Todas la criaturas grandes y pequeñas
Aunque no especialmente conocido en España, James Herriot sí lo es en Inglaterra, todo un clásico allí de la denominada «animal literature.»
En 1939, con 23 años, James Alfred Wight -su verdadero nombre-, se diplomó en cirugía veterinaria en Glasgow y un año después comenzaba a ejercer en Thirsk, Yorkshire, al noroeste de Inglaterra, donde pasaría el resto de su vida.
Una vida que se funde con la pasión por su trabajo (una vez dijo: «No dejaría de ser veterinario ni aunque me dieran un millón de libras. Me gustan demasiado los animales») y que iba a materializarse a partir de 1970 con la publicación de una serie de ocho libros. Ambientados en la década de 1930-1950, describen toda su experiencia en la práctica veterinaria, los animales y sus dueños tal como lo vivió. Después de varias décadas se han vendido unos 60 millones de copias y a día de hoy siguen constituyendo un gran regalo para todo lector de cualquier país o condición.
Con estilo sencillo y un lenguaje accesible, van esbozándose relatos plagados de anécdotas e incidentes representativos de la vida cotidiana de un veterinario rural en la Inglaterra de mitad del siglo XX.
Alcanzarían tal éxito que en el momento de su muerte en 1995 era uno de los autores que más vendían en Reino Unido y Estados Unidos. Y lo que es más importante, esas lecturas suscitarían numerosas vocaciones de veterinarios en todo el mundo.
Todas la criaturas grandes y pequeñas (1972) narra sus comienzos en un pueblecito de Yorkshire como ayudante veterinario del singular Siegfried Farnon, auténtico manojo de contradicciones y vivo ejemplo del «Haz lo que digo, no lo que yo hago.»
Con inimitable humor británico, Herriot va contándonos sus peripecias como esforzado veterinario rural que asiste a partos de vacas en mitad de la madrugada, soportando el carácter rudo y desconfiado de los granjeros a los que ha de ganarse poco a poco y recorriendo un sinfín de caminos con un coche destartalado bajo la belleza de los valles de Yorkshire.
«Una figura alta y de aire tristón apareció a mi lado.
¿Qué le parece si bebe algo? preguntó el señor Dinsdale.
Sentí que mi rostro aún sucio se abría en una sonrisa de incredulidad. La visión de una taza de té caliente bien cargado de whisky, se alzó ante mí.
Muy amable de su parte, señor Dinsdale. Me encantaría beber algo. Han sido dos horas muy duras.
No -dijo el señor Dinsdale, mirándome firmemente-, si yo decía la vaca.»(Todas las criaturas grandes y pequeñas de James Herriot).
En un período de cambios importantes en el mundo de la medicina, un joven y entusiasta veterinario llegaba a las granjas con nuevos métodos en la práctica veterinaria, lo que automáticamente disparaba el recelo de unos ganaderos que sólo conocían las antiguas técnicas para curar a sus animales.
Pero Herriot, que tuvo que luchar duramente contra todo eso, poseía una cualidad maravillosa: amaba su profesión por encima de todo. A través de las páginas lo encontraremos con frecuencia madrugando y pasando frío, desnudo de cintura para arriba, mojado, manchado de estiércol, con los brazos metidos en faena, poniendo siempre toda su pasión en el trato con los animales dentro de un mundo cerrado y hostil, aguantando desaires. Y sin embargo un mundo finalmente también fascinante, generoso, que le enseñó lecciones profundas a cargo de las personas más humildes.
James Herriot supo capturar la magia de North Yorkshire junto con la idiosincrasia de sus gentes compartiendo un gran número de experiencias enriquecedoras.
Esta no es una novela en sí de trama lineal, sino una evocación múltiple de historias, semblanzas y lugares cuyos personajes podemos visualizar como en un álbum fotográfico. El autor demuestra una rara habilidad para reírse de si mismo y también de los demás sin llegar nunca a la ofensa.
Fue adaptado al cine en dos ocasiones y a la televisión en una serie de la BBC: «All Creatures Great and Small«.
Me preguntaba por qué esta lectura inesperada me había sorprendido tan gratamente dejando este buen sabor de boca. Ahora lo se: desempeñando su profesión, James Herriot nunca perdió la capacidad de asombro ante el milagro de la vida y es por eso que tenemos una señora lección acerca del placer por las cosas simples y la emoción de lo auténtico.
Todas las criaturas grandes y pequeñas resulta ágil y evocador y nos acerca con frescura la imagen de una época y un mundo que dejamos atrás hace tiempo. Imposible no conservar un sentimiento cálido tras la lectura de obra tan deliciosa.