El último tilacino, aquel extraño perro a rayas

En general toda la fauna australiana resulta fascinante. Es lo que tiene evolucionar aislados del resto del mundo. No solo el canguro o el koala, también tenemos el dugongo o dugón, un pacífico herbívoro que se alimenta únicamente de algas en las zonas costeras, el emú (pariente del avestruz), el poco corriente ornitorrinco o el carismático demonio de Tasmania. Pero hay otro que, aunque todaví­a sea utilizado como reclamo turí­stico en la isla, ya no se encuentra entre nosotros: el Tigre de Tasmania o Tilacino.


El tilacino, también conocido como lobo marsupial o tigre de Tasmania, fue así­ bautizado por los exploradores europeos además de por su aspecto, por subsistir solamente en esta isla del sur de Australia.

¿Pero no son marsupiales aquellos que como el canguro terminan la gestación de sus crí­as en una bolsa externa o marsupio? Pues sí­, pero es que el tilacino es un caso raro de marsupial carní­voro, más parecido en realidad a los cánidos de otros continentes: dientes afilados, mandí­bulas potentes, talones levantados y la misma morfologí­a general.

Los adultos tení­an una alzada de unos 60 cm y pesaban entre 20 y 30 Kg. El tener rayas negras distintivas en la espalda le valieron el apodo de «tigre».

Con el aspecto de un perro de buen tamaño, el pelaje corto y una cola rí­gida, muchos colonos lo comparaban también con la hiena. Muy caracterí­sticas eran también sus mandí­bulas, que podí­an abrir hasta extremos asombrosos, algo más propio de un reptil.

Se trataba de un animal nocturno, si bien tampoco se conoce demasiado sobre su comportamiento y hábitat. Por lo que sabemos, el tigre de Tasmania se extinguió en el continente australiano miles de años antes de la llegada de los colonos europeos, sin embargo sobrevivirí­a en Tasmania junto a otras especies endémicas como el diablo de Tasmania, su pariente más próximo, hasta el S. XX.


El tilacino experimentó un destino paralelo a nuestro lobo ibérico: desde los primeros tiempos de la colonización se le empezó a culpar de numerosos ataques a ovejas, lo que llevarí­a a ofrecer recompensas por su captura. En 1830 la Van Diemen’s Land Company pagaba 1 libra esterlina por cabeza (10 chelines por cachorro) y entre 1888 y 1909 el propio gobierno de Tasmania hizo lo mismo.

Aparte de la caza incentivada, probablemente múltiples factores contribuyeran a su declive y eventual extinción, incluyendo la competencia con perros salvajes introducidos, la erosión de su hábitat e incluso una enfermedad parecida al moquillo que afectaba a muchos ejemplares en cautiverio.

El animal ya era extremamente raro verlo en estado salvaje al final de los años 20. Hubo varios intentos de salvar la especie de la extinción pero sería demasiado tarde.

El último tigre de Tasmania salvaje que se conoce fue abatido en 1930 por un granjero y el último en cautiverio estaba en 1933 en el zoológico de Hobart, la capital tasmana, donde sobrevivirí­a solamente tres años.

Este ejemplar murió en 1936, posiblemente por negligencia de sus cuidadores y aparece en la última pelí­cula de un ejemplar vivo: 62 segundos de filmación en blanco y negro a cargo del naturalista David Fleay, que lo muestran moviéndose arriba y abajo por su recinto enjaulado.

Nos quedan las imágenes de un último ejemplar, tan enigmáticas como descorazonadoras.

Aún cuando está oficialmente extinguido todaví­a hay quienes dicen haberlo visto en Tasmania u otras partes de Australia.

El lobo marsupial constituye hoy un sí­mbolo de Tasmania que aparece en su escudo, en carteles y logotipos oficiales de turismo, matrí­culas de coches y todo tipo de artí­culos de coleccionismo. Nada como morir para componer un bonito icono adoptado orgullosamente por todos.

Escudo de Tasmania

Produce una honda tristeza la desaparición del último de una especie, colofón de una larga cadena de despropósitos y ante la indiferencia general del género humano. No hay reposición automática para esto.

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