El puzzle de la Stasi

Tras caer el muro de Berlí­n en 1989, la Stasi, policí­a secreta de la extinta RDA, destruyó gran cantidad de documentación relativa a sus actividades, una información inmensa que consignaba con meticulosidad datos personales de alemanes y extranjeros considerados una amenaza para el estado.

La orden que recibieron miles de funcionarios fue aniquilar millones de esos documentos y no sólo trabajaron a destajo las trituradoras de papel, incluso se rompí­a el papel a mano.

Sin embargo el cometido se quedó a medias. Los acontecimientos se precipitaron tan rápidamente que las sedes que contaban con hornos fueron tomadas por personal de la Alemania reunificada antes de que aquéllos tuvieran tiempo para borrar al completo las huellas del pasado.

Las tiras de ese papel permanecieron en las mismas bolsas en que debí­an ser transportadas hasta las incineradoras. La oficina encargada de la custodia del material recibí­a cada mes miles de peticiones de acceso a los documentos. Tocaba rehacer la historia que algunos quisieron aniquilar.

Un conjunto de personas se pusieron a trabajar en el archivo berlinés con el propósito de recomponer los archivos a mano, pero pronto se pudo constatar que con tales medios no serí­a posible restaurar más de 10 documentos al dí­a. Haciendo una cuenta simple, descubrieron con horror que treinta personas dedicadas full-time tardarí­an más de 400 años en rehacer los contenidos de los 16.250 sacos de archivos, unos 45 millones de documentos.

A finales de 2003 una noticia desvelaba lo siguiente:

«Un consorcio de cientí­ficos alemanes desarrolla un sistema de escaneo por computación que será utilizado para reconstruir millones de archivos destruidos por la policí­a secreta de Alemania Oriental».

Añadiendo que se llevarí­a a cabo «en el término de unos años, en lugar de tener que dedicar varios siglos a la tarea».

Tamaña aceleración era debida al uso de un sistema de escaneo y posterior tratamiento informático. El Instituto Fraunhofer de Sistemas de Producción y Tecnologí­a de Diseño (el cual también habí­a colaborado en la recuperación de archivos de campos de concentración nazis) asumió la tarea y al equipo se unió Lufthansa Systems para adaptar los sistemas de análisis existentes de modo que fuera posible escanear y ordenar los 600 millones de pedacitos.

Metodología que se sigue

Escaneado de millones de pedacitos de papel por ambas caras, tiras generalmente del ancho de un dedo y el largo de un folio. Esta es sin duda la parte más engorrosa del proyecto.

– Una vez guardadas las imágenes, los datos se enví­an a los ordenadores para su interpretación. Estos hacen uso de un programa diseñado ex-profeso utiliza algoritmos y con él comienza el montaje del gigantesco rompecabezas.

– El software identifica qué pedazos van juntos en base a un método selectivo que valora gran número de variables: espesor, grano y color del papel, tipo de caligrafí­a (escritura manual y mecanografiada), reconocimiento de sellos oficiales estampados y otras caracterí­sticas.

– Por último, las piezas de un texto se ordenarán completando las palabras.

Lo que más facilitó relativamente las cosas es el hecho afortunado de que la Stasi rompió los archivos y los fue volcando directamente en los sacos, de modo que existe una alta probabilidad de que todas las piezas de cada documento están en la misma bolsa.

Si todo el tinglado funcionase bien (y hay razones para creer que sí­), ello significarí­a entre otras cosas el fin de las destructoras de papel como método para deshacerse de documentos «confidenciales».

A veces las cosas parecen discurrir por buen cauce y cuando un programa informático amenaza con revelar los trapos sucios de una dictadura, hay motivos de satisfacción. Informática con fines nobles, podrí­a decirse.

Alemania invirtió 6,3 millones de euros en esa aplicación única, una cifra y unos esfuerzos que merecen la pena. A fin de cuentas se trata de un pasado por el que los alemanes sienten una legí­tima curiosidad creciente, como demuestra la pelí­cula La vida de los otros

La República Democrática Alemana y la Stasi

¿Qué recordamos de la GDR? A bote pronto, deportistas de camisetas azules y pantalón blanco que acaparaban muchas medallas en las Olimpí­adas (toda la Europa del Este, en realidad) y en el caso de las mujeres, atletas hombrunas y sanotas capaces de bajarle la libido a cualquiera.

En plena guerra fría Hitchcock rodó Cortina rasgada, una intriga con este país de trasfondo que revelaba la censura y el control de las libertades ejercido por las autoridades.

Pero aparte de dos detalles rápidos desde una perspectiva foránea, allí una realidad palpable cada día era la Stasi, cuya sola mención provocaba escalofrí­os a los ciudadanos.

Los intentos del servicio secreto de la antigua Alemania Oriental para destruir sus embarazosos archivos nos devuelven a la era de la guerra frí­a, el modelo soviético trasplantado a gran parte de Europa del Este, el telón de acero y el miedo y las suspicacias continuas respecto a Occidente.

Fundada en 1950, la Stasi (abreviatura de Ministerium für Staatssicherheit o Ministerio para la Seguridad del Estado), era la principal organización de policí­a secreta e inteligencia de la República Democrática Alemana y se formó a imagen del KGB soviético. Con el primer objetivo, que no el único, de detectar comportamientos considerados subversivos, terminó convirtiéndose en el aparato de espionaje interior no sólo más efectivo dentro del Pacto de Varsovia, sino de todo el mundo.

Uno de sus secretos era disponer de un informante para cada 180 ciudadanos, mientras que, por ejemplo, la KGB tení­a a 1 por cada 595 y la Securitate rumana a uno por cada 1.533 habitantes. En 1989, año de su disolución, la Stasi tení­a 91.000 empleados a tiempo completo y 300.000 informantes. En otras palabras, uno de los niveles de penetración más altos en una sociedad por parte de una organización.

Fuentes

Artículo «Reconstruir el pasado alemán»
Wikipedia: Stasi
Wikipedia: República Democrática Alemana

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