Steve McQueen

Vivir una vida idealista y heroica, sin frustraciones ni remordimientos, sin afectar a nadie, es imposible. Hemos de confrontar nuestras metas con aquello que consideramos correcto y al mismo tiempo contar con los demás, al menos con quienes nos aprecian o sostenemos algún tipo de relación estrecha.

En el epicentro de todo conviven agitándose innumerables zonas grises donde realmente hay que dar la talla entre sucesivos altibajos.

«If I hadn’t made it as an actor, i might have wound up a hood.»
(«Si no hubiera tenido éxito como actor, podrí­a haber acabado como un delincuente».)

Steve McQueen personifica el anti-héroe de Hollywood en un momento en que la contracultura norteamericana cuestionó lo que significaba ser un verdadero «héroe». Fue pupilo de una libertad que tememos tanto como envidiamos, algo así­ como la que debe sentir un jinete en una carrera desconocida a toda velocidad.

Hijo de madre soltera, Terrence Stephen McQueen nació en 1930 en un suburbio de Indianápolis, hijo de un piloto acrobático que abandonó a la madre de Steve seis meses después de conocerla. Ésta, de sólo 19 años e incapaz de lidiar con el cuidado de un niño, lo dejó a cargo de sus padres en Missouri.

La madre de McQueen se casó después y cuando el pequeño contaba ocho años lo trajo a vivir con ella y su nuevo esposo.

«El día que salí de la granja el tío Claude me dio un regalo de despedida, un reloj de bolsillo dorado con una inscripción: «A Steve, que ha sido un hijo para mí».

Su tío abuelo Claude es lo más parecido a un padre que conoció y de él siempre guardó un grato recuerdo.

Disléxico y parcialmente sordo debido a una infección del oído, Steve no se adaptó bien a la escuela ni a su nueva vida. Su padrastro lo golpeaba hasta tal punto de que a los 9 años ya escapaba frecuentemente a las calles. Más tarde recordó a su padrastro como «el primer hijo de puta«.

A pesar del aplomo y seguridad que reflejaban sus personajes, profesionalmente McQueen siempre fue exigente, difícil y con poca paciencia.

Pronto se integró en una pandilla y estaba cometiendo delitos menores. Incapaz de controlar su comportamiento, su madre lo envió de regreso con sus abuelos pero a los 14 años dejó la granja sin despedirse y se unió a un circo por un corto espacio tiempo. Volvió con su madre y su padrastro, que se habían trasladado a Los Angeles, reanudando la vida de pandillero y metiéndose en líos. Una vez que la policía lo pilló robando su padrastro le pegó arrojándolo por unas escaleras. McQueen le dijo entonces: «Si me vuelves a poner tus apestosas manos encima, te juro que te mataré«.

Después de este incidente, el padrastro convenció a la madre (que por otra parte tenía problemas con el alcohol) para firmar una orden judicial asegurando que McQueen era incorregible y remitiéndolo a un centro californiano para adolescentes problemáticos.

Allí McQueen comenzaría a cambiar poco a poco y a madurar hasta que abandonó el reformatorio a los 16 años. Cuando más tarde se hizo famoso como actor, mantuvo la relación regresando regularmente para hablar con los niños residentes.

De nuevo con su madre (que se había mudado a Nueva York), decide enrolarse en un barco mercante con destino a la República Dominicana. Allí dejó el puesto y estuvo empleado en un burdel. Poco después regresa a Texas y no deja de saltar de un trabajo a otro, por ejemplo como vendedor o leñador en Canadá. Arrestado por vagancia en el sur profundo, tuvo que cumplir 30 días de trabajos forzados.


Con su primera esposa Neile Adams y su hija Terry (Los Ángeles, 1964). Neile era una actriz, cantante y bailarina de origen filipino que hizo más de 20 apariciones en películas y series de televisión entre 1952 y 1991.

En 1947, después de recibir el permiso de su madre (aún tenía 17 años), McQueen se alistó en el Cuerpo de Marines. Aunque intentó amoldarse en el campo de entrenamiento, fue degradado varias veces por distintos incumplimientos en la disciplina del servicio.

No obstante McQueen resolvió superarse personalmente y terminó abrazando la disciplina. Salvó la vida de otros cinco marines durante un ejercicio en el Ártico y es asignado a la guardia responsable de proteger el yate del presidente Harry S. Truman. En 1950 se licencia con honores. Como explicó más tarde, la época con los marines significó para él un período formativo en el que aprendió a llevarse mejor con los demás.

En 1952 recaló en Nueva York, en el Village, un hervidero de artistas. En aquellos años de posguerra el gobierno norteamericano ofrecía ayuda financiera a los exmilitares para formarse y reintegrarse en la sociedad civil y aprovechó el dinero para estudiar interpretación en el prestigioso Actors Studio de Lee Strasberg.


McQueen siempre estaba dispuesto a competir en toda carrera con motor que se le pusiera por delante. Sólo los numerosos compromisos cinematográficos se lo impidieron.

Apasionado de los coches y las motocicletas, McQueen comenzó a ganar dinero compitiendo en carreras de motos de fin de semana en Long Island donde destacó como piloto. Con las primeras ganancias compró una Harley-Davidson y una Triumph.

Pronto tuvo pequeños papeles en producciones teatrales y una breve aparición televisiva. El productor de teatro y cine Hilly Elkins tomó nota y decidió que el cine de serie B sería un buen lugar para que el joven actor dejara su huella. A fines de 1955, McQueen cambió Nueva York por Los Ángeles y buscó oportunidades en Hollywood.

El primer papel cinematográfico de McQueen es Marcado por el odio (1956), dirigida por Robert Wise y protagonizada por Paul Newman; posteriormente es contratado para Nunca ames a un extraño, La masa devoradora, su primer papel principal y Asalto al Banco de San Luis (1959).

Su oportunidad llega en 1958 con el personaje de cazador de recompensas en la serie de TV Wanted: Dead or Alive. No tardó en hacerse muy conocido forjando una imagen rebelde tanto en los personajes que interpretaba como al margen de ellos. Hollywood se hizo con el icono y el resto es historia.

La década de los 60 cimentó su prestigio y fama, logrando ser una de las más rutilantes estrellas del celuloide y uno de los favoritos del público.


Los siete magníficos: Yul Brynner, Steve McQueen, Horst Buchholz, Robert Wagner, Charles Bronson, Brad Dexter y James Coburn.

Los Siete Magníficos, 1960 (pocas veces asistiremos en un western a tal recital de frases lapidarias) se convirtió en el primer gran éxito de McQueen. El toque especial que supo imprimir en las escenas, sus gestos con un arma o tocándose el sombrero, catapultaron su carrera. Cuentan que Yul Brynner anduvo muy molesto y protestó repetidamente porque McQueen le robaba todo el protagonismo.

En 1963 con la emblemática La gran evasión, McQueen reforzó su estatus de superestrella y después de películas como Nevada Smith y El rey del juego, obtuvo en 1966 su única nominación al Oscar por su papel en El Yangtsé en llamas.

Siguió en 1968 una de sus películas más conocidas, Bullitt, que presentó una persecución de coches a través de San Francisco como nunca se había visto, luego imitada hasta la saciedad. Su coche era el mítico Ford Mustang GT 390, mientras que el del antagonista es un Dodge Charger.


Steve McQueen con el Mustang durante la filmación de Bullitt en 1968

Bullit fue un gran éxito de taquilla y Warner Bros. quiso continuar la senda pero Steve rehusó optando para su trabajo siguiente por un estudio independiente y un cambio de imagen con El caso de Thomas Crown.

En la década de 1970 se hicieron más escasas sus apariciones aunque con títulos tan destacados como Le Mans, La huida (donde conoció a su segunda esposa Ali MacGraw), Papillon, la gran aventura vital de Henri Charriere llevada al cine y en 1974 El coloso en llamas con Paul Newman, por la que recibió 1.000.000 de dólares más un porcentaje del bruto. En esos momentos Steve McQueen era el actor mejor pagado del mundo.

Después de eso desapareció del foco público para dedicarse a disfrutar del tiempo libre con las carreras de motos y viajando por todo el país en una autocaravana. Era un loco entusiasta del mundo del motor que aprovechaba la mínima ocasión para conducir los vehículos en sus películas. Además consideró seriamente dedicarse a piloto de carreras profesional, de hecho participó en un buen número de campeonatos sobre dos y cuatro ruedas.

Creó una compañí­a a la que denominó Solar Productions. No volvería a actuar hasta 1978 con El enemigo del pueblo.

Paul Newman y Steve McQueen: choque de rivalidad y de egos en El coloso en llamas. McQueen, que no quería quedar eclipsado por Newman, exigió el mismo salario y el mismo número de líneas de diálogo que Newman. Durante el rodaje, ambos utilizaron diversas tácticas furtivas para destacar sobre el otro.

El destino le tenía reservada una mala jugada cuando los médicos le anunciaron que padecía cáncer de pulmón. Steve McQueen no terminó de asimilarlo e hizo lo posible para curarse, recurriendo con sustanciosas cantidades de dinero a profesionales de dudoso prestigio que le prometían la salvación. Murió en 1980 en Ciudad Juárez, Méjico a los 50 años de edad. Se cree que la enfermedad pudo estar relacionada con la inhalación de amianto que contenían los trajes que usaba para limpiar los cascos de los buques de la Marina.

Algunas curiosidades de Steve McQueen

  • Steve poseía alrededor de 100 motocicletas clásicas y también unos 100 coches que incluyen: Porsche, Jaguar, Ford GT 40, Ferrari…
  • También voló y poseía entre otros aviones, un Estearman de 1945, un Piper de 1946 y un biplano Pitcairn PA-8 de 1931 del Servicio Postal de EE.UU.
  • La noche del 9 de agosto de 1969 en la que el clan de Charles Manson asesinó a Sharon Tate en la casa de Polanski, McQueen estaba invitado a cenar pero al final lo canceló por tener otros planes.
  • Rechazó o no pudo llevar a cabo un buen número de papeles protagonistas en cintas importantes que le ofrecieron: Desayuno con diamantes, Dos hombres y un destino, Apocalypse Now, Harry el sucio, The French Connection… incluso Steven Spielberg dijo que había sido su primera opción para Encuentros en la tercera fase.
  • Fue uno de los amigos personales de Bruce Lee.
  • Durante un tiempo fue guardaespaldas suyo M.A. Barracus de El equipo A.
  • Tuvo una vida sentimental inestable. Además de numerosos romances, se casó tres veces: con la actriz y bailarina filipina Neile Adams, madre de sus dos hijos Terry Leslie y Chad, con la también actriz y modelo Ali MacGraw y poco antes de morir con la modelo Barbara Minty. Todas confesaron que vivieron con él momentos maravillosos y otros horribles. Podía ser el hombre más encantador o un monstruo, dependiendo de la cantidad de alcohol y estupefacientes que hubiera tomado.


No importaba qué ropa se pusiera o qué gesto hiciese, siempre parecía hacerlo con mucho estilo, dejando su huella. Aunque pretendido por las grandes marcas de moda y complementos, en realidad le bastaban unos pantalones chinos y una camiseta básica para deslumbrar. Popularizó un estilo sobrio y elegante como referencia de virilidad, el de alguien que no se deja atropellar. Indisciplinado, taciturno, mujeriego, conquistaba lo mismo con un gesto granuja que con una sonrisa cordial de las suyas.

Apodado King of cool, McQueen todaví­a es un icono imbatible. Gran número de objetos personales que le pertenecieron en vida siguen vendiéndose a precios desorbitados: gafas de sol, coches o chaquetas de cuero. Triumph, su marca del alma, sacó un modelo de moto con su nombre en edición limitada y no hace mucho Ford lo resucitó gracias a un montaje de impecable factura para el anuncio del lanzamiento de su modelo Puma.

En una ocasión dijo que no estaba seguro de si era un actor que competí­a o un piloto que actuaba pero queda claro que como actor realizó un trabajo perdurable.


Tras ver lo bueno y lo malo de Steve McQueen, se le sigue queriendo. Quizá por el carisma y sus muchos talentos o simplemente por la natural confianza que transmitía en la pantalla.

Fue un superviviente nato viviendo deprisa. Más allá de una vida privada azarosa y múltiples y censurables vicios, Steve terminó como un sí­mbolo proyectado a través del tiempo. Solo hay que recordar su mirada azul en «La gran evasión», al volante del Mustang en Bullitt, su forma de moverse en Los siete magníficos, la sobriedad de su personaje en La huida o su esfuerzo interpretativo en «Papillon». Verlo en pantalla siempre será un gustazo.

Como en el caso de otros grandes iconos cinematográficos, en The Selvedge Yard figuran las mejores imágenes que encontré.

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