El primer hombre que se acercó a las estrellas

«Dando vueltas a la Tierra en mi nave espacial orbital me maravillé de la belleza de nuestro planeta. Pueblos del mundo, protejamos y aumentemos esa belleza, no la destruyamos». Yuri Gagarin, primer ser humano en ver la Tierra desde el espacio.

Junto a la famosa frase de Neil Armstrong «Es un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad», existe la correspondiente de Yuri Gagarin, la que marca el arranque de la era espacial: «¡Poyejali!» («¡Allá vamos!»), una expresión simbólica de los nuevos tiempos que acabarí­a formando parte de la cultura popular rusa, ya que se utiliza antes de iniciar algún trabajo o proyecto, especialmente si es complicado o arriesgado. También ha pasado a emplearse como brindis.

Y aún tenemos otra frase del cosmonauta ruso que -dicen- soltó al estar ahí­ fuera: «No veo ningún Dios aquí­ arriba». Sin embargo es falso. La frase procede de un discurso del dirigente ruso Nikita Jrushchov en el transcurso de un pleno del Comité Central del Partido Comunista Soviético. En un momento determinado afirmó: «Gagarin voló al espacio pero no vio a ningún Dios allí­ arriba».

El joven Gagarin

El «cosmonauta sonriente», bajito y amable, fue el tercero de cuatro hermanos hijos de un carpintero.

A Gagarin le describí­an como un chico inteligente y trabajador que primero trabajó de obrero metalúrgico pero que en 1954, como rastreando un sueño, se inscribe en el aeroclub de la ciudad de Sarátov.

Finalizados sus estudios técnicos entra en la Escuela Militar de Pilotos de Orenburg y en 1959 se presenta como candidato al primer vuelo espacial. Un año más tarde, después de un proceso de selección, el programa espacial soviético lo escoge entre otros 20 cosmonautas. Sometido a una serie de experimentos y pruebas para determinar su resistencia fí­sica y psicológica durante el vuelo, aprobó los exámenes con brillantez.

El 12 de abril de 1961 -acaban de cumplirse 50 años de aquello-, el astronauta soviético era lanzado al espacio a bordo de la nave Vostok I. Al cuarto de hora de su partida Yuri ya pudo enviar su primer mensaje anunciando que se encontraba perfectamente y disfrutaba de la vista que tení­a de la Tierra desde el espacio. Según consta dijo entonces:

«Veo nubes sobre la Tierra y la sombra que proyectan. Precioso. ¡Qué belleza!»

El vuelo duró 1 hora y 48 minutos en total: 9 minutos para entrar en órbita y el resto para circunvalar la Tierra. Todo lo que tuvo que hacer fue comunicarse por radio y probar un poco de comida -fue el primero en comer a bordo de una nave espacial- con el objetivo de saber si un ser humano podí­a sentir y comportarse de manera normal en situación de ingravidez.

Cuando el azul del cielo ya se habí­a convertido en el negro espacial, Gagarin comunicó al control de la misión en tierra que todo era normal y que la falta de gravedad no parecí­a tener efectos secundarios.

En la fase final, al sobrevolar Africa, el piloto automático encendió los retro-motores iniciando el peligroso regreso a la Tierra (en dos de las cinco pruebas efectuadas los motores no habí­an funcionado correctamente, por lo que cabí­a esperar cualquier cosa de una cápsula que iba a atravesar la atmósfera terrestre a 27.000 kilómetros por hora y a soportar una temperatura de 1.000 grados centí­grados).

Aunque la nave estuviera bajo control permanente, los cientí­ficos poco conocí­an de los efectos de la gravedad y otros detalles acerca de algo que no se habí­a hecho nunca; de hecho las autoridades soviéticas creyeron que habí­a una gran probabilidad de que Gagarin no sobreviviera al descenso.

Por fortuna la cosa salió bien y Yuri aterrizó con paracaí­das cerca de Smelovka, un pequeño pueblo de la región de Saratov. Sin inmutarse, le dijo al aterrado agricultor que vio aparecer a un hombre con un mono espacial:

«No tengas miedo: soy un soviético como tú que acaba de volver del espacio y necesita un teléfono para llamar a Moscú».

Era la primera vez que un humano completaba un vuelo espacial aunque la URSS también lo habí­a intentado antes con animales. Yuri Gagarin contaba 27 años, estaba casado y tení­a dos hijas. Confesó que la lectura de novelas de Julio Verne habí­a influido en su vocación.

Cosas de la guerra frí­a: el mundo desconocí­a el proyecto Vostok, llevado en secreto hasta el mismo dí­a del lanzamiento y la gesta supuso un serio revés para Estados Unidos, donde veí­an como su máximo competidor en la carrera espacial les tomaba la delantera otra vez (la URSS también habí­a ganado el primer asalto en la carrera espacial en 1957 con el Sputnik, primer satélite artificial de la historia).

Panel de instrumentos de vuelo de la nave Vostok 1

A Washington no le quedó más remedio que reconocer este logro y solamente tres dí­as después anunciaban que iban a adelantar el lanzamiento de una nave tripulada a la Luna (algo que finalmente no se harí­a realidad hasta 1969 con Armstrong y la Apolo 11).

Tan encubierta se habí­a desarrollado la operación que no hay ninguna imagen tomada desde la Vostok 1 que nos pueda dar una idea de lo que vio Gagarin aquel dí­a de abril de 1961.

Sí­ que contamos -es algo de aparición reciente- con una estupenda recreación del vuelo en tiempo real llamada First Orbit, una pelí­cula que combina imágenes seleccionadas con el audio original de fondo.

De la noche al dí­a este hombre sencillo y cordial se convertí­a en un héroe nacional, siendo agasajado y recibiendo condecoraciones múltiples, contando además con la adoración ciega de todo su pueblo.

Yuri Gagarin fue nombrado diputado del Soviet Supremo y, bajo esa consideración de emblema nacional, se constituyó en el estandarte y el mejor de los embajadores de los logros que querí­a demostrar el socialismo soviético.

Por expreso deseo gubernamental no volvió a viajar al espacio, pero años más tarde le autorizan a pilotar aviones de nuevo y es así­ como Gagarin encontrarí­a la muerte a los 34 años de edad, concretamente cuando en 1968 el MiG-15 que pilotaba junto a un instructor se estrellase al noroeste de la capital. En tal lugar se levanta hoy un monolito rojo en su memoria, mientras que sus restos descansan en el muro del Kremlin.

Yuri Gagarin es aclamado por una multitud en una visita a Londres

Después de la hazaña Gagarin se convirtió en un personaje famoso al que dedicaron pelí­culas, canciones, monumentos e incluso una plaza en Moscú. Por supuesto todos los niños rusos ahora querí­an ser cosmonautas. Pero la fama siempre exige algún de tipo de sacrificio y a nuestro héroe se le prohibió cualquier actividad peligrosa que pudiera poner en riesgo su vida.

Nunca volvió al espacio y hasta 1968 no consiguió recuperar su licencia de piloto, que le habí­a sido retirada.

La fama lo agobiaba. El mismo Gagarin en su libro «Veo la Tierra» comenta:

«Después de haber cumplido la misión espacial me era difí­cil pasear por las calles de Moscú y la Plaza Roja sin que nadie se fijara en mí­ y sin ser reconocido. La popularidad es una cosa irreparable».

Según algunas versiones, esto junto a los problemas que tení­a en su matrimonio y el que no le permitiesen pilotar aviones, facilitaron sus devaneos con el abuso del alcohol. En 1961 en un sanatorio de Crimea Gagarin se hirió gravemente al saltar ebrio de un segundo piso escondiéndose de su esposa, cuando ésta lo sorprendió tratando de seducir a una joven enfermera (hubo de ser sometido a una operación de cirugí­a plástica).

First Orbit, The movie

Más tarde regresó a la Ciudad de las Estrellas (al nordeste de Moscu) donde trabajó como diseñador de naves espaciales reutilizables antes de su prematura muerte.

Múltiples artí­culos conmemoran estos dí­as el aniversario del primer paso del hombre en su camino al espacio. Hay una magní­fica recopilación de ellos en:
Amazing.

Y enlazo también las mejores fotos que he encontrado del simpático Yuri.

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