Charles Kingsford Smith, una vida entera en el aire

Charles Kingsford Smith, apodado Smithy (1897-1935), uno de los grandes pioneros de la aviación en Australia, acumuló más récords que nadie en vuelos de larga distancia enfrentándose a enormes desafí­os en el aire. La valentía de hombres como él contribuyó a superar el aislamiento geográfico de Australia en los primeros días de la aviación y al desarrollo de la aviación comercial.

Subiendo al avión en un aeropuerto de California, 1934

En 1928, un año después de que Charles Lindbergh completase el histórico vuelo en solitario a través del Atlántico, Kingsford se convirtió en el primero en cruzar el Pací­fico desde los Estados Unidos hasta Australia, una empresa aún más ambiciosa no sólo porque la distancia era mayor sino por unas condiciones de vuelo más duras y en ese momento menos estudiadas. De hecho solo diez meses antes, el primer vuelo a Hawai se habí­a cobrado las vidas de diez aviadores.

Kingsford nació en Brisbane y creció en Sydney. Más tarde estudió ingeniería y en 1915 se unió al ejército siendo destinado a la campaña de Gallipolli que se libró en Turquía durante la Primera Guerra Mundial. En 1917 obtiene la licencia para volar en el Royal Flying Corps británico (que serí­a poco después la RAF) y en agosto es derribado y a causa de las heridas tuvieron que amputarle dos dedos del pie izquierdo. Fue entonces condecorado y tras la convalecencia le asignaron tareas de instructor.

Charles Kingsford Smith (con una guirnalda de flores) y Charles Ulm recibidos en Brisbane en 1928. Charles Ulm fue otro de los grandes pioneros de la aviación. Socio y copiloto en muchos de los vuelos más importantes de Kingsford, también desapareció mientras volaba de California a Hawai en 1934.

Después de la guerra funda una compañía que proporcionaba un servicio de vuelos en el norte de Inglaterra y ocasionalmente trabaja como piloto de exhibición en Estados Unidos. De vuelta a su paí­s en 1921 se convierte en uno de los primeros pilotos comerciales en la recién creada West Australian Airways.

Tenía muy claro que volar era su vida y su espí­ritu indómito le lleva a independizarse formando una compañía propia con su socio Charles Ulm, la Australian National Airways que abriría el camino para el correo aéreo y los servicios de suministro en todo el país.

La aerolínea y otras empresas comerciales de Kingsford Smith no lograron el éxito comercial, sin embargo continuó participando en carreras aéreas e intentando nuevas hazañas: sería el primero en completar un vuelo sin escalas a través de Australia de Melbourne a Perth y el primero en volar de Australia a Nueva Zelanda, además de un vuelo de Australia a Londres en el que estableció un nuevo récord de 13 días.

Cuando en 1928 Kingsford Smith despegó de California con tres tripulantes con la intención de llegar a Brisbane ví­a Honolulu e Islas Fidji, el objetivo fue considerado imposible y necio.

A unos 900 kilómetros de Hawai se topó con una franja de turbulencias meteorológicas; ningún otro piloto antes que él habí­a volado en tales condiciones. Recordemos que el vuelo se hizo en un Fokker de los años veinte bautizado como Southern Cross, frágil, con la estructura de madera y revestido de tela, un diseño tan elemental que los asientos no estaban ni siquiera anclados. Kingsford luchó durante horas para mantener el rumbo y cuando finalmente salieron, estaban casi sin combustible y no tení­an ni idea de cómo encontrar las islas Fidji, a fin de cuentas una pequeña mancha perdida en el océano infinito.

A éste y otros muchos obstáculos se enfrentó Kingsford con valor, habilidad y determinación. Cruzar el Pací­fico fue posiblemente la gesta más atrevida de la aviación de todos los tiempos.

Después del primer vuelo exitoso trans-Pacífico del mundo, Kingsford y su tripulación fueron recibidos en Sydney como héroes por una multitud.

Puede que no sea justo compararlo con las gestas solitarias de Charles Lindbergh, pero éste nunca atravesó volando algo tan violento como una tormenta del Pací­fico. Además, después de 1927 Lindbergh no realizaría ningún otro vuelo notable mientras que Kingsford Smith siguió volando y estableciendo récords.

En 1929 junto con otros tres tripulantes despegó en un vuelo de Sydney a Inglaterra. En el noroeste de Australia, costa de Kimberley, encontraron mal tiempo y se perdieron, lo que no es de extrañar, ya que utilizaban de guía un par de mapas de la Marina y un mapa de Australia arrancado de un Atlas. Hubieron de realizar un aterrizaje forzoso en unas marismas sin combustible, con la radio rota y escasas provisiones. Todo lo que tení­an era un termo de café y un poco de brandy. Por ese motivo aquello se bautizó como la «Aventura del Café Real«.

Por suerte disponían de abundante agua dulce y algunos recursos comestibles, básicamente caracoles de agua. Ante la falta de noticias en Sydney, dos socios de Kingsford, Keith Anderson y Bob Hitchcock, decidieron salir al rescate.

Volaron a Alice Spring y mientras cruzaban el árido desierto de Tanami en Australia Central falló el motor y se vieron obligados a un aterrizaje de emergencia. No tenían suficientes provisiones y sólo unos tres litros de agua. A diferencia de Kingsford Smith, cayeron en un lugar que no ofrecí­a ningún recurso y a los tres dí­as murieron. El Outback australiano es inmisericorde.

Kingsford Smith y sus compañeros consiguieron ser rescatados por otro avión pero algunos periódicos especularon con la idea de que habí­a sido un montaje publicitario y el asunto se complicó (de alguna manera la opinión pública culpaba a Kingsford de esas muertes). Un equipo de rescate recuperó los restos de Anderson y Hitchcock.

A pesar de todos los contratiempos, no hubo forma de apagar su sed de volar.

En noviembre de 1935 Charles Kingsford Smith y el copiloto Tommy Pethybridge intentaban batir el récord de velocidad entre Inglaterra y Nueva Zelanda cuando desaparecieron sobrevolando el Océano Índico. Aunque hubo una búsqueda sus cuerpos jamás se recuperaron. Un año y medio después unos pescadores birmanos encontraron una pierna y una rueda del tren de aterrizaje.

A Kingsford Smith le sobrevivió su segunda esposa Mary y un hijo de tres años. Una autobiografía publicada de manera póstuma en 1937, My Flying Life, se convirtió en un éxito de ventas.


Actualmente, a uno de los más grandes pioneros de la aviación se le recuerda en Australia pero mucho menos fuera de ella: por ejemplo en la biografí­a de Charles Lindbergh escrita por Scott Berg en 1998 que naturalmente repasa la historia de los primeros años de la aviación, a Charles Kingsford Smith no se le menciona una sola vez.

No obstante el principal aeropuerto de Sydney fue bautizado como aeropuerto Internacional Kingsford Smith en su honor y su célebre avión, el Southern Cross, preservado cuidadosamente durante años, hoy se exhibe en el Kingsford Smith Memorial cerca del aeropuerto de Brisbane.

Como homenaje a su gran contribución a la aviación, la imagen de Charles Kingsford Smith figuró en los billetes de 20 dólares australianos entre 1966 y 1994.

Fue un verdadero héroe romántico, uno de los más grandes y apasionados protagonistas del progreso de la aviación.

Fuentes:
Wikipedia
Bill Bryson: En las Antí­podas

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