El hermano Arthur, ex-New York Dolls


New York Dolls. De izquierda a derecha: Arthur ‘Killer’ Kane, Sylvain Sylvain, David Johansen, Jerry Nolan y Johnny Thunders.

Fueron los New York Dolls a principios de los años 70 quienes mejor encarnaron el arquetipo de banda furiosa del rock que rinde culto a la bisexualidad y manifiesta una voluntad insensata por intoxicarse.

Una manera de correr fatí­dicamente hacia el abismo que tanto influyó en movimientos musicales que anticipó, como el Punk, el Rock Gótico y el Glam-Metal.

Travestidos, estridentes, los New York Dolls viven a fondo su mala reputación y causan sensación, siendo los preferidos de los clubes nocturnos de N. York y compensando con actitud las carencias musicales.

Reino Unido se contagió rápidamente de esa forma de encarar la música.

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Los Dolls solo publicaron dos elepés oficiales: New York Dolls (1973) y Too much, Too Soon (1974), éste último («Demasiado y demasiado pronto») parece el epitafio para esta banda provocadora.

Dejaron un puñado de temas vibrantes e inmediatos: Personality Crisis, Looking For a Kiss, Trash, It’s Too Late, Jet Boy, Human Being

En listas de ventas no triunfaron y tras el segundo álbum, desconcertados ante un futuro incierto, los Dolls cayeron en manos de Malcom McLaren, futuro ideólogo de los Pistols, quien intentó relanzar a la banda con poca fortuna.

Acribillados por sus adicciones y sin una mano que los guiase, en 1975 los Dolls se desintegran, se dice con mala baba que también porque sus camellos habí­an sido detenidos en mitad de una gira.

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Johnny Thunders y Jerry Nolan formaron The Heartbreakers y David Johansen y Syl Sylvain probaron carreras en solitario.

Todos encuentran un modo de reciclaje excepto Arthur Kane, el bajista de gran estatura, el más reservado de los miembros del grupo, quien asiste silenciosamente a la debacle. Tras participar en Corpse Grinders y probar en los ochenta una frustrada reinvención de los Dolls, desaparece bajo el anonimato más absoluto.

En 1991 fallece Thunders debido a una sobredosis de heroí­na y en 1992 Nolan a causa de un ataque cardiaco.

New York Dolls-Jet Boy (1973)

En el transcurso de los años 80 y 90 se va publicando todo lo que lleva la firma de N. York Dolls: directos, maquetas, descartes… Las aplaudidas reapariciones de grupos coetáneos como MC5 y The Stooges facilita esa resurrección, sin olvidar la labor de personas como Morrissey, el ex de los Smiths, quien fue presidente de su club de fans en UK.

Este podrí­a ser el resumen de esta historia, cuya información he puesto al dí­a merced a un documental subtitulado que ha llegado a mis ojos hace poco a través de Sundance Channel. Se trata de una producción independiente de 2005 dirigida por Greg Whiteley que lleva por tí­tulo New York Doll, donde el hilo conductor y verdadero protagonista es el bueno de Arthur «Killer» Kane.

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Presenciamos la vida de una estrella efí­mera del rock cuyos proyectos se desvanecieron muy pronto hasta sentir que no habí­a lugar en el mundo de la música para él.

Kane se convirtió en un alcohólico al borde de la pobreza. Se trasladó de Nueva York a Los Angeles sin conseguir romper el bloqueo creativo ni mejorar expectativas. El alcoholismo y la ruptura matrimonial completaron un cuadro de depresión profunda.

Un dí­a de 1988 Arthur ve por televisión a su ex compañero David Johansen haciendo un papel en la pelí­cula Los fantasmas atacan al jefe protagonizada por Bill Murray. Después de años de resquemores y olvido, algo rompe dentro de su cabeza y presa de un ataque de rabia, arranca la ropa a su mujer, la golpea y se tira por la ventana del tercer piso.

Mientras se recupera en el hospital de distintas fracturas (como se aprecia en la pelí­cula le quedarí­an secuelas en el habla y la motricidad), un anuncio que ofrece una copia gratuita de El Libro del Mormón se cruza en su camino. Lo pide y dos jóvenes rubias se lo traen personalmente.

Tras la oscuridad de muchos años y el intento de suicidio, Arthur experimenta una conversión religiosa que lo acerca a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Dí­as y acepta un empleo en el Centro de Historia Familiar de Los Angeles.

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La cámara nos acerca a un hombre apacible de camisa blanca que tranquilo y cortés repasa con nosotros sus vivencias. La soledad le ha conducido a una especie de resignación práctica, mostrándose sinceramente agradecido a las personas de la Iglesia Mormona que le han dado no solo trabajo sino sentido para vivir.

De fondo, los testimonios de Iggy Pop, Bob Geldof, Chrissie Hynde de Pretenders, Morrissey, y Mick Jones de The Clash, todos ellos declarados fans del legado de los Dolls.

De una personalidad sencilla, casi ingenua, Arthur Kane habla con nostalgia de sus dí­as juveniles rodeado de sexo, drogas y rock and roll, «algunos de mis mejores recuerdos«, confiesa.

Aunque no duda en absoluto de su compromiso con la fe mormona, está claro -y esto es lo más emotivo- que íntimamente albergó el deseo de reunir a la banda, lo que quedaba de ella, y tocar juntos al menos por última vez.

«Durante treinta años he sido ignorado y he vivido en la oscuridad y me han dicho que sólo soy un perdedor. Y, bueno, ahora queremos recuperar aquella emoción. Pero tengo que acostumbrarme a eso. Es algo de lo que no me he ocupado en treinta años»..

(Arthur Kane hablando de la reunión inminente de los Dolls en 2004)
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Y al final el sueño improbable se hace realidad gracias al impulso de un gran admirador: Morrissey.

Kane, Johansen y Sylvain, complementados por varios músicos jóvenes, reaparecieron el 16 y 18 de junio de 2004 en el festival londinense de Meltdown.

Animados por la buena acogida, los nuevos Dolls estaban cerrando fechas para actuar en Estados Unidos pero de vuelta a casa Kane pensó que habí­a contraído una gripe durante su estancia en Londres y se internó en un hospital de Los Angeles quejándose de fatiga. Le diagnosticaron rápidamente una leucemia y murió dos horas después, solo 22 dí­as después del concierto.

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Así­ termina este hermoso y duro retrato, el viaje conmovedor por la historia de un hombre modesto y bueno cuya fama pasó muy pronto sin entregarle nada a cambio.

New York Doll es un documental compasivo que calienta el corazón, recomendable aunque no se tenga interés por los New York Dolls en particular o por las desventuras del punk en general.

New York Doll | Full Documentary Movie

Saber más:
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El héroe rocker menos pensado
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