El misterioso mundo del sueño

¿Qué ocurre mientras dormimos que, a pesar de hacerlo durante aproximadamente un tercio de nuestra vida, después casi nunca recordamos nada?

Aún con un montón de experimentos y teorí­as en la mano los cientí­ficos no pueden ocultar la evidencia: todaví­a no se ha averiguado con exactitud.

Dormir es vital hasta el punto de que su ausencia podrí­a conducirnos a la muerte o al menos a graves alteraciones fí­sicas tras pasar por estados alucinatorios.

Hay dos caracterí­sticas del sueño que parecen milagrosas: la pérdida de conciencia y que vivamos como reales las ensoñaciones nocturnas.

De las 5 etapas identificadas en los dominios de Morfeo, la última -fase REM- es la más desconcertante. A diferencia de las otras fases, aquí­ aumentan los ritmos cardí­aco y respiratorio y además se albergan las principales ensoñaciones. Es entonces al parecer cuando un sistema se encarga de desconectar los músculos ya que de lo contrario la persona escenificarí­a sus sueños con los movimientos del cuerpo (y acabarí­amos en el otro extremo del dormitorio destrozados por las agujetas).

Algunos investigadores sostienen que el sueño sirve para reparar los tejidos. Para otros durante la noche el cerebro reorganiza recuerdos y ayuda a la resolución de problemas y al aprendizaje general. Y otra hipótesis sugiere que el sueño REM es un campo de entrenamiento donde recibimos los estí­mulos necesarios para el desarrollo del cerebro.

Con todo, los sueños permanecen envueltos en el terreno del enigma. Frí­amente cabe decir que sólo son actividades mentales aleatorias pero también se apunta que constituyen una especie de ensayos del cerebro, que nos prepara para enfrentarnos a los demás, al mundo.

Hay animales que desconectan unas 20 horas al dí­a, caso del murciélago pardo, y otros sólo 2 (por ejemplo la jirafa). Yo personalmente no suelo rebasar las 7 horas diarias. Confieso que me gustarí­a abrazar los 2 extremos, es decir, dormir más de 8 o bien no dormir, si bien en este último caso las consecuencias pueden ser contrarias a lo esperado, tal como nos enseñó «El Bello Durmiente«, relato de Arthur C. Clarke incluido en su maravilloso Cuentos de la Taberna del Ciervo Blanco.

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