Charlatanes anunciados en televisión

Más allá de la vida hay bullicio: luces, presencias, almas revoltosas intentando manifestarse. Aunque es algo que sucede constantemente, sólo unos pocos elegidos poseen la percepción ultrasensorial requerida para establecer conexión.

La angelical médium británica Anne Germain es uno de esos seres mágicos. La paz y la confianza que transmite sumadas a las artes mediáticas de Telecinco la han aupado a la Champion League del ocultismo actual.

Germain es además, según su página web, maestra instructora de Reiki, un poder espiritual de origen japonés que busca la sanación a través de la imposición de manos y de la canalización de la supuesta energí­a vital universal que nos conecta a todos.


No está mal el reiki como filosofí­a de armonización con la naturaleza y además cuenta con tradición, tiene sus teóricos y sus practicantes. No olvidemos sin embargo que postula la existencia de una energí­a mí­stica que como tal ni se puede medir ni detectar, por lo que para la comunidad cientí­fica el único efecto que puede producir sobre la salud es el atribuible al efecto placebo.

Volviendo a esto del espiritismo cuyo pilar descansa en la idea de que al morir nuestro cuerpo se transformará en espí­ritu, su persistencia viene determinada por la eterna esperanza humana de que exista vida después de la vida. Y de ahí­ se infiere la segunda premisa: los seres queridos del más allá tratan de enviarnos mensajes, señales.

El negocio del más allá da para muchos realities, tinglados muy propios de Telecinco y en ese circo el programa Más allá de la vida entrona a la dulce sacerdotisa que saca palabras a los fantasmas de la muerte y canaliza la luz que irradian los espí­ritus. Tan intensa que según ella misma confiesa, la ciega (aunque más ciega la caterva de seguidores).

Para hacernos una idea de lo que predica esta gente, baste recordar un par de pelí­culas: Ghost y El sexto sentido. Lo que la inglesa dice que vive -también describe sus experiencias en un libro- se acerca bastante a las propuestas argumentales de ambos tí­tulos.

Son incontables los tarots nocturnos y un ejército de videntes proliferan por todos los canales de TV. Muchos no saben ni hablar e inspirarí­an compasión si no hubiera detrás un servicio de tarificación indecente e innumerables seguidores crédulos. Con todo, me ha sorprendido la intensa campaña publicitaria de Mediaset anunciando el espectáculo de una médium que sube a los escenarios de media España para demostrar sus dotes paranormales.

Claramente retrocedemos en el tiempo, ya que estos shows son muy antiguos. En la segunda mitad del s. XIX y primeras décadas del XX abundaron personajes que hací­an de las ciencias ocultas no sólo un modo de vida sino todo un espectáculo escenificado con parafernalia profusa y venta de entradas en taquilla (he leí­do que la entrada para la Germain son unos 80 € por barba).

En los años 20 del pasado siglo, Houdini ya se dedicaba a desenmascarar a los que aseguran percibir energí­as del más allá. De hecho el legendario ilusionista ofreció un premio en metálico a quien fuese capaz de demostrar habilidades extraordinarias como hablar con los muertos. Después de un tiempo el premio quedó desierto.

El tema continúa igual: entes energéticos que habitan en planos psí­quicos, ondas sensoriales meciéndose, presencias… variantes de lo mismo que alimentan personajes dispuestos a captar adeptos con facilidad, tal vez porque cualquier negocio que hurga en la fragilidad humana suele ser lucrativo.

A juzgar por su notoriedad y por el número de compromisos, no le debe ir mal a esta mujer de limpia mirada azul y a sus mentores y acompañantes. Todos pregonan lo asombroso de sus poderes y en la visita a las principales ciudades de España muchí­simas personas cuentan los dí­as que faltan para verla en acción.

Ahora conviene matizar algo: quienes ofrecen una función aclarando que lo que hacen es una ilusión, son magos, artistas del ilusionismo; los que afirman que su espectáculo se fundamenta en poderes sobrenaturales, únicamente son charlatanes.

Todo el que ha perdido a un ser amado es muy vulnerable, carne de cañón para embaucadores. En el programa televisivo (las actuaciones de la gira deben ser similares) una sensitiva mujer conseguí­a entrar en contacto con el espí­ritu cercano al invitado.

Aprovechando la debilidad emocional de la gente se pueden hacer muchas cosas, como lanzar afirmaciones enigmáticas y ambiguas, el truco consiste en que tales vaguedades junto a determinados golpes de efecto, hagan que la gente se identifique en seguida con la situación de trance y misterio; la adivina sugiere en abstracto algo a lo que las ví­ctimas dan inmediatamente forma.


Y claro, en tal situación lo habitual es que los invitados terminen con los ojos arrasados de lágrimas. Han sido víctimas de un conjunto de técnicas que en ningún momento apuntan al cerebro sino al corazón.

También hay otros factores, como infiltrados entre el público obteniendo información después utilizada en el show, mientras que los fallos predictivos pueden maquillarse o ser atribuidos a una «comunicación débil o insuficiente con el difunto».

Para comprender un poco en qué consiste uno de estos espectáculos podéis leer Un incrédulo en el espectáculo de Anne Germain, excelente y clarificadora crónica de alguien que asistió en persona a una de las recientes actuaciones en directo.

Cuando el corazón deja de bombear sangre al cerebro, nuestro ser se detiene para siempre. Jamás nos acostumbraremos a la idea, tan ferozmente cruel como desoladora, pero es así­ de categórico.

Lo que pueda existir al otro lado forma parte del reino del sueño y la elucubración; sobra decir que si hay espí­ritus pululando alrededor no es algo que se haya podido demostrar empí­ricamente a dí­a de hoy.

Impostores hay demasiados. La vida es muy corta para perderla viendo sandeces que lo único que aportan es más zozobra irracional.

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