Hubble, el telescopio y el hombre

Aunque su diseño arranca en los años 70, ya soñaban su concepción los cientí­ficos desde mucho antes. El telescopio espacial Hubble (HST son sus siglas en inglés) fue puesto en órbita en 1990 como un proyecto conjunto entre la NASA y la Agencia Espacial Europea.

Se trata de un ingenio robotizado que opera en los bordes exteriores de la atmósfera a casi 600 km. sobre el nivel del mar orbitando alrededor de la tierra. Cada 90 minutos completa una vuelta.

El telescopio Hubble ha sido y es una de las más relevantes herramientas de exploración espacial. En todos sus años de servicio se han examinado y fotografiado galaxias, nebulosas, estrellas… aproximadamente un millón de objetos distantes. En su catálogo consta la posición detallada de unos 15 millones de estrellas y unas 500.000 fotografí­as que ocuparí­an el equivalente a 8,34 Terabytes.

Astrónomos de más de 45 paí­ses han publicado los descubrimientos hechos con el Hubble en miles de artí­culos cientí­ficos y con el tiempo ha recibido varias visitas de astronautas con el fin de corregir diversos errores de funcionamiento e instalar equipo adicional.

La ventaja de disponer de un telescopio más allá de la atmósfera radica en que de esta manera se pueden eliminar los efectos de la turbulencia atmosférica. Además, la atmósfera absorbe fuertemente la radiación electromagnética en ciertas longitudes de onda, disminuyendo la calidad de las imágenes.

Serpens Nebula HBC 672

Los telescopios terrestres se ven también afectados por factores meteorológicos como la presencia de nubes y la contaminación lumí­nica ocasionada por los grandes asentamientos urbanos, lo que reduce sus posibilidades.

Hay maravillosas imágenes captadas por el gran telescopio que se recogen en HubbleSite, la página oficial.

La persona que dio nombre al telescopio

El telescopio espacial Hubble recibe su nombre en honor a Edwin Hubble (1889-1953), uno de los más importantes astrónomos estadounidense y padre de la cosmologí­a moderna.

Edwin Hubble era hijo de un importante ejecutivo de seguros. Dicen quienes lo conocieron que el joven Edwin era un gran atleta, inteligente, simpático y atractivo. En una misma competición del instituto ganó en salto de pértiga, lanzamiento de peso, de disco, de martillo, en salto de altura, en carrera de obstáculos y en en relevos 4×400 m. Ese mismo año batió el récord del estado de Illinois en salto de altura.

Y fue sin duda un gran presumido o un fanfarrón: de acuerdo con su propia versión salvó a innumerables hombres en los campos de batalla de Francia, rescató a nadadores que se ahogaban y puso en evidencia a campeones del mundo de boxeo.

El director del instituto le habí­a dicho el dí­a de su licenciatura: «Edwin Hubble, te he vigilado durante cuatro años y no te he visto estudiar ni siquiera 10 minutos.» Se detuvo por un instante y continuó: «Aquí­ tienes una beca para la universidad de Chicago».

Y en dicha universidad brilló como estudiante tras matricularse en Fí­sica y Astronomí­a. Estuvo además en Oxford, donde estudió derecho e inglés, participando brevemente en la Primera Guerra Mundial. Ejerció como jurista sin mucho entusiasmo durante un año hasta que se entregó a su vocación, la Astronomí­a, materia en la que se doctoró.

En 1919 obtuvo un puesto en el observatorio californiano del Monte Wilson, lugar que lo convirtió en el astrónomo más destacado del S. XX.

Edwin Hubble en el telescopio de Mount Wilson, hacia 1922

Durante años Hubble abordó dos cuestiones muy importantes acerca del Universo, del que poco se sabí­a: su edad y su tamaño.

Descubrió que el Universo era más vasto de lo que nadie habí­a imaginado y midiendo los espectros de lejanas galaxias dedujo que cuanto más lejos se encuentran, más rápidamente se mueven. Es la relación conocida como Ley de Hubble, la primera evidencia de la expansión del universo y actualmente una de las piezas básicas de la Gran Explosión o Big Bang.

Edwin Hubble no se hizo cargo de inmediato de todo lo que implicaba aquello que habí­a descubierto y además, lamentablemente tampoco le era familiar la Teorí­a General de la Relatividad de Einstein. Habrí­an de transcurrir varias décadas hasta que la Gran Explosión dejase de ser una idea interesante para pasar a teorí­a reconocida.

Murió de un ataque al corazón en 1953. Como rareza cabe añadir que, por razones aún desconocidas, su esposa se negó a celebrar el pertinente funeral y jamás reveló lo que habí­a hecho con su cadáver.

Más información en la Wikipedia.

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