que se produjo en un perí­odo muy corto, unos 100 dí­as.

Debido a los trastornos que ocasionaba su infalible punterí­a, el pavor que provocó el pequeño finlandés entre las filas rusas debió ser terrible, hasta el punto de que lo apodaron Biélaya Smiértch («La muerte blanca») y se elaboraron diversos planes para acabar con él. No tuvieron éxito.

Las bajas habrí­an sido todaví­a mayores si en marzo de 1940 no se hubiera tenido que retirar tras ser alcanzado en la cara por una bala explosiva del enemigo. Los compañeros que lo recogieron manifestaron que le faltaba la mitad de su cara: la bala le había aplastado la mandíbula y quitado la mayor parte de su mejilla izquierda.

No murió, sin embargo. Acabó recuperándose, siendo ascendido de Cabo a Subteniente y condecorado.

Simo Häyhä en 1940, con las secuelas en el rostro provocadas por el proyectil enemigo

Vida posterior

Después de la Segunda Guerra Mundial Häyhä se convirtió en un exitoso cazador de alces y criador de perros e incluso cazó con altas personalidades como el presidente finlandés Kekkonen.

Simo falleció en 2002 a los 96 años de edad. Su gesta lo convirtió en héroe de guerra en su paí­s y, como cabe suponer, todo un mito en el mundo de los amantes de las armas y demás.

Nuestro personaje de hoy debió de ser un hombrecillo parco en palabras, austero y sencillo. Preguntado en 1998 por cómo llegó a ser tan buen tirador simplemente contestó que «practicando» y, sobre su impresionante récord de muertes, decí­a:

«Hice lo que se me ordenó lo mejor que pude».

En la actualidad en el paí­s nórdico se celebran anualmente distintas competiciones de tiro que llevan su nombre.

Nota adicional

Los francotiradores no fueron exclusivos de tal o cual paí­s. Como hemos dicho participaron durante la II Guerra Mundial gran número de ellos en distintos ejércitos y en diferentes latitudes.

Lyudmila Pavlichenko

Y no sólo hubo francotiradores masculinos; también destacó la rusa Lyudmila Pavlichenko, a quien se le atribuyen un total de 309 muertes confirmadas, incluidos 36 francotiradores enemigos.

Se calcula que durante la guerra fueron 2.000 las francotiradoras soviéticas y sólo unas 500 sobrevivieron.

En 1942 las heridas causadas por fuego de mortero la obligaron a retirarse. Alcanzó el rango de mayor, recibió la condecoración de Héroe de la Unión Soviética y ya no regresó al frente, si bien como instructora entrenó a cientos de francotiradores antes del fin de la guerra.

En su calidad de heroí­na realizó una visita de propaganda a Canadá y Estados Unidos, siendo la primera persona de la Unión Soviética en ser recibida por un presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt.

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