El cementerio de las páginas web: la pérdida silenciosa de nuestra memoria en la red

Cada día se eliminan miles de sitios web —blogs, foros, proyectos locales o personales— y con ellos desaparecen trozos de la historia reciente: de qué hablábamos, qué nos preocupaba o qué nos hacía reír. Internet, que prometía ser el gran archivo de la humanidad, ahora resulta que tiene memoria de pez.

Cuando la red era salvaje y un territorio por explorar

Hubo un tiempo en que Internet era un paisaje por descubrir, un espacio vibrante, imperfecto y lleno de vida. Aquellas páginas de finales de los noventa y los primeros dos mil se parecían más a una ciudad en construcción (o directamente a una ciudad sin ley) que a la urbe aséptica y ordenada de hoy. Proliferaban las ventanas emergentes, banners chirriantes, gifs que parpadeaban sin descanso, midis de fondo, contadores de visitas y una colección de tipografías imposibles.

Pero detrás del caos y de los diseños deficientes arañando la vista, la sensación era de aventura total. La web se percibía como un mundo por explorar, un lugar propicio a la experimentación.


Hoy en día es un repositorio inmenso y vital para la vida moderna con cientos de miles de millones de páginas indexadas, pero este coloso del contenido del que dependemos para acceder a información, imágenes, noticias y todo tipo de recursos, puede esfumarse con pasmosa facilidad.

Es el desafortunado estado de los medios en línea: cuando un servidor se abandona, un dominio caduca o un proyecto deja de ser rentable, la página desaparece con todos sus contenidos, una montaña de material que se desintegra sin dejar huella debido a proyectos que ya no despiertan interés, enlaces rotos o servidores descuidados. Lo que creímos eterno es, en realidad, frágil y efímero.

El olvido avanza más rápido que la capacidad de preservación. Resulta patético que páginas web anteriores a 2013 sean el equivalente moderno a las películas mudas; incluso un contenido de hace solo cinco años puede que ya no sea accesible (seguro que la barra de marcadores de tu navegador puede demostrarlo).


Internet se vuelve incoherente, ya que por un lado no lo tiene todo y por otro, lo que tiene está cambiando siempre a toda velocidad.

La ilusión de la eternidad online

Durante años prevaleció la idea de que lo que subíamos a la red quedaba fijado ahí para siempre, como un cuadro en un museo: fotos, artículos de opinión, foros, debates, diarios personales, testimonios de todo tipo… Parecía una biblioteca infinita de nuestro presente.

Ahora, gran número de estas páginas son simplemente polvo digital. Aunque la frase «Internet todo lo tiene» siga siendo popular, la realidad es que olvida de forma rápida y silenciosa, ante lo que cabe preguntarse: ¿cómo recordarán nuestros descendientes el estilo de vida del siglo XXI si buena parte de su memoria ha sido borrada?


Cada rediseño, cada dominio que caduca, cada servidor que se apaga entierra años de vida digital y mientras nuevas webs aparecen cada segundo, las viejas desaparecen sin duelo. Lo efímero, paradójicamente, es la verdadera naturaleza de lo digital.

Una web que se devora a sí misma

Un estudio del Pew Research Center (un centro independiente con sede en Washington D.C. que informa al público sobre los asuntos, actitudes y tendencias que moldean Estados Unidos y el mundo) indica que la vida media de una página web ronda los 100 días, y que más del 38% de las webs de hace diez años ya no existen. Más del 70% de los enlaces creados hace una década están rotos o inaccesibles. Cada dominio caducado o servidor apagado borra fragmentos irreparables de nuestra memoria.


Basta recordar alguno de los grandes nombres que fueron omnipresentes en un pasado aún cercano, ecosistemas enteros que hoy solo existen en la memoria de quienes los vivieron:

  • Terra, portal de Telefónica creado en 1999 con noticias, correo electrónico, un buscador, minijuegos y chat, que se convirtió en un referente para una generación de usuarios jóvenes en el mundo hispanohablante. Desapareció en 2013.
  • GeoCities, servicio gratuito de alojamiento web fundado en 1994. Democratizó la creación de contenido web, permitiendo a personas sin conocimientos avanzados publicar sus propias páginas. Se convirtió en uno de los sitios más populares de internet y finalmente, en 2009 todos sus servidores fueron formateados, eliminando permanentemente el contenido alojado.
  • Messenger el servicio de mensajería instantánea de Microsoft aparecido en 1999. Se convirtió en un fenómeno global durante la era del internet doméstico, con sus emoticonos, estados personalizados y el icónico zumbido. Fue reemplazado por Windows Live Messenger en 2005 y finalmente dejó de funcionar en 2013 al integrarse en la plataforma Skype adquirida por Microsoft.
  • Tuenti, una red social española fundada en 2006, la plataforma más popular del país entre los jóvenes durante un tiempo. Luego, de la mano de Telefónica, pasó a operador virtual móvil y dejó de funcionar en 2016.
  • Taringa! red social de origen argentino, lanzada en 2004 con el lema «Inteligencia Colectiva». Funcionó como un foro donde los usuarios compartían artículos, enlaces para descargas de software, libros, programas, tutoriales, documentales y mucho contenido humorístico.
  • Google+, surgió en 2011 para competir con las principales redes sociales pero después de muchos altibajos y desaciertos por parte de Google, ésta decidió su cierre en 2019. Hoy, nadie habla de esta plataforma.
  • Megaupload y Rapidshare, los gigantes de la descarga. Implantaron un sistema sencillo y accesible de almacenaje y distribución de archivos a través de Internet, ofreciendo a los usuarios distintos modos de uso: gratis (con limitaciones tanto en almacenamiento como en descarga) y premium con menores limitaciones. En 2012, el FBI provocó el cierre de Megaupload por las acusaciones de infracción de derechos de autor e igualmente Rapidshare, tras incesantes batallas legales contra la industria del copyright, informó en 2015 que daba por finalizado el servicio y todas las cuentas serían eliminadas así como los archivos.
  • Yahoo Respuestas, donde los usuarios formulaban dudas y recibían respuestas de otros miembros de la comunidad global. Pervivió entre 2006 y 2021 pero iría disminuyendo significativamente tras el auge de las redes sociales y el hecho de que Google ofrecía respuestas más confiables y contrastadas, a diferencia de las respuestas de usuarios Yahoo, que a menudo carecían de veracidad o tenían intenciones de trolear.
  • Macuarium, una de las principales comunidades sobre Mac en España. Tenía muy interesantes manuales, hilos e incluso revista oficial, donde los usuarios de Mac hablaban de hardware, software o dudas técnicas. Enfrentó múltiples problemas que llevaron a su declive.
  • Barrapunto. Creado en 1999, el sitio funcionaba como un agregador de noticias donde los usuarios compartían enlaces y publicaciones sobre tecnología, con especial énfasis en temas relacionados con GNU/Linux, programación, y movimientos pro-software libre. Debido al gran tráfico que generaba, el paso a portada de una noticia producía un incremento notable en las visitas de las páginas web enlazadas (se hablaba del «efecto Barrapunto» cuando una página enlazada experimentaba un aumento masivo de tráfico que llegaba incluso a colapsar sus servidores). Perdió relevancia con la llegada de Reddit, Menéame y Twitter. En el verano de 2019 el sitio dejó de responder sin un comunicado oficial.
  • La Coctelera (2005-2014) fue una plataforma de blogs española que alcanzó gran popularidad en su momento, convirtiéndose en una de las principales alternativas a servicios como Blogger.com y WordPress.com. Destacaba por su enfoque en la sencillez y la facilidad de uso para la publicación de contenidos. Tuvo una fuerte comunidad de usuarios y mucha interacción directa entre blogueros.
  • MySpace: donde los usuarios podían crear perfiles con información personal, fotos, música, vídeos y otros contenidos. Con fuerte vocación musical, de hecho muchos artistas y bandas se dieron a conocer ahí, se convirtió en la red social más visitada del mundo entre 2005 y 2008. En 2015, un fallo en los servidores provocó la pérdida permanente de más de 50 millones de canciones y 12 años de contenido 
  • Fotolog: un blog fotográfico personalizable que fomentaba la creación de comunidades a través de imágenes, comentarios e interacción. Muy popular entre adolescentes de América del Sur y España, alcanzó su apogeo en 2007. Fue un claro precursor de Instagram.
  • Google Reader: lanzado por Google en 2005, se convirtió en una herramienta muy popular para quienes deseaban mantenerse al día con blogs y noticias sin tener que navegar manualmente por múltiples páginas. Su cierre se produjo en 2013, dejando un vacío para muchos usuarios que lo utilizábamos a diario.
  • Panoramio, proyecto web de origen español que nació en 2005 dedicado a compartir fotografías georreferenciadas, permitiendo a sus usuarios subir imágenes de lugares o paisajes. Las fotos subidas por los usuarios podían ser vistas en Google Earth si cumplían ciertos requisitos. En 2007 Google adquirió Panoramio, integrándolo posteriormente en su ecosistema de servicios geográficos. En 2016, a pesar de su popularidad -más de 94 millones de fotos y 4 millones de usuarios- decidió cerrarlo, dejándonos medio huérfanos.
  • Vine, un servicio de alojamiento de vídeos en formato corto que permitía a los usuarios crear y compartir videoclips en bucle de seis segundos de duración (posteriormente se amplió a 140 segundos). En 2014, contaba con más de 100 millones de usuarios activos mensuales. Sin embargo, no logró monetizar adecuadamente su contenido, produciéndose su cierre en 2017.


Fueron plataformas que dominaron internet alguna vez, ocupando gran parte de nuestro tiempo de ocio y hoy completamente olvidadas.

Esta desaparición sistemática refleja la obsolescencia programada de la memoria digital. No solo desaparecen plataformas, se esfuman testimonios de la vida cotidiana, debates, proyectos locales, modas, memes primitivos. El lenguaje de toda una generación. Es una «arqueología del vacío», en la que cada “404 Not Found” representa una lápida anónima más en el cementerio de Internet.

“El archivo es la memoria de la civilización.” —Jacques Derrida, Mal d’archive (1995)

Fragmentos de un espejo roto

Los blogs personales, las webs de barrio o las páginas de asociaciones fueron durante años el espejo íntimo de su tiempo: mostraban cómo hablábamos, qué nos apasionaba, cómo entendíamos el mundo, siendo los diarios públicos de una generación que empezaba a vivir en línea. Con su desaparición se desintegra también la textura emocional de una época.

Internet, que alguna vez ofreció un relato coral y espontáneo de la vida contemporánea, se ha convertido en un espejo roto que refleja una versión fragmentada e inestable de nuestra identidad, un mosaico de miles de pedazos de contenido que seleccionamos, compartimos y combinamos en plataformas específicas, cada una con sus normas, sus algoritmos y sus límites.

Añadamos a la ecuación que el acceso a contenidos gratuitos actualmente se encuentra en vías de extinción.

En definitiva, la red ya no ofrece una narrativa cultural coherente y lineal como pudo hacerlo en el pasado, sino un flujo constante de instantáneas que nos atan al presente y revela la pérdida de memoria colectiva, dejando una versión incompleta y discontinua de nuestra cultura.

La edad oscura digital

Es fácil olvidar que la infraestructura digital exige inversiones constantes y está sujeta a cambios de estrategia empresarial, obsolescencia y sobre todo criterios de rentabilidad.

Almacenar archivos en Google Drive, Dropbox, OneDrive o iCloud implica delegar nuestra memoria a compañías cuya prioridad no es la preservación, sino el negocio. Un cambio en sus políticas, una fusión, una quiebra o una decisión técnica o de rentabilidad pueden borrar en segundos años de historia personal. Por lo tanto, la confianza en que nuestras cosas prevalezcan debe ser limitada.

«Lo que no se paga, se apaga»


Vivimos rodeados de datos pero sin garantías de memoria. Muchos soportes físicos desaparecen, los formatos caducan, los servidores mueren. El olvido avanza más rápido que nuestra capacidad de conservar. El propio Vint Cerf, co-inventor de Internet, advirtió del riesgo de una Edad Oscura Digital, un futuro en el que los historiadores no podrán acceder a muchos documentos del siglo XXI porque ya no existirán.

Y surge así una pregunta inquietante: si el pasado digital está en manos de unas pocas corporaciones, ¿qué pasará cuando decidan reescribirlo, qué quedará de nuestra historia si quienes guardan nuestros datos pueden también borrarlos?

Los últimos guardianes del archivo

No todo está perdido. En medio del olvido digital, existen quienes se empeñan en conservar la memoria de la red.

Proyectos como Internet Archive y su Wayback Machine rescatan millones de páginas desaparecidas, guardando copias automáticas de sitios que ya no existen. Son un referente, y además hay que mencionar sitios como Archive.today, comunidades que crean y difunden manuales para preservar y descargar contenidos valiosos ante cierres inminentes y distintos centros colaborativos y universitarios que han implementado programas de archivado web para capturar y preservar grandes volúmenes de contenido nacional.

Aunque estas instituciones actúan, el debate sigue siendo el mismo: el archivo no es neutral. ¿Quién decide qué se conserva y qué se deja morir entre las miles de millones de páginas que nacen y mueren a diario?


Tal vez, dentro de cien años, estudiar un blog de 2007 sea como excavar Pompeya.

La arqueología de lo cercano

El olvido digital duele especialmente cuando buscamos aquella página de una asociación local, un foro de barrio, un blog personal o una web de aficionados a cualquier cosa que se construyeron con mucha dedicación y cariño. Detrás de esas páginas había voces, lenguajes y costumbres, existían comunidades de personas ahora sustituidas por algoritmos. Su desaparición borra también una parte de la cultura popular contemporánea.

Porque lo que no se guarda, simplemente no existió.

Qué podemos hacer

Preservar es un gesto técnico y ético al mismo tiempo mediante el que cada uno puede contribuir modestamente a mantener viva la memoria digital:

  • Guardando páginas en Wayback Machine o Archive.today antes de que desaparezcan.
  • Exportando y respaldando localmente los propios proyectos, blogs y redes sociales antes de que se cierren.
  • Usando formatos abiertos (HTML, TXT, PDF, ePub) que puedan leerse sin depender de plataformas concretas y y evitar los formatos propietarios o cerrados.
  • Convirtiendo contenidos en ediciones descargables, libros digitales o archivos locales.
  • Enseñando a otros a conservar lo que crean.

El archivo no es nostalgia sino supervivencia cultural.

Epílogo: fósiles en la red

Si un día los arqueólogos del futuro tienen la oportunidad de bucear en nuestros restos digitales encontrando capturas, comentarios que narraban el día a día, foros, memes o lo que sea, entenderán un poco mejor cómo éramos. Quedarán, aunque el olvido digital los haya cubierto casi por completo, los rastros de una civilización que quiso dejar testimonio de sí misma. Algo que diga que estuvimos aquí, aunque Internet ya lo haya olvidado

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