Ruiz Faraón, sehnor das tragaperras

Tengo la impresión de que de un tiempo a esta parte se han propuesto desembarazarse de gentío en Madrid. No con sutileza ni maneras, más bien tirando de la vena sacacuartos que prolifera sin mucho rubor entre nuestros representantes.

Y creo que tras sesudas reuniones sobre los problemas de la movilidad urbana y ante la incapacidad real por dar con una solución a medio plazo, una voz tronó en los despachos municipales: «¡que se jodan y paguen!»

Y arrogantes jerifaltes dieron la orden de lanzar a la ví­a pública un ejército de controladores, gente corriente necesitada de trabajo, previa preparación de la maniobra de adjudicación a empresas amigas.

Las torretas tragaperras te esperan en la esquina y han venido para quedarse.

El nuevo sistema de pago cumple si acudimos a un lugar para una gestión rápida o una breve estancia, en los demás casos no es sino otro impuesto más cuyos pingües beneficios van a parar a los negocietes de ediles, constructoras y empresas afines.

Para los que por motivos profesionales hemos de desplazarnos a diario por Madrid supone una tortura convivir con ello. Las tarifas en zona azul o verde no resultan económicas, así que un dí­a normal el gasto por aparcar el coche en la puta calle oscila entre 8-12€ mínimo y siempre cargando con el sentimiento de culpabilidad porque estás ocupado trabajando y ves pasarse la hora límite con facilidad.

No hay escapatoria, una legión andante cubre las calles generando multas matemática y concienzudamente. Calculo el coste mensual sumando gastos de gasolina, taller y todos los demás impuestos del vehí­culo y no puedo sino cabrearme.

En otra fase posterior, como aún no era suficiente, elevaron la apuesta de la presión fiscal y extendieron los parquí­metros hasta las puertas de nuestras propias viviendas. Ahora como residentes hemos de adquirir previamente una tarjeta de pago que no resulta cara, pero la implantación y distribución de espacios y zonas, es algo caprichosa. Casualmente los barrios ricos no suelen tener pintado el suelo de colores; los barrios populares, todos.

En paralelo al reinado de los parquí­metros, Faraón Gallardón y los suyos nos han machacado durante años con obras en absolutamente todas partes, muchas de ellas encaminadas a dar cabida a mayor flujo de tráfico privado. Es decir, no cojas tanto el coche, no seas insolidario, pero seguimos ampliando kilómetros de asfalto.

La situación es que si trabajo todo el día con el coche por la ciudad he de restar un buen pellizco a mis ingresos pagando parquímetros. Y como llego tarde a casa no encuentro plaza en zona verde, la que me corresponde, así que habré de aparcar en zona azul pero no puedo olvidar que al dí­a siguiente hay que moverlo antes de las 9:00 h. o la multa es segura.

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