El fin del helenismo

Paul Bremer, el primer virrey norteamericano, impuso a un estragado Irak polí­ticas económicas que el Economist calificó como un régimen de «capitalismo de ensueño».

Difí­cilmente se halla una locución mejor para describir las medidas del plan de «estabilidad» sometidas por Grecia a la aprobación de la Comisión Europea, y aprobadas ayer.

Por si eso no bastara, el primer ministro socialista George Papandreu anunció ayer, en un dramático discurso televisado a la nación, ulteriores medidas de austeridad sin precedentes, entre ellas, el aumento inmediato de los impuestos a los carburantes, el aumento de la edad de jubilación y recortes en la remuneración de los empleados públicos que significarán una disminución del 10% del salario para la mayorí­a de funcionarios del Estado, y del 40% en el caso de los académicos. Como en Gran Bretaña, las universidades reciben el primer golpe; la tan cacareada «economí­a del conocimiento» no es óbice para considerarlas un lujo de todo punto secundario.

Y todo eso va a ponerse por obra en el paí­s más pobre de la vieja Europa, que cuenta con un desempleo juvenil del 25%, con un crecimiento estancado y con sus tradicionales sectores de la industria naviera, el turismo y la construcción sometidos a una indecible presión. Estas medidas empujarán a un paí­s que se halla ya en profunda recesión al abismo de una depresión duradera y sin salida.

«Grecia se halla en el ojo del huracán de una tormenta especulativa», lamentó Papandreu en su comparecencia televisiva. Se trata de una repetición intensificada del ataque que lanzó Soros contra la moneda británica en 1992 (que llevó al Reino Unido a su humillante salida del Mecanismo Europeo de Cambio) y del ataque de los especuladores a la banca británica en 2008. Y es í­ndice capital de una desdichada situación galanamente aceptada por la Unión Europea y los gobiernos: un puñado de megacapitalistas fondos de cobertura hedge, que ya se han cargado con esa práctica a grandes bancos, apuesta ahora a la bancarrota de un paí­s en la esperanza de que la propia apuesta ayude a cumplir la profecí­a y les permita ganar posiciones de ventaja en la venta cortoplacista».

En un horizonte más amplio, Grecia se está convirtiendo en un experimento para la nueva fase de la corrección de curso que el neoliberalismo se propone realizar en la estela de la crisis económica y financiera. Las medidas fiscales e impositivas de «estabilidad» vienen a continuar un conjunto de dogmas económicos milagreros que, aun si quebrados en 2008, siguen dominando el mundo mental de los dirigentes polí­ticos europeos:

La magia negra de la privatización, la desregulación y la financiarización ha sido teóricamente rechazada por muchos fieles de la primera hora, pero todaví­a impera en los ambientes de unas cuantas escuelas de negocios de elite y en la Comisión Europea.

Todaví­a hay un aspecto más preocupante en estos acontecimientos catastróficos. Papandreu resultó elegido hace cuatro meses sobre la base de un programa de redistribución y justicia social. Ahora acaba de aceptar un programa que es exactamente lo contrario. Y eso constituye un ataque radical a la polí­tica, y la mejor expresión del odio neoliberal a la democracia.

El comisario Almunia aconsejó a los polí­ticos y a la opinión pública de Grecia aceptar las medidas propuestas añadiendo una apenas disimulada amenaza reveladora de la asombrosa idolatrización de los mercados y la fingida naturaleza de la impotencia regulatoria.

La violenta pauperización de las masas, la rampante privatización de los servicios públicos a través de la reducción radical del sector estatal, así­ como la creciente dependencia de los mercados exteriores en el servicio de la deuda, equivale a una pérdida de soberaní­a tal, que admite comparación con la de un Estado sometido a ocupación extranjera, y trae consigo una amplia reestructuración de los activos nacionales a favor del capital y una grave crisis de legitimación europea.

Lo que el gobierno griego deberí­a hacer es olvidarse de la falsa ortodoxia que convierte a Grecia en una nación tan poco soberana como Irak y llamar a un frente nacional de resistencia frente al bárbaro ataque. Una iniciativa así­ movilizarí­a el orgullo y el sentimiento de injusticia de la nación. Apartarí­a al nacionalismo griego de su patológica evolución reciente hacia el extremismo derechista y xenofóbico y lo acercarí­a más a la tradición helénica, que es la de la defensa de la democracia. Islandia convocó un referéndum para decidir sobre la devolución de su deuda; lo mismo deberí­a hacer Grecia…

Artículo completo en The Guardian (en Inglés): http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/feb/04/greece-eu-fiscal-policy-protest

Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Privacidad y cookies

Utilizamos cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mismas Enlace a polí­tica de cookies y política de privacidad y aviso legal.

Pulse el botón ACEPTAR para confirmar que ha leído y aceptado la información presentada


ACEPTAR
Aviso de cookies