Dormir o no dormir

«¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!. ¡He aquí­ un término devotamente apetecible!»

Hamlet, William Shakesperare

¿Dormir cuanto más mejor o dormir lo justo? Para algunos dormir es sólo un hábito retorcido, un trámite animal ineludible.

No hay todaví­a un verdadero consenso sobre por qué necesitamos dormir exactamente; existen un montón de ensayos y teorí­as con bastante sentido: descansar, regenerarse, procesar la memoria… hasta protección molecular si nos ponemos. Pero no está clara la razón última, si es que acaso la hay, ni si es sólo una.

Que te retires a la penumbra para caer en un desmayo de varias horas cada vez mientras tu mente ansí­a «que muera la luz», así­ siempre, cada día, durante toda la vida. ¿No es extraño además de sobrecogedor? Tanto por hacer y estamos apremiados por una cita nocturna en que lo abandonas todo…

Esto da que pensar. Por el contrario, para los más felices dormir es una liturgia y todo un placer asumido, sin más, no hay por qué comerse el coco.

Y es que la privación de este episodio cotidiano no hace sino empeorarlo todo. En tal sentido la palabra maldita es «insomnio», un molesto acompañante que puede sobrevenir a causa del estrés y las preocupaciones, por acumulación de situaciones angustiosas, exceso de estimulantes o desórdenes diversos en los hábitos.

Maneras de dormir

El perí­odo de sueño se divide en ciclos, parece por tanto claro pensar que si interrumpimos un ciclo estamos rompiendo algún esquema predefinido con respecto al descanso.

Las funciones del sueño deben de ser importantí­simas para nuestro organismo, en caso contrario no pasarí­amos un tercio de nuestra vida durmiendo. Es decir, una persona que viva 90 años pasará 30 durmiendo. Sin duda una barbaridad, pero lo cierto es que tendrás que hacerlo si quieres estar los otros 60 activo. Dormimos para poder estar en marcha al dí­a siguiente.

Richard Fuller, quien se empeñó en lograr la máxima efectividad en todos los aspectos de la vida, logró desarrollar un sistema que le permití­a dormir poco. Dedujo que cada 6 horas se producí­a un momento de fatiga y que con sólo 30 minutos de sueño cada 6 horas era suficiente para sentirse descansado. Nuestro amigo estuvo 2 años viviendo y trabajando con este sistema que al final abandonó por una evidente falta de compatibilidad con el resto del mundo.

Interesante de todas formas, porque según Fuller fue la condición más vigorosa y alerta que sintió en toda su vida.

Y esto no era nuevo. Leonardo Da Vinci, uno de los cráneos más privilegiados que ha parido madre, supuestamente siguió un método parecido: se echaba una cabezada de 15 minutos cada cuatro horas, es decir, dormí­a como hora y media al dí­a. Cuentan que Napoleón dormí­a entre dos y cuatro horas y Winston Churchill unas tres horas al dí­a.

También se ha sugerido, tal vez sin mucho fundamento, que los bebés tienen ese tipo de patrón-horario al nacer y que la convención social les va cambiando el ciclo hasta que se acostumbran a dormir toda la noche.

Randy Gardner, que se pasó 264 horas despierto para batir un récord Guinness bajo control cientí­fico, se considera el caso mejor documentado. A los pocos dí­as mostraba pérdida de concentración y memoria; al cuarto dí­a empezaron las alucinaciones y a los 11 dí­as no podí­a completar algunas tareas mentales básicas. A pesar de todo ello, a ratos parecí­a estar perfectamente normal.

Hay más noticias sobre gente pasando sin dormir cientos de horas para batir la marca pero en 1989 el Libro Guinness de los Récords retiró la categorí­a por ser peligrosa para la salud (se lo quedó en 276 horas Toimi Soini, de Finlandia).

El sueño reparador

El descanso es esencial, punto. La fatiga acumulada por la falta o interrupción del mismo baja los niveles de energí­a vital y en ocasiones conduce a una depresión en cualquiera de sus facetas. Pero la cantidad de tiempo que cada persona necesita para dormir es un poco diferente y depende de diversos factores. Aquí­ el desacuerdo puede ser eterno. Tampoco vale demasiado lo que te cuenten los demás acerca de su experiencia propia.

Experimentos o rarezas aparte, en general el sueño óptimo oscila entre 5 y 7 horas y según investigaciones lo que es en verdad beneficioso es más la calidad de las fases profundas del sueño que el tiempo que se duerme en sí­. Una calidad de sueño menor tiene consecuencias negativas en todos los procesos regenerativos que tienen lugar en nuestro organismo. Si esta regeneración no discurre adecuadamente se debilita al sistema inmunológico, se acelera el envejecimiento y se ocasionan trastornos en el funcionamiento del efecto antitumoral. Con un sueño efectivo puede minimizarse todo eso.

O sea, que lo de las 8 horas de sueño como í­ndice óptimo resulta bastante relativo, ya que no es el cuerpo el que necesita dormir sino el cerebro. Una vez que el cerebro ha descansado lo suficiente, dormir más no implica ningún beneficio adicional, salvo el vicio de algunos por estar pegados a las sábanas hasta las tantas. Con tiempo aprendes a ganar un poquití­n de tiempo si duermes el número de horas que tú necesitas y que no tienen por qué ser muchas, pero sí­ bien empleadas.

Factores a tener en cuenta para un sueño reparador

  • Mantener un horario de sueño regular con una rutina relajante antes de dormir.
  • Una cama cómoda que permita al cuerpo relajarse (incluyendo una almohada decente)
  • Un microclima ideal en la habitación: ni exceso de calor ni de frí­o. Y si esa habitación es sólo para dormir, mejor que mejor.
  • Tranquilidad de ánimo..

Y factores que harí­amos bien en evitar

  • Ruidos, olores intensos, estrés
  • Digestiones pesadas, bebidas de alto contenido calórico y otros excitantes antes de acostarse.
  • Campos de interferencia eléctrica, radiaciones. Si alguien sabe qué es realmente eso…

El descanso que hace bien es el profundo y rico en sueños, no el necesariamente largo. Por el contrario, dormir mucho termina por causar un entorpecimiento luego difí­cil de combatir. Dormir del tirón no está de más, siempre será un buen consejo.

Sin sueño no hay memoria

Sin que el ser humano lo note, el cerebro durmiente pasa revista a lo sucedido durante el dí­a, reforzando las asociaciones existentes y dejando huellas en la compleja red neuronal. La memoria guarda datos de su actividad reciente en el archivo de recuerdos y teje redes de nuevas informaciones preparando de este modo el terreno para lo que vendrá en el futuro. También ayuda a regular el metabolismo.

Y ahora la realidad: gran parte de las buenas costumbres que se recomiendan para descansar son sistemáticamente pisoteadas por nuestra «peculiaridad» cultural latina de la que tanto presumimos y que nos lleva a alterar alegremente el descanso para después lamentarnos de ello, de modo que no os quejéis. Y luego están también muchas personas padeciento diversos trastornos del sueño (existe un gran número de nombres casi impronunciables que tratan de esto).

Spanish siesta

Ahora bien, ¿y si existiera un procedimiento alternativo de efectos casi mágicos, que pudiese compensar los problemas de conciliación nocturna y encima resultara gratis?. Tal maravilla existe y se llama siesta (y ahora habrí­a que añadir subrayándolo con trazo gordo, siesta sí­, pero siesta ligera).

Esa costumbre que miran mal otras sociedades contemporáneas más allá de nuestras fronteras, vamos a decirlo bien alto, es una práctica sana más que recomendable para casi todos.

Las siestas pueden convertirse en una espada de doble filo, ya que veces te dejan peor que al principio. No es fácil dominarlas (a mi me cuesta cuando lo intento) y de hecho constituyen un arte y un tremendo gustazo.

La siesta ideal tendrí­a una duración no superior a 30-40 minutos para resultar efectivamente beneficiosa y tras ella nos despertaremos frescos y dispuestos a emprender las actividades fí­sicas, afectivas o psicológicas del resto del dí­a con renovados brí­os. Alargar la siesta más de lo necesario alterará el sueño largo de la noche y entonces andaremos a contrapié. ¡Qué sueño!

Algunas referencias:
Xataka ciencia
Apoya tu salud

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