Perder el tren

Hay estadí­sticas que definen el estado de un modelo económico. La lista Top 500 es el indicador que muestra la posición de los paí­ses según el número de alta tecnologí­a computacional, los denominados «superordenadores». En el caso de España la posición que ocupamos en ese ranking no ha hecho más que descender. En concreto, en dos años, hemos retrocedido ocho posiciones. Con sólo tres de esos cacharros ocupamos el puesto 17 del mundo.

Esto no serí­a reseñable si se limitara a la anécdota, pero parece un sí­ntoma más de que hemos perdido el tren de nuestro tiempo. Cada vez más gente se da cuenta y se larga. La fuga de cerebros es una sangrí­a. Según un informe de Adecco, en los últimos dos años más de 100.000 jóvenes de alta preparación y españoles han hecho las maletas en busca de un futuro más interesante que el que ofrece un paí­s en recesión y sin opciones.

Es una diáspora que se ubica en el perverso horizonte de ver que en España el horizonte es siniestro y se habla de indicios de recuperación en otros paí­ses. 

El problema es que cerca de un millón de trabajadores se han ido ya en lo que llevamos de crisis, de los cuales una cuarta parte son jóvenes con alta formación. Además se denota que las oportunidades para que éstos se puedan sentir realizados es cada vez menos probable. Investigación, desarrollo o nuevos modelos de crecimiento se alejan por culpa de un Estado incapaz (formal y técnicamente) de invertir para impulsarlos.

A mi modo de ver toca reducir impuestos e incentivar fiscalmente la inversión privada en nuevas tecnologí­as, no nos queda mucho más. Aun es posible sin que Europa nos acuse de no saber lo que hacemos. En la Comisión lo que quieren es un «plan creí­ble» para reducir el déficit y no necesariamente una retirada de opciones económicas.

Si desde el entorno público las opciones de empujar parecen nulas pues no hay dinero ni lo habrá, y si lo hubiera deberí­a orientarse a procurar que no aumenten las cifras de excluidos sociales y mantener la paz social a toda costa, desde el privado tampoco estarán las cosas en disposición de modificar presupuestos de contingencia.

A medida que se evidencie que el déficit no se reduce ya que aumentar los impuestos y reducir los gastos del estado no garantizan que los ingresos crezcan o se mantengan, la presión fiscal irá en aumento hasta cifras que hace un año hubieran hecho saltar chispas, pero que hoy ya no son capaces de remover a un paí­s apagado, adormecido y anestesiado irremediablemente.

Los impuestos no sólo suben para ricos. Es una regla de tres diseñada para tontos. La Fundación Ideas, agujero donde se esconden los socialistas en extinción, recomiendan al ejecutivo que nos fusilen a impuestos. Lo grave es que lo hacen con nuestro dinero, claro.

En resumen, menos dinero para invertir en lo importante, mayor presión fiscal a los que pudieran impulsar un cambio de modelo mucho más tecnológico, más jóvenes preparados huyendo a otros paí­ses y evidencias claras que muestran un paí­s cada vez más lejos de los escenarios de futuro.

Mientras tanto, los de siempre siguen discutiendo de reformas laborales de juguete. Todos los «agentes» sociales y ahora partidos polí­ticos dándole a la manivela del insulto a la inteligencia

Es tan ridí­culo todo esta mierda que no parece posible. Dos años pasándose por el forro el asunto y ahora a correr. A darse prisa en algo que ya no tiene uso ni sentido.

La reforma laboral no genera empleo, ahora ya no. No proyecta hacia el futuro sino que se ahoga en el fangal en el que está todo esto. Diseñar un nuevo modelo de crecimiento depende de que alguien se lo crea de verdad, apueste y arriesgue. Que se cuente con esos que se van, nos vamos, con los que apostaban su patrimonio por emprender, que se cuente con todos los que ahora están preparando estrategias para afrontar la subida de impuestos. 

Gracias de corazón a todos los que se preocuparon, preocupan y preocuparán tanto de nosotros, no hací­a falta, de verdad, casi mejor que se hubieran estado rascándose la entrepierna durante toda la legislatura, hubiera sido mucho más productivo.

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