El arte contemporáneo o el poder de atraer imbéciles

Como en El traje nuevo del emperador, aquel célebre cuento de Hans Christian Andersen, a determinadas personas se les puede hacer creer cualquier cosa, inculcar cualquier idea por peregrina que sea.

En la eterna disyuntiva del arte, ¿una obra es buena y relevante porque la veo como tal o porque así­ me lo están diciendo?

Con la cosa de que «no entendemos» a menudo tragamos propuestas artí­sticas que han resultado ser memeces, simplemente chuminadas. No puede valer siempre aquello de que la capacidad estética hay que educarla para poder reconocer el talento. Antes que el refinamiento, que fácilmente degenera, está nuestro sentido común y una mí­nima sensibilidad. Vamos a decirlo claro:

– Sobran artistas
– Sobran lameculos
… y lo sabéis…

En clave de humor como siempre, El Mundo Today nos recuerda esas galerí­as de arte donde son habituales los mirones con el pelo de color raro y que al hablar tal vez se hagan merecedores de la lapidación.

Transcribo el texto:

Cierra una galerí­a de arte «porque solo acudí­an imbéciles»

«Javier Bávaro y Antonia Sancho han decidido cerrar la galerí­a «Fluxus» de Barcelona, un negocio que, pese a la crisis económica, seguí­a siendo rentable y les permití­a estar en contacto con el mundo del arte, su auténtica pasión. «Ayer vino una mujer de mediana edad con el pelo lila, estuvo observando las obras de nuestra exposición de Gerhard Richter y al terminar se nos acercó diciendo no sé qué del extrarradio conceptual, el desafí­o de lo organoléptico y algunas palabras en francés que ni siquiera comprendimos. Fue la gota que colmó el vaso», explica Sancho. Su compañero confiesa que «no queremos que esto sea un centro de reunión de gilipollas».

Ambos llevaban la cuenta de personas normales que se interesaban por sus exposiciones. «Al principio aún entraba gente que no daba la nota, pero al final ya era dificultoso encontrar a alguien que simplemente caminara normal», dice Javier. “Cuando a un cliente que lleva media hora observando una tela te le acercas para gritarle «¿Pero qué miras, burro?», te das cuenta de que es momento de cerrar el chiringuito», concluye su socia.

Los responsables de la galerí­a de arte insisten en que «podrí­amos publicar una taxonomí­a de imbéciles que darí­a para varios tomos» y lamentan que el arte contemporáneo atraiga a tanta gente «de este calibre». Es paradójico, añaden, que «muchos de los que defienden que el arte es para la gente de la calle sean individuos que te impulsan a cambiar de acera si te los cruzas por ahí­».

Estas reflexiones no han dejado indiferente al sector y muchos galeristas critican el desprecio con el que Javier y Antonia hablan de los amantes del arte: «¿Qué pasa con el pelo lila? Entiendo que estamos ante un coágulo emocional provocado por sospechosos mecanismos semiológicos y, por supuesto, por miedos a la diferencia, a esa relación personal con la alteridad del acontecimiento a la que se referí­a Emmanuel Lévinas», sentencia Krytsha A. Acommplissed, dueña del Centro de Arte Lyotard-Gargamelle. Antonia y Javier se reafirman: «¿Es que no se puede disfrutar del arte y luego ir a un bar a tomar un carajillo?».

Tras cerrar la galerí­a, Javier buscará trabajo y Antonia ejercerá de estilista en una conocida revista de moda, donde espera que el ambiente sea más normalito».

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