Los incontestables atributos de Prí­apo

«Me preguntas por qué llevo mis partes sin cubrir; date cuenta de que ningún dios oculta nunca sus armas.»

Alguien que inició la pasada semana una alusión a Prí­apo dio pie a una cadena de mensajes hilarantes y despertó tanta curiosidad en mi el personaje que indagué por la Red en busca de información hasta decidir consagrarle un articulillo jocoso a la par que mí­nimamente divulgativo. Porque place ver a nuestros ancestros tan picantones. ¿O pensabais que en la antigüedad eran tontos?.

El mito más admitido sitúa el nacimiento de Prí­apo en Asia Menor, hijo de Dionisos (dios del vino y el éxtasis) y Afrodita (diosa de la belleza, el amor y el deseo). Pero Hera, por su odio de madrastra contra el primero y celos contra la segunda, maldijo al niño para que naciese deforme. La deformidad consistió en un pene de dimensiones extraordinarias y la condena de los dioses contra Príapo fue que tuviese el falo siempre en erección y, lo que es más grave, no podría reproducirse.

Afrodita, temerosa de la burla de los dioses, lo abandonó en el monte donde fue recogido y criado por unos pastores que acabaron rindiendo culto a su virilidad.

Así­ nació Prí­apo como dios campestre aunque sin duda su singularidad anatómica algo tiene que ver para que su nombre haya trascendido hasta nuestros días (tanto se exagera el tamaño del miembro que en algunas pinturas aparece sostenido por una especie de grúa).

Hoy denominamos priapismo a una (dolorosa) enfermedad cuando el pene se encuentra en estado de erección sin estimulación alguna durante un largo periodo.

Algunos distintivos de este Dios poco conocido

– Prí­apo poseí­a un gigantesco órgano sexual masculino que parecí­a labrado en mármol.

– En dí­as del desfile y a plena luz del sol, Prí­apo y su enorme pene engrasado eran arrastrados sobre un carro tirado por jóvenes sátiros. El falo de Príapo era tan grande y pesado que el carro tení­a que ser equilibrado con contrapesos de plomo. Vení­a precedido por las Canéforas jóvenes vírgenes del templo de Atenea portadoras de canastos con manzanas, higos y vino.

Heródoto dice que en Egipto se desfilaba sosteniendo tí­teres cuya única parte móvil era precisamente el falo, el cual era tan largo como la mitad de la estatura del tí­tere.

– Una arqueóloga alemana, Eva Kuehls, cita a un autor antiguo, Kalixeinos de Rodas, como testigo de una procesión celebrada en Alejandrí­a en 275 a.C. Éste reporta que se exhibió un falo de madera dorada de 180 pies de largo (de haberse colocado en vertical sería tan alto como un edificio de veinte pisos) desfilando por una ciudad que contaba con medio millón de habitantes. A su paso la muchedumbre entonaba himnos a Dionisio con fervor.

– Cuenta la leyenda que Lotis, ninfa amada por Prí­apo y a la que éste perseguí­a continuamente, sintió tal espanto que rogó a los dioses ser transformada en árbol de loto, un mito que recuerda al de Apolo y Dafne. Y aún otra leyenda tardí­a afirma que la diosa romana del hogar, Vesta, se despertó con los rebuznos del asno, animal que la aterraba, en el momento en que Prí­apo la poseyó.

El relato de los avatares del Prí­apo origina un sentido afán investigador en todo varón. ¿Acaso no recordáis los versos que le dedicó el gran poeta alcarreño Jota Siroco en su Oda a Priapo?:

Este falo capón que ves ahora
capullo de algodón ya sin sentido
fuera otro tiempo verga vibradora.
Fuera otrora magní­fico badajo,
cucaña, mástil, espolón altivo…
sin rodeos, mi amor, un buen carajo.
Este morcón con aires de morcilla
nació caña de lomo y fue chorizo
enhiesto cual Giralda de Sevilla.
Monstruo sedente hoy, en horas bajas,
no queda a su placer otro destino
que el lúbrico manubrio de una paja.
Compadecióse ella del otoño,
cayo la falda, le mostro el chumino
y a Príapo dejó besarle el coño.

Cuenta la tradición que cierta vez tuvo algo más que palabras con un asno a causa de la polémica suscitada por la comparativa de los respectivos miembros viriles. Por supuesto ganó nuestro «Primus inter pares» la disputa y además mató al jamelgo como escarmiento. Un tí­o muy serio nuestro héroe, capaz de amedrentar a cualquiera.

El culto fálico en la antigua Roma

El obsceno dios era considerado una divinidad rústica menor cuyo falo desproporcionado en perpetua erección simbolizaba la fuerza fecundadora de la naturaleza.

Los romanos solí­an colocar en sus jardines estatuas de Prí­apo con objeto de garantizar una cosecha abundante, al tiempo que hací­a las veces de espantapájaros. Consideraban que propiciaba las buenas camadas en los rebaños y cosechas abundantes. Por ende, Prí­apo alejaba el mal de ojo y su estatua protegí­a la huerta de los ladrones. Como a otro dioses, también se le atribuían poderes proféticos.

Por tanto nos encontramos ante la encarnación del culto fálico cuyo origen último se pierde en la noche de los tiempos. En Roma el culto a esta divinidad menor estaba tan extendido que eran muy comunes las inscripciones y carteles con Prí­apo como protagonista. A veces advertencias contra ladrones e intrusos que recibirí­an el castigo marca de la casa (ya sabes, a éste le daba por amenazar a todo el mundo con la penetración anal), otras veces divertidas alusiones mitológicas.

En este papel de guardián se describe a Priapo haciendo uso de la sodomí­a como amenaza hacia los intrusos, a los que ocasionaba un profundo escalofrí­o al decirles con media sonrisa inquieta:

«Quae percider puer, moneo, futuere puella»
«barbatum furem tertia poena manet».

(Te sodomizaré muchacho, te lo advierto; a ti muchacha te follaré;
al barbado ladrón la tercera pena es la que le espera). *

«Ne prendere, cave.
Traiectus conto sic extendere pedali
ut culum rugam non habuisse putes».

(Ten cuidado no vaya a cogerte.
Atravesado por mi percha descomunal, quedarás tan estirado
que nunca pensarás que tu culo tenga curva alguna).

* La tercera pena es la irrumación, del latin «irrumatio» y supone una variante de la felación: sexo oral sobre el pene y el escroto.

La siempre sorprendente Pompeya conserva a modo de graffitis todo tipo de animaladas con que los pompeyanos pintaban paredes y lugares públicos y ahí­ las alusiones a los atributos sexuales no son nada raras. Como ahora. ¿Veis como no hay tantas diferencias?. Dentro de ellas hay un género de contenido particularmente erótico, bautizado precisamente con el nombre de Priapeos.

Los Priapeos son poemas erótico-festivos de extensión breve que tienen como tema básico al dios Prí­apo hablando en primera persona a sí­ mismo o a un devoto o simplemente inspirados en él. Vale, no es Horacio, pero a fin de cuentas es literatura popular y aunque heterodoxa no por ello deja de ser clásica.

Una selección de Priapeos romanos

1. «Podrí­a decí­rtelo con rodeos: Dame eso que puedes dar una y otra vez sin agotarse»/ «Dame lo que la recién casada ofrece a su marido la primera noche para evitar que se le desgarre la otra parte»

2. «Puedes tomar tranquilamente lo que hay en mi huerto siempre y cuando yo también pueda conseguir lo que hay en el tuyo.»

3. «Aunque como ves yo, Prí­apo, soy de madera, igual que de madera son mi hoz y mi verga, te cogeré y teniéndote así­ te la meteré toda entera, por muy grande que sea, más tensa que una cí­tara hasta la séptima costilla».

4. «Fuera de aquí­, mujeres castas: es impropio de vosotras que leáis estos impúdicos versos. Pero a ellas esto les trae sin cuidado y hací­a aquí­ vienen derechas; parece que les encanta contemplar una buena polla».

5. «¿De qué te rí­es, tontita? No me hizo Praxí­teles ni Escopas, ni fui esculpido por la mano de Fidias; fue un campesino el que cogió un tronco en bruto y me dijo: Tú, sé Prí­apo. Pero ya veo que me miras y te rí­es. Debe parecerte muy sabrosa esta cosa que se eleva como una columna entre mis ingles».

6. «Tú, quienquiera que seas, entra. No pienses en alejarte de la venerable ermita de este lujurioso dios. Y si durante la noche una muchacha te acompaña, no temas por ello entrar. Podrí­as temer a los dioses severos, pero nosotras, mezquinas divinidades campestres, no valemos nada. Sin ningún pudor, con los testí­culos al aire, estamos a cielo abierto. Por tanto, todo el que quiera que entre, aunque venga embadurnado del negro hollí­n del lupanar».

7. «Si la trotacalles Teletusa un dí­a, con las nalgas al aire y agitando el vientre, se meneara moviendo el espinazo, podrí­a con tales artes, oh Priapo, no solo conmoverte a ti, sino hasta al casto hijo de Fedra».

8. «Para quien aquí­ cortase una violeta o una rosa, o robase alguna fruta u hortaliza sin pagarla, pido que, sin tener mancebo ni mujer, reviente de una erección como la que en mí­ veis y tenga que golpeársela sin cesar en el ombligo».

9. «Este cetro que procedente del árbol nunca más volverá a reverdecer, este cetro que reclaman para sí­ las jovenzuelas lujuriosas, que algunos reyes desean tomar entre sus manos y que besan los nobles sodomitas, se hundirá en las entrañas del ladrón todo entero».

10. «Oh, Quí­rites, o me cortas el miembro viril que noche tras noche fatigan las vecinas siempre calientes y más lujuriosas que los gorriones en primavera o reventaré y os quedaréis sin Prí­apo. Ya ves que estoy agotado, pálido y macilento, yo que antes, rubicundo y valeroso, solí­a atravesar hasta a los ladrones más fuertes. Ahora, pobre de mi, me faltan las fuerzas y escupo peligrosos esputos entre espasmos de tos». (nuestro héroe en decadencia).

11. «A ti­, que tienes malas intenciones y que difí­cilmente aguantas si roban en el huerto, te daré por culo con mi falo descomunal y si ese castigo tan duro y penoso no da buen resultado, tentaré otro agujero más alto».

12. «Oh, Priapo, amenazador con tu hoz y con esa otra parte aún mayor, indí­came por favor el camino a la fuente» «Ve, forastero, por esas viñas; pero si coges una sola uva, otra agua tendrás que tomar».

Y vamos a cerrar con esos versos sutiles que exhalan cual finí­simo surtidor los labios de Prí­apo:

«Donec proterva nil mei manu carpes,
Licebit ipsa sis pudicior Vesta.
Sin, haec mei te ventris arma laxabunt,
Exire ut ipsa de tuo queas culo».

(Mientras no robes nada con esa atrevida mano,
podrás mantenerte tan casto como la mismí­sima Vesta.
De lo contrario, esta arma te abrirá en canal de tal modo
que podrás salirte entero por tu propio culo).

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