Alguien con suficiente carisma puede convencerte de cualquier cosa. No importa de qué se trate, siempre será fácil sucumbir cautivado por un buen impostor. Es más, seguramente no rechazarías la oportunidad de conocer de cerca a alguien que eleva el engaño a la categoría de arte.
El escritor Clifford Irving describe así a Elmyr de Hory a su llegada a la isla de Ibiza, en el verano de 1961: «Llevaba un monóculo pendiente de una cadena de oro, sus jerséis siempre eran de Cachemira (…) Lucía reloj de pulsera de Cartier y se sentaba al volante de un descapotable Corvette Sting
Mirar al cielo es una necesidad vital y ancestral para el hombre de este mundo, siempre atónito y reverencial ante un espectáculo grandioso, más aún cuanto más agitado o amenazador.
Se supone que casi cada metro cuadrado del mundo ya ha sido explorado y trazado pero acaso los lugares cotidianos que nos rodean en las ciudades donde vivimos sean algunos casi por redescubrir. Siempre lo he pensado así. ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con atravesar los túneles subterráneos habitualmente vedados al público, encaramarse a
Charles Kingsford Smith, apodado Smithy (1897-1935), uno de los grandes pioneros de la aviación en Australia, acumuló más récords que nadie en vuelos de larga distancia enfrentándose a enormes desafíos en el aire. La valentía de hombres como él contribuyó a superar el aislamiento geográfico de Australia en los primeros días de la aviación y
Suspendida en el océano del tiempo desde un lejano día de 1912, la cabaña de Scott es un recuerdo palpable de la época heroica de las exploraciones polares, cuando un puñado de hombres intrépidos, entre los que se encontraban Ernest Shackleton y Robert Falcon Scott, arriesgaron sus vidas por la conquista de la Antártida.
El relato que Cornelius Rost, un soldado del ejército alemán en la II Guerra Mundial contó al novelista Josef Martin Bauer a través de varias entrevistas, acabaría publicado en 1955 en forma de libro bajo el título de So weit die Füsse tragen (Hasta donde los pies me lleven).
¿Hay relación entre el cacareo de los pollos y la llegada de un tornado? ¿Cuál es la forma óptima de mojar una galleta? ¿Alguien ha estudiado seriamente la pelusa del ombligo? Todo esto y mucho más está perfectamente documentado, con horas de trabajo y desvelos por parte de científicos que tal vez han estado o
Domingo Francisco Jorge Badía y Leblich, nacido en Barcelona en 1767, hijo de padre aragonés y madre belga y más conocido como Ali Bey, vivió la vida de un auténtico aventurero. No solamente fue explorador sino además funcionario, espía, escritor, científico… un espíritu más que inquieto y seguramente de los más fascinantes personajes de la
Percy Fawcett se adentró en el Amazonas el 20 de abril de 1925. Lo acompañaba su hijo mayor, Jack, y el propósito de la expedición era descubrir la civilización que había dado origen a la leyenda de El Dorado. Tenía 57 años, medía un metro ochenta de estatura y todos los periódicos aireaban las hazañas