Avila, piedra frí­a

Aunque escueto, es lo más acertado que se me ocurre decir si trato de reflejar la impresión que me produjo esta ciudad castellana, hermosa y sola, rodeada por las vistas espaciosas de la meseta.

Es frí­a Avila, insistiendo en que el invierno allí­ no acaba así­ porque sí­. Su muralla asoma a cada momento e invade el campo visual de la cámara fotográfica. Recorrer sus calles intramuros permite captar en silencio el peso del tiempo.

El sesgo literario de Bécquer la dejó así­ descrita:

«Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Avila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí­ está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada.»

En cualquier caso, digna de ser vista.

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