¡Todo por la ciencia!

Interesado en estudiar de verdad las enfermedades tropicales y epidémicas, un tal doctor Valli decidió analizar sobre el terreno la fiebre amarilla.

En 1816 se trasladó de Italia a Cuba y nada más llegar a La Habana quiso comprobar el grado de contagio de esta enfermedad. Para ello vistió las ropas de un muerto y se acostó junto al cadáver. Curiosamente a la mañana siguiente apareció muerto.

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