Testamento de un matemático romántico

Évariste Galois (1811-1832), uno de los grandes genios matemáticos de su tiempo, tuvo una vida breve y trágica, ya que murió en un duelo con solo veinte años de edad. Apasionado e irascible, su carácter y genio brusco le excluyó de las academias francesas, llevándolo al borde de la desesperación.

Su paranoia habí­a sido alimentada por distintos episodios de tan corta vida.

Con 17 años habí­a enviado un trabajo sobre las ecuaciones quí­nticas, en las que la incógnita aparece elevada a su quinta potencia y para las que entonces no se conocí­a solución, a la Académie de Sciences (Academia de Ciencias de Francia).

El barón Cauchy, figura importante de la comunidad matemática francesa, adivinó un talento excepcional y sugirió que deberí­a ser presentado al premio de matemáticas. Pero no sólo no recibió el premio sino que su manuscrito se perdió. Otro artí­culo posterior también fue rechazado por la Academia.

Por entonces la vida de Galois empezaba a teñirse de un marcado tinte polí­tico. El levantamiento de los republicanos de 1830, que habí­a obligado al exilio de Carlos X, fue sofocado con la llegada al trono del nuevo rey Luis Felipe de Orleans.

Galois tení­a fervientes convicciones republicanas y habí­a participado activamente en manifestaciones y sociedades antimonárquicas, por lo que fue expulsado de la École y encarcelado varias veces bajo la acusación de actitud sediciosa.

«Combat devant l’hôtel de ville», de Jean-Victor Schnetz (1830)

Según cuentan, nada más ser liberado tuvo una disputa amorosa en un restaurante que desembocó en un reto a duelo para el dí­a siguiente.

Evariste Galois parecía tan convencido de la inminencia de su muerte, que pasó toda la noche escribiendo cartas a sus amigos republicanos y componiendo lo que se convertirí­a en su testamento matemático. Así­ es como expresaba sus sentimientos en una carta a un amigo:

«Pido a mis amigos patriotas que no me reprendan por morir por otra cosa que no es mi paí­s. Muero ví­ctima de una infame coqueta y sus dos engañados. Mi vida se extingue entre chismorreos triviales. ¡Oh!, ¿por qué morir por tan poco, por algo tan despreciable? Pongo al cielo por testigo de que sólo bajo la coacción y la fuerza he cedido a una provocación que he tratado de evitar por todos los medios posibles. Lamento haber contado una verdad tan peligrosa a aquellos incapaces de oí­rla con calma. Me llevaré conmigo a la tumba una conciencia sin mancha, inaccesible a las mentiras, incontaminada con sangre patriota.»

Aunque luego añade:

«¡Adieu! Yo amaba la vida para el bien común. Perdono a los que me han matado, son de buena fe».

Esa noche, Galois garabateó frenéticamente sus ecuaciones, con muchas tachaduras y anotaciones al margen: «une femme», «Stéphanie» y las desesperadas palabras, «Je n’ai pas le temps» («no tengo tiempo»).

Firma de Galois

A primeras horas de la mañana los dos contrincantes se enfrentaron a pistola y 25 pasos, sin testigos ni doctor. Galois recibió un tiro en el vientre y murió en el hospital al dí­a siguiente (probablemente de peritonitis), después de rehusar los servicios de un sacerdote. Sus últimas palabras a su hermano en el lecho de muerte fueron:

«No llores; necesito todo mi valor para morir a los veinte años».

A su entierro asistieron tres mil republicanos y hubo enfrentamientos con la policí­a (muchos de sus compañeros creí­an que Galois habí­a sido ví­ctima de una conspiración).

Hubo de pasar una década para que en sus notas fuese reconocida la marca de un genio. Tras laboriosas interpretaciones de los escritos que dejó, los logros matemáticos de Galois fueron reconocidos para siempre.

Nota
Évariste Galois fue capaz de determinar cómo un polinomio era resuelto por radicales. Además es el primero en utilizar el término «grupo» en un contexto matemático.

En una rama del álgebra abstracta hay una teorí­a que lleva su nombre y constituye una de la bases matemáticas de la modulación CDMA utilizada en comunicaciones y especialmente en los Sistemas de navegación por satélite como GPS.

Fuente principal | Eurekas y euforias. Cómo entender la ciencia a través de sus anécdotas.

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