Un homenaje a la II República Española

Érase una vez un gobierno elegido democráticamente.

Érase un estado decidido a impulsar sus ideas progresistas.

Y érase una alianza de intolerantes que decidieron acabar por la fuerza con la oportunidad de convertir España en un estado laico moderno para en su lugar perpetuar una nación de curas y de caciques…

Hace más de 75 años España ensayaba con una sonrisa la Segunda República. Una sonrisa que se helarí­a de muerte cuando, apoyados por la Iglesia y las oligarquías, los militares se rebelaron cinco años después.

¡Cuánto me gustarí­a ser el poeta capaz de dedicar un elogio al puñado de valientes que defendió la libertad frente a las bombas y a la sinrazón! Pero esto ya lo hizo Miguel Hernández mil veces mejor:

Hombres, mundos, naciones,
atended, escuchad mi sangrante sonido,
recoged mis latidos de quebranto
en vuestros espaciosos corazones,
porque yo empuño el alma cuando canto.
Cantando me defiendo
y defiendo mi pueblo cuando en mi pueblo imprimen
su herradura de pólvora y estruendo los bárbaros del crimen.

La caí­da de la II República Española fue una de las mayores desgracias que pudo pasar a este paí­s:

  • Se destruyó de forma infame un gobierno democráticamente elegido.
  • Se aniquiló un sistema polí­tico progresista y libertario que podría haber hecho de España un paí­s avanzado y no de «poceros constructores» y corrupción sistemática.
  • Masacraron a toda fuerza disidente de manera metódica, fusilando o condenando al destierro a miles de artistas, intelectuales y cientí­ficos.
  • Se extendió como un cáncer el ideario católico-imperialista que nos devolvió de un plumazo a la Edad Media durante décadas.

España podrí­a ser hoy un paí­s completamente distinto a lo que es.

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