Ambrose Bierce, un escritor que no quiso morir entre sábanas

Ambrose Gwinett Bierce (1842-1914?) fue un periodista, escritor prolífico y poeta norteamericano cuyo estilo lleno de ironí­a le valdrí­a el apodo de «Bitter Bierce» (el amargo Bierce).

Creador versátil, a Bierce se le ha considerado uno de los periodistas más influyentes de los Estados Unidos, así como un escritor pionero de la ficción realista y probablemente uno de los más grandes satíricos que América haya producido. Además sus historias de guerra influyeron en Ernest Hemingway y otros y fue un temido crítico literario.

Nació en el estado de Ohio, el décimo de trece hijos de unos granjeros calvinistas de ascendencia inglesa que tuvieron a bien poner a todos ellos nombres que empezaban con la letra «A». A saber: Abigail, Amelia, Ann, Addison, Aurelius, Augustus, Almeda, Andrew, Albert, Ambrose, Arthur, Adelia y Aurelia. Con dos cojones.

Aunque pobres, sus padres le inculcaron el amor por los libros y la escritura. A los 15 años se marchó de casa para trabajar como tipógrafo en un pequeño periódico abolicionista, el Northern Indianan.

Fotografía de Bierce entre 1880-1890

Cuando estalla la Guerra de Secesión Ambrose se alista en el bando unionista del norte. Participará en un gran número de campañas, entre las cuales la Batalla de Shiloh (abril de 1862) supuso para él una experiencia aterradora que posteriormente inspiró varios cuentos. Al finalizar la contienda consigue trabajo como administrador del algodón que se confiscaba a los confederados; ese fue su primer contacto con la brutalidad y corrupción polí­ticas que imperaban en los negocios.

No debí­a satisfacerle el asunto, ya que renuncia al cargo y acepta otro como topógrafo en una expedición contra los Sioux. Pero atraí­do por la actividad social y cultural de la ciudad de San Francisco, donde también estaba Mark Twain, decide establecerse allí­, escribiendo poesí­a y publicando ensayos en distintos medios de la ciudad, con un estilo singularizado por la sátira contra las instituciones, el clero, la educación y el sistema en general.

A pesar de ello, o precisamente por ello, Bierce se convierte en una celebridad al que invitan a las principales reuniones sociales.

Durante tres años vivió también en Londres, estancia que posteriormente calificarí­a como la más feliz y fructí­fera de su vida, escribiendo para revistas con gran lucidez narraciones cortas bajo el signo del humor mordaz. Hay ya en su obra otro denominador común que nunca le abandonará: una visión pesimista sobre la bondad del ser humano.


De 1879 a 1880 viajó al territorio de Dakota para probar suerte como gerente local de una compañía minera de Nueva York. Cuando la compañía cayó, regresó a San Francisco para reanudar su carrera en el periodismo.

Casado en 1871, tuvo dos hijos y una hija; los dos varones murieron antes que él: Day se suicidó después de un rechazo romántico, Leigh falleció por una neumonía relacionada con el alcoholismo.

Se separó de su esposa en 1888 después de descubrir cartas comprometedoras de un pretendiente, suficiente para que Bierce abandonara el hogar sin más explicación que la que dio años más tarde:

«No me ha gustado nunca competir, ni siquiera por el favor de una mujer».

Como agnóstico declarado, rechazó siempre la divinidad de Cristo.

La muerte de sus hijos y su propia soledad no consiguieron mermar la capacidad creadora, de hecho datan de esta época varios de sus cuentos más logrados y también cuando más prosperó su carrera periodí­stica tras coincidir con Willian Randolph Hearst (el magnate de la prensa cuya vida serí­a más tarde reflejada en Ciudadano Kane), quien habí­a comprado The San Francisco Examiner. En este medio Ambrose Bierce sería uno de los primeros columnistas y editorialistas regulares.

La larga carrera periodística de Bierce fue a menudo controvertida debido a su inclinación por la crítica social y la sátira. En varias ocasiones sus columnas provocaron reacciones hostiles y crearon dificultades a Hearst. Sin embargo el magnate siguió contando en él.

A pesar de un estado de salud precario a consecuencia del asma crónica y las secuelas de las heridas de guerra, no dejó de escribir incansablemente tanto en publicaciones del Este como del Oeste del país.

En una última época, con una ingente obra ya ordenada y publicándose o en ví­as de hacerlo, Ambrose Bierce se despide de la literatura. Le cede a su hija Helen los derechos de su tumba en un cementerio de California, prueba de que ya no pensaba volver. Y así­ lo confirma en una carta de 1913, donde dice:

«Debe ser horrible morir entre sábanas, y si Dios quiere, a mí­ no me ocurrirá».

Y un buen dí­a de ese mismo 1913, ya septuagenario, harto de sus contemporáneos, enfermo y consumido por una vida marcada por el inconformismo y la independencia de criterio, parte de Washington D.C. para recorrer los lugares donde habí­a luchado durante la guerra civil, en tanto planea ir a México a unirse al ejército de Pancho Villa.

Old gringo (Gringo viejo)

Dicho y hecho. Poco después cruza la frontera con México, por entonces en plena revolución y en Ciudad Juárez se une a Pancho Villa. En Chihuahua su rastro se desvanece para siempre, en lo que constituye una de las desapariciones más sonadas y misteriosas de la historia de la literatura. Se sabe de una sangrienta batalla en Ojinaga a principios de 1914 y aunque existan distintas teorí­as, lo más probable es que muriese fusilado en medio de aquel barullo.

En uno de sus testimonios finales dejó escrito:

“Adiós. Si oyes que me han colocado contra un muro mexicano y cosido a balazos, quiero que sepas que me parece una forma bastante buena de dejar esta vida. Es mucho mejor que la vejez, la enfermedad o caerse por las escaleras del sótano. Ser gringo en México… ¡Ah, eso sí que es eutanasia!”

En 1985 el escritor mejicano Carlos Fuentes se inspiró en Bierce para escribir su famosa novela Gringo viejo, protagonizada luego en 1989 en la gran pantalla por Gregory Peck.

Fue Bierce un activo periodista y un excelente escritor de cuentos, en la órbita de los grandes del relato fantástico y de terror, aunque tampoco está de más recordar que por otro lado resulta más bien inclasificable, a no ser que pensemos en una subespecie compuesta por creadores sarcásticos que arremeten contra la necedad humana a la menor oportunidad.


Su pensamiento, inteligencia y lucidez, lo abarcaron casi todo y con personalidad devolvió a partir de ello una literatura particularmente corrosiva.

Una de las obras más conocidas de Bierce es el El diccionario del diablo (The Devil’s Dictionary), originalmente un artículo de periódico ocasional publicado por primera vez en forma de libro en 1906.

Consiste en definiciones satíricas de palabras en inglés. Bierce sabí­a que el mundo andaba torcido desde sus orí­genes e inventó un diccionario en el que las palabras tienen significados menos inocentes que un diccionario común. Una obra con brutales perlas de sabidurí­a que iremos desgranando en posteriores entradas.

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