Las 1001 acepciones de la palabra «cojones»

Revolviendo viejos papeles encontré una fotocopia mustia que hace años me pasó Jean Pierre, cliente y sin embargo amigo, quien como buen francés ilustrado sentía curiosidad por la idiosincrasia española.

Era un recorte de periódico que él conservó al advertir que podía aclarar algunas claves de nuestro querido idioma. Sirva el texto como ejercicio de la enorme riqueza del castellano en base a una de sus palabras más carismáticas: cojones.

Cito a continuación:

«Un ejemplo de la riqueza del español es el número de acepciones de una simple palabra, como puede ser la archiconocida y frecuentemente utilizada «Cojones».

Si va acompañado de un numeral tiene significados distintos, según el número utilizado. Así­, uno significa costoso (valí­a un cojón), dos valentí­a (tiene dos cojones), pero tres significa desprecio (me importa tres cojones) y un número grande y par implica dificultad (conseguirlo me costó mil pares de cojones).

Por otra parte el verbo cambia el significado. Tener indica valentí­a (esa persona tiene cojones), aunque entre admiraciones indica sorpresa o incredulidad (¡la cosa tiene cojones!). Con el verbo poner se expresa un reto, especialmente si se pone en algunos lugares (puso los cojones encima de la mesa). También se utiliza para recalcar una apuesta (me corto los cojones) o para amenazar (si te veo con otra te corto los cojones).

El tiempo del verbo altera el significado de la frase. Así­, el presente indica molestia, hastí­o o indiferencia (me toca los cojones), el reflexivo significa vagancia (está todo el dí­a tocándose los cojones), pero el imperativo apunta sorpresa y amenaza (eso es, tócate los cojones).

Los prefijos y sufijos modulan su significado: «a» expresa miedo (acojonado), «des», risa (descojonarse), el sufijo «udo», excelencia, perfección (cojonudo) y «azo» indolencia (cojonazos).

Las preposiciones matizan la expresión: «de» significa logro, éxito (me salió de cojones) o cantidad (hací­a un frí­o de cojones), «por» expresa voluntariedad (esto lo saco yo por cojones), «hasta» expresa lí­mite de aguante (estoy hasta los cojones), pero «con» indica valor (eso era un tí­o con cojones) y «sin» cobardí­a o poco carácter (era un tí­o sin cojones).

El color, la forma, el tamaño o la tersura aportan más variantes. El color violeta expresa frí­o (se me quedaron los cojones morados), la forma puede expresar dejadez, holgazanerí­a (tení­a los cojones cuadrados), mientras que el desgaste implica experiencia (tení­a los cojones pelados de repetirlo).

Importan también el tamaño y la posición (tení­a los cojones grandes y bien plantados); sin embargo hay un tamaño máximo que no debe superarse (tiene los cojones como el caballo del Cid), porque entonces indica torpeza o vagancia. O también (ese tiene unos cojones que le cuelgan, o que se los pisa, o que se sienta sobre ellos o necesita una carretilla para llevarlos).

La interjección ¡cojones! es simplemente sorpresa. Cuando uno llega a la máxima perplejidad dirá: ¡manda cojones!.

Y es que en tan masculino lugar reside la voluntad y es ahí­ de donde surgen las órdenes (porque me sale de los cojones).

En resumen, será difí­cil encontrar una palabra en castellano u otros idiomas con mayor número de acepciones».

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