Todoposes

Cuando atravesó las puertas del establecimiento una melodí­a electrónica reprodujo las campanadas del Big Ben. Ante él quedó un larguí­simo pasillo con docenas de estanterí­as repletas de pequeñas cajitas de diferentes colores y tamaños.

Sobre cada repisa habí­a un cartel que indicaba la categorí­a: música, cine, pintura, polí­tica, arquitectura, deportes, filosofí­a, y un larguí­simo etcétera. Echó un vistazo rápido y sintió algo de vértigo; no sabí­a ni por donde empezar. Pero tení­a que asegurarse de acertar. Tení­a que quedar bien en la reunión de antiguos alumnos.

Escogió una caja al azar. Era de color azul. En la tapa, en letras blancas, podí­a leerse Neoliberalismo incipiente. No tení­a envoltorio de plástico, así­ que supuso que podí­a ojear su contenido. Abrió la cajita y se encontró con un pequeño folleto que leyó por encima:

«Sorprenda a propios y extraños con este fantástico kit neoliberal. Proyecte una imagen de tipo fuerte y adinerado, de macho alfa de la manada».

Bajo el folleto encontró 20 o 30 fichas plastificadas con diversos textos y dibujos de personas con distintos gestos. Le gustó en particular una que mostraba un señor con bigote y chaqueta apuntando con el dedo í­ndice en pose indignada. Al pie de la ficha podí­a leerse en letras grandes: «¡Aún hay demasiado intervencionismo de Estado!»

-¿Puedo ayudarle, caballero? -le dijo el dependiente, un señor alto que vestí­a un impecable traje azul.

-Sí­, por favor. Es mi primera vez y no sé exactamente cómo funciona esto.

-Faltarí­a más, caballero -le dedicó su mejor sonrisa y prosiguió-. Es muy sencillo: cada kit contiene una descripción de la pose en cuestión y sus ventajas estéticas, diversas fichas con argumentos siempre acompañados de una representación gráfica, algunos golpes de efecto, varios consejos, y la siempre imprescindible carta de órdago. En todos se indica el tiempo aproximado que necesitará para llegar a dominar la pose. Usted simplemente escoge el kit que mejor le venga, paga en efectivo o con tarjeta y si quiere se lo lleva puesto. Si no queda satisfecho le devolvemos su dinero, siempre que sea en los 10 dí­as siguientes a la compra.

-¿Carta de órdago?

-Sí­, le pongo un ejemplo. Veamos. Esta misma servirá -cogió una caja verde de la estanterí­a superior y la abrió-. Progresista multicolor. Abrimos la caja y en el folleto explicativo encontramos la descripción: «Adelántese a todos en pensamiento con el kit progresista multicolor. Pro legalización del cannabis, vegetariano, poeta y pintor a tiempo parcial, benefí­ciese de una imagen culta a la par que bohemia y un irresistible halo de misterio. Tiempo estimado de preparación: 4 horas”

Las fichas blancas contienen los argumentos, por ejemplo ésta -le mostró una ficha con un dibujo de un joven melenudo y sonriente que se tocaba el corazón con ambas manos-. Usted adopta el gesto y repite el texto que figura al pie: «La vida no es más que poesí­a». O ésta otra: Consumir hachí­s es más natural que comer carne», o éstas: «Fumar en pipa es expresión cultural», «La pintura es la gastronomí­a del alma».

Como se indica en el folleto explicativo, en unas 4 horas deberí­a tener dominados todos los gestos.

Las fichas amarillas contienen golpes de efecto; son parecidas a los argumentos pero más potentes. Se recomienda usarlas sólo en discusiones acaloradas, y siempre con moderación -le enseñó una ficha amarilla con una cara sonriendo de medio lado y la leyenda «Si todos fuéramos como tú, aún estarí­amos en el medievo»-.

En la contraportada del kit encontrará algunas sugerencias: «Se aconseja acompañar el kit de unas gafas negras de pasta y unos calcetines a rayas de colores (de venta por separado). «Leer un libro en un lugar concurrido y ruidoso potencia el efecto de este kit».

Y por último, y únicamente para situaciones extremas, la carta de órdago -sacó del fondo de la caja una carta roja-. El órdago se emplea como último recurso y tras su uso se recomienda abandonar cualquier conversación -leyó la carta: «perdone sargento, no sabí­a que estuviésemos en un campo de concentración».

-Ah, ya veo. Muy completos estos kits, oiga. Si le parece, voy a seguir ojeándolos.

-Faltarí­a más, mire cuanto desee. Al fondo a la derecha, junto a la sección de atrezo, encontrará los probadores.

-Muchas gracias.

Siguió rebuscando por entre las estanterí­as y se decidió por 4 kits: «Joven Entrepreneur, el sabor informal del éxito», «Espí­ritu Zen, alma profunda de cristalinas aguas», «Escritor maldito, un genio para el que la sociedad no está preparada»y «Cuasi-entrenador de fútbol, gran estratega deportivo».

En la sección de atrezo se hizo con unos cuantos artí­culos según las sugerencias de las contraportadas. Luego entró al probador.

«Desconcierte a todos con misteriosos talentos: olfato financiero, mago de los negocios. Porque se puede mirar por encima del hombro de una chaqueta de pana», decí­a el folleto del kit Joven Entrepreneur. Se puso el reloj deportivo sugerido y probó un par de gestos. «Yo es que, sencillamente, no puedo estar sin hacer nada», dijo ensayando una expresión de pí­cara modestia. Le gustó lo que vio en el espejo. Cogió otra de las fichas blancas e imitó la expresión alegre y desafiante: «Cada vez que me embarco en un nuevo proyecto es como si volviera a nacer». Probó uno de los golpes de efecto: “Ya, también se rieron de Julio Verne». También probó la carta de órdago: «Mira, déjalo, está claro que en este paí­s lo único que no se perdona es el éxito». Sí­, esa pose le quedaba bien.

Acto seguido se probó la pose de escritor maldito, que aconsejaba llevar la camisa por fuera, una botella mediana de vodka en una mano y un paquete de tabaco negro en la otra.

«Para mí­, escribir es una necesidad fisiológica como comer o cagar», se dijo al espejo con expresión lánguida. Ensayó otras cuantas: «Mi literatura no tiene precio; si una editorial me hiciera una oferta, me estarí­a insultando», «Me di­ a la bebida para intentar dejar la literatura», «En mis novelas la vida y la muerte siempre acaban follando», «A veces mis personajes cobran vida propia y tengo que matarlos para que no se adueñen de mi vida».

El folleto indicaba que el kit proyectaba una imagen de genio torturado que no dejarí­a indiferentes a las mujeres. Pero no le gustó mucho ese kit.

Espí­ritu Zen aconsejaba la ingestión de un Lexatin antes de cada uso y vení­a con un colgante del Ying Yang de regalo. Prometí­a una imagen de tántrica sensualidad apoyada en fichas como «el aura de esta habitación es muy pura» (mirando al techo con los brazos extendidos) o «tus miedos forman un dique que no deja fluir tu ser», y golpes de efecto como «encantado de conocerte, creo que mi karma me acaba de recompensar por toda una vida de buenas acciones».

La carta de órdago le pareció especialmente sugerente: «Pobre, tu corazón está ciego; no hay peor cáncer para el alma que el escepticismo».

Se estaba probando el kit de Cuasi-entrenador de fútbol cuando apareció el dependiente.

-¿Qué tal, caballero?

-Pues mire, un poco indeciso. ¿Qué tal me queda el Cuasi-entrenador?

Apretó los labios, señaló al dependiente con un dedo í­ndice tembloroso y dijo:

-¡Escúchame bien lo que te digo, quitar a Mendizábal es la única opción, y cuando digo la única quiero decir la única, de subir a primera.

-Mmm, yo dirí­a que le queda estupendamente. Es un kit ideal para lucir los domingos en bares y restaurantes.

-Ya veo. El caso es que gustarme me gusta, pero yo buscaba algo un poco más, no sé, quizás algo más moderno.

-¿Es para temporada o para algún evento concreto?

-Pues para una fiesta de antiguos alumnos. Es una ocasión muy especial; tiene que ser algo original, joven, fresco, de mucho éxito e inteligencia.

-No me diga más, caballero. Sección de informática.

-Uy, pero esos, ¿no serán muy difí­ciles de dominar?

-¡En absoluto! La nueva gama de poses 2.0 está especialmente diseñada para profanos. Apenas 5 horas para dominar el kit más difí­cil.

-Vamos a probar, pues.

-Faltarí­a más. Espere aquí­ mismo, le traigo dos kits que no le dejarán indiferente.

Volvió el dependiente con dos cajitas blancas con letras de color naranja. Abrió la primera.

-El kit «Ideólogo 2.0» proyecta una imagen de elegante y exitoso tecnólogo que le convertirá en el centro de atención de cualquier reunión. El ideólogo está por encima de cualquier otra profesión de éxito. Polí­ticos, actores, pilotos, arquitectos, todos ellos se ocupan del presente; pero el ideólogo emplea su inteligencia en sentar las bases del futuro. Se recomienda abusar del pronombre personal «yo» y de los adverbios terminados en mente. Tenga, póngase el atrezo y pruébese algunos argumentos».

Cogió los gemelos de plata que le ofrecí­a el dependiente y se los puso en los puños de la camisa. Tomó unas cuantas fichas de la caja y ensayó la primera:

-El consumidor del futuro es puramente así­ncrono y fuertemente participativo; yo os aseguro que en verdad todo modelo de negocio no basado en contenidos bajo demanda y feedback abierto quedará irremediablemente obsoleto -dijo, frunciendo el ceño y pellizcándose la barbilla.

-¡Oh, espléndido! -respondió el dependiente.

-Ayer precisamente estuve en unas interesantí­simas jornadas sobre blogs, charlando amigablemente sobre la relevancia de la conversación distribuida en los periodos de reflexión electorales,

-¡Oh la la, c’est magnifique!

-Ya dije yo premonitoriamente en su momento que las aplicaciones online irí­an convergiendo paulatinamente hacia un núcleo común integrado fuertemente.

-¡¡¡Bravo, braví­ssimo!!!

-Pues mire, no sé. La verdad es que éste me hace sentir ligeramente gilipollas. ¿No tendrí­a algo un poco más sutil?

-Caballero, puedo asegurar y aseguro que si no queda satisfecho con el especial de la casa, es que usted es una de esas pobres personas que van por ahí­ sin una opinión. Este kit es una auténtica revolución, se está vendiendo como rosquillas.

El dependiente abrió la segunda caja con gran aire de misterio.

-Esta pose tiene poder suficiente como para hacer sombra a cualquier otra. Y no requiere gastos adicionales de atrezo; bastan unos vaqueros, unas deportivas y una camisa de alguna distro extraña de Linux. Si no se peina usted mucho, mejor. Le presento el kit «Talibán Linuxero de Software Libre». Le leo la descripción: «Rezume inteligencia, eficiencia, altruismo y compromiso social a partes iguales con el kit TLSL. No importa a qué se dediquen los demás: si no hacen lo que hace usted, es porque son o demasiado torpes o demasiado egoí­stas. Deje claro que si usted no tiene más éxito es simplemente porque no le da la gana: su alma es demasiado pura».

-Ohhhh

-Genial, ¿verdad? El punto fuerte de esta pose es que no se centra en usted, sino en los demás. ¿Su amigo trabaja en una gran multinacional de desarrollo? Es un sicario del imperio del software privativo. ¿Es un exitoso escritor o músico? Se ha lucrado con un modelo de negocio opresivo y caduco basado en coartar la libertad del usuario a disfrutar de la cultura. ¿Tiene un PC con Windows XP? Es un usuario de segunda cuya ignorancia refuerza los cimientos del imperio del mal. ¿Ve lo que le digo? Desde la perspectiva TLSL, todo lo que no sea darse de alta como autónomo para desarrollar pequeñas aplicaciones en Pimientos++, es simple y llanamente fascismo. ¿No es ideal?

Se le iluminó la cara. Con esto sí­ que iba a pegar el campanazo en la reunión de antiguos alumnos.

-Fascinante. ¡Deme, deme que me lo pruebe, por Dios!

Le arrancó la caja de las manos al dependiente y se hizo con las fichas.

«El otro dí­a metí­ por error un CD de Windows XP en mi portátil con KNutix y me saltó el firewall, le dijo al espejo. «Un bit no es sólo una unidad de información: es una unidad de libertad». «Pero hombre de Dios, ¿cómo que el usuario no deberí­a tener que aprender a manejar su sistema operativo? ¿Acaso no tiene que sacarse un permiso de conducir para manejar su coche?». «Hoy por hoy, lo único que no puede hacer KNutix es pensar por el usuario. Pero todo llegará». «Hombre, trabajar con Photoshop no está mal, pero lo mejor es retocar las imágenes desde consola con el intérprete de Python que viene con KNutix». «¿Y tú qué, sigues secuestrando tus canciones para que te paguen rescate?». «¿Virus? ¿Qué es un virus?». «Vaya, así­ que ya tienes todas las certificaciones Java. Pues ahora que te queda tiempo para aprender a programar, te puedo dar un curso acelerado de Pimientos++».

Un agradable hormigueo le recorrió todo el culo. Aquello era grande, muy grande. Tuvo ganas de tatuarse aquellas frases por todo el cuerpo. Ah, qué dulce sensación de superioridad.

El kit TLSL y las tres camisetas verdes con el logo de KNutix le costaron 400 euros, que pagó gustoso. Salió disparado a la calle a estrenar su nueva imagen. Miró a su alrededor y se entristeció: estaba rodeado de idiotas. De pronto sintió la imperiosa necesidad de comentar en Barrapunto.

El mundo era un lugar muy triste. Casi todas las personas viví­an aún en el medievo digital. ¿Y quién sino él podrí­a sacarlas de las oscuridad?

Ah, qué gran responsabilidad la de aquel que se adelanta en pensamiento. Qué pesada carga ha de soportar quien ya ha salido de la caverna y se siente obligado a liberar las almas que permanecen encadenadas.

Sí­, a él le habí­a correspondido el solitario destino del héroe que debe sacrificarse por la humanidad. Él solo habrí­a de enfrentarse a las fuerzas del mal y traer luz a las tinieblas. Él solo habrí­a de cambiar el mundo.

Llegó a casa y se hizo un blog.

Fuente: http://www.alfredodehoces.com/press/todoposes

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