Sin noticias de alguien con poderes paranormales

«Me preocupa que la pseudociencia y la superstición se hagan más tentadoras de año en año, el canto de sirena más sonoro y atractivo de la insensatez. (..) Siempre que afloran los prejuicios étnicos o nacionales, en tiempos de escasez, cuando se desafí­a a la autoestima, cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea. Tiembla su pequeña fuente de luz. Aumenta la oscuridad. Los demonios empiezan a agitarse».

Carl Sagan. El mundo y sus demonios: La ciencia como un candil en la oscuridad (1996)

Venid a mi.

Oh, sí: tengo facultades premonitorias, descifro el lenguaje de los sueños, os traduzco las señales del mundo de los sí­mbolos que al venir envueltas en luces esquivas, sólo yo puedo comprender. Sondeo la energí­a que emana de las personas y las piedras. Tengo la virtud de sostener sobre mis espaldas todo vuestro dolor y de aliviar vuestro padecimiento.

Os comprendo, sufro por todos vosotros…

Os diré qué haremos; por una pequeña cantidad de vil metal soplaré magia sobre vuestra cara, mirando fijamente un punto lejano o en el fondo de vuestros ojos asustados. Et voilà, hecho el exorcismo, el servicio habrá concluido satisfactoriamente. Que pase el siguiente, por favor.

Tiene gracia la cosa. En pleno S. XXI cada vez más canales de televisión dedicados exclusivamente a magufadas de cualquier í­ndole. Si no tuviéramos bastante con soportar a los párrocos furibundos que te riñen desde un plató, existe además toda una fauna de colorido pelaje: señoras con excesivas ojeras que miran a la cámara con cansancio, interceptores de mensajes invisibles que según aseguran circulan continuamente sin que nos demos cuenta, trastornados interpretando tu vida por medio de los monigotes dibujados en unas cartas e innumerables cortapepinos y doblacucharas.

Como avisara el maestro Sagan, en tiempos especialmente crí­ticos, y éste sin duda lo es, los demonios empiezan a agitarse.

¡No desfallezcáis! Yo tampoco conozco a nadie con poderes paranormales. Pasan y pasan los años y vas descubriendo algunas respuestas sin que por ello las preguntas cesen de aumentar. Eso no es malo aunque lo parezca; es el sentido propio de la vida preguntarnos por el funcionamiento de la naturaleza, de la sociedad, del misterioso pozo de nosotros mismos y nuestras complicadas relaciones.

No conozco a nadie con poderes paranormales pero sí­ con poderes fenomenales: estúpidos que ganan mucha pasta sin que llegues a comprender nunca por qué, gente de la hermandad del mí­nimo esfuerzo que aprovecha para sí­ el sudor de otros, trepas divertidos, personas sin luces ni nivel de seriedad vendiéndose como los mejores profesionales, especialistas en convertir sus escasas cualidades en el trabajo en apreciadas virtudes… El mundo sin ellos serí­a distinto.

Lo que sí­ resulta digno de estudio es la cantidad de gente que cree en lo paranormal y el dinero que de ellos obtienen los que aprovechan los frutos de la incertidumbre.
Vale para lo dicho la mecánica misma de la religión. Y si no escuchad lo que Dios, alabado sea, ha dicho al respecto (sí­, Dios también tiene su blog personal):

«Por suerte para la fe, hijos Mí­os, el ser humano manifiesta una proverbial capacidad de creer aquello que ansí­a creer, al margen de cualquier evidencia en contra. Para ello es necesaria una mentalidad capaz de elaborar únicamente razonamientos en los que se utilizan de forma exclusiva premisas cuidadosamente seleccionadas en función de la conclusión que se desea obtener y se desechan arbitrariamente aquellas que puedan resultar inconvenientes, por muy numerosas y evidentes que puedan ser.

Cuando la necesidad de creer algo es acuciante, nunca son necesarias las pruebas a favor ni suficientes las evidencias en contra. Todo lo más se fabrican argumentaciones auto-justificantes a favor de «Mi existencia» tan simples como que no puede ser que la vida no tenga ningún sentido transcendente. Así­ es como, desestimando todas las contradicciones que conlleva «Mi existencia», se acaba considerando lógico aquello que se desea que así­ sea de una forma completamente injustificada y visceral.

Viene a ser como decir: Dios puede existir o no pero ¿a ti que te pide el cuerpo? ¿que exista?. Pues siendo así­, esa es la incontestable prueba de su existencia. Al fin y al cabo el cerebro humano tiene una gran tendencia a ahorrarse largos y sesudos razonamientos buscando cómodos atajos en lo sobrenatural. Esa facilidad para creer en lo que se desea creer ha sido siempre muy bien explotada en provecho propio por brujos, hechiceros, curanderos, astrólogos, magos, parapsicólogos, clérigos, sacerdotes, chamanes, videntes y demás profesiones sustentadas por la credulidad.

Ante el hecho de que el individuo sea levemente consciente de la pequeñez y la insignificancia de su existencia le provoca frecuentemente un pánico existencial ante el que busca refugio en la religión. En base a esta necesidad de creer se construye toda la absurda estructura religiosa y sus justificaciones asociadas acerca del mundo y de la naturaleza del hombre.

Muy a menudo, devota feligresí­a, el miedo a mi no existencia es la única prueba utilizada a favor de ésta. Eso es completamente absurdo e irracional hijos Mí­os, pero es el verdadero fundamento de la fe que sustenta religiones como la mí­a, la única verdadera». (Creer por creer)

Empecé a escribir sobre este tema porque me gustó mucho la ocurrencia de Eugenio Fernández Aguilar, profesor de Fí­sica y bloguero. Se trata de una divertida iniciativa que nos propone una pequeña cruzada contra timadores magufos y para ello colocó un contador en su blog que suma los dí­as que lleva sin conocer a nadie con poderes paranormales e invita a los demás a sumarse a la idea. También me he apuntado.

Hay un montón de personas que aseguran tener algún tipo de poder extrasensorial. Algunos consiguen contrato en programas de televisión u otros medios, otros montan consultas y sacan el dinero que buenamente pueden a sus crédulos clientes. Sin embargo todo sigue como antes: a dí­a de hoy nadie ha podido demostrar cientí­ficamente ningún poder paranormal.

Prefiero este pensamiento que leí­:

«El cerebro nos permite soñar, enamorarnos y no digamos oí­r, hablar, recordar, pensar… ¿No te parece que todas esas cosas son ya muchas como para que, además, el cerebro tenga otros poderes?».

Carlos Álvarez, doctor en Psicología y autor de «La parapsicología ¡vaya timo!»

Ideas y fuentes:
El blog de Dios
¿Tiene usted poderes paranormales?
El desafí­o de James Randi, azote de magufos
Sin dioses.org, sitio dedicado a promover el librepensamiento, la separación de la Iglesia y el Estado, el escepticismo, la divulgación cientí­fica y el ateismo.

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