Somos nuestra memoria y nuestro olvido

Contrariamente a lo que podamos suponer, la memoria de ningún modo es una copia exacta sino un reflejo de lo vivido. No se limita a reproducir hechos, en realidad los cambia. Es la memoria del olvido.

La memoria y el olvido


La muchas caras de la memoria

No existe una única memoria pero en la que todo el mundo piensa cuando hablamos de recuerdos es la que se conoce como memoria a largo plazo, aquella que define nuestras acciones e influye a la hora de contemplar y comprender el mundo.

Vivimos plenamente convencidos de que nuestros pasado se almacena en el cerebro como una serie de tomas fijas, al igual que lo hacen los datos en el disco duro de un ordenador, es decir, manteniendo copias ordenadas y exactas tal como se registraron en su momento. Nada más lejos de la realidad. Nuestra memoria no es como una fotografía sino un boceto al que nunca dejamos de dar pinceladas.

«La memoria está diseñada para cambiar, no reproducir los hechos, por lo que no somos testigos fidedignos».

Donna Jo Bridge

La memoria a largo plazo es teóricamente ilimitada, sin embargo se reescribe cada vez que la evocamos.

La memoria y el olvido 2


Diversos experimentos llevados a cabo muestran que más que fotográfica, es relacional y algo vivo que continuamente estamos moldeando.

Por suerte o por desgracia nuestros recuerdos van a distorsionarse con el tiempo

Aquellos eventos pasados de cuya evidencia más seguros estamos también están sujetos a distorsiones. El cerebro construye la estructura de un recuerdo a partir de experiencias y sensaciones que luego modificamos de manera que encajen en nuestro momento actual o bien las eliminamos en procesos que suelen tener lugar cuando dormimos.

Rememorar un acontecimiento del pasado lejano equivale a leer una fotocopia de otra fotocopia, de otra fotocopia… En cada paso se produce una variación. No somos conscientes de que al acudir a la base de datos mental aquella imagen no se ha conservado íntegra e inevitablemente procedemos a introducir los fragmentos necesarios para completarla. Por tanto el resultado final difiere hoy del que pudimos tener ayer o del que tendremos mañana.

«No guarde nunca en la cabeza aquello que le quepa en un bolsillo».

Albert Einstein

Cuanto mayor impacto emocional tenga una experiencia, más probable es que ésta se asiente en la memoria y eso ocurre tanto con los momentos de júbilo como para los que fueron amargos, razón por la que nos acordamos con bastante claridad de los días felices de igual manera que de los más tristes.

Desde un punto de vista evolutivo es importante que así sea: una vivencia de gran carga emocional (angustia, peligro, sufrimiento) será registrada con fuerza para en el futuro tratar de evitarla o al menos estar mejor preparados para actuar ante ella. Es una cuestión de supervivencia.

Deshacerse intencionadamente de un mal recuerdo requiere mayor esfuerzo del que creemos

Sin embargo estas memorias también pueden afectar gravemente a una persona que no deja de revivir con detalle una situación especialmente traumática. En casos extremos hay quienes la borran por completo de su cabeza porque así necesitan hacerlo. Vemos por lo tanto que la memoria del olvido es selectiva.

La memoria y el olvido 3


Olvidamos detalles irrelevantes y también aquellos en exceso dolorosos. En cuanto a los fragmentos que no conseguimos recordar, los reconstruimos rellenando inconscientemente los huecos, llegando incluso al punto de interiorizar recuerdos expresados por otras personas y adueñarnos de ellos pensando que son propios.

Contamos con el deterioro provocado por el envejecimiento, los trastornos o la depresión pero no se sabe mucho sobre lo que sucede en nuestro cerebro cuando perdemos la memoria.

Afortunadamente poco a poco van descubriéndose más indicios de cómo funciona y podremos utilizar dicho conocimiento para ayudar a las personas a deshacerse de evocaciones que les hacen mucho daño psicológico, tanto como para enfermar.

Olvidarse de las cosas es tan natural como recordarlas

El ser humano no puede recordarlo todo, ni mucho menos. Por eso el olvido desempeña un papel fundamental en la «sanación» de recuerdos, y lo hace descartando información irrelevante, poco frecuente o inconsistente, en definitiva, apartando el ruido.

Así es como los mecanismos cerebrales preservan a largo plazo la información consistente, dando a entender que lo que se repite predeciblemente nos puede ser útil en el futuro y el resto no.

Además, el olvido es primordial para la memoria a corto plazo, para que las habilidades del análisis y la comprensión puedan desarrollarse con normalidad en nuestro día a día.

El desierto de la memoria


Por mucho que nos pese, olvidar está tan ligado a nosotros como recordar y constituye algo completamente normal y necesario. Recordar y olvidar, ambos en su justa medida. Al fin y al cabo somos nuestra memoria -con sus trampas y sorpresas- pero también nuestro olvido.

Claramente nuestro cerebro nos engaña y no es sino debido a su complejo funcionamiento. No hay mala intención en ello pero el cerebro es todo un tramposo.

Fuentes

Las trampas y sorpresas de la memoria
Cuando al cerebro le cuesta más olvidar que recordar

Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Privacidad y cookies

Utilizamos cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mismas Enlace a polí­tica de cookies y política de privacidad y aviso legal.

Pulse el botón ACEPTAR para confirmar que ha leído y aceptado la información presentada


ACEPTAR
Aviso de cookies