Un atraco que pudo ser perfecto

Cinco años entre barrotes dan para desarrollar muchos planes y pulir muchas ideas.

En este tiempo Johnny Clay no ha dejado de dibujar en su cabeza los detalles precisos para, una vez en libertad, volver a delinquir. Pero esta vez con el golpe que le brinde un retiro definitivo con los bolsillos llenos. Todos sus sueños convergen en la 7º carrera del hipódromo. Sí­, ahí­ es donde alcanzará su cenit la sinfoní­a perfectamente orquestada.

El ex-convicto Johnny Clay (Sterling Hayden) anuncia nada más terminar su condena el decidido propósito de cometer un atraco audaz, único: hacerse con la recaudación de un hipódromo estadounidense en un día grande de las carreras.

Lo que lo hace perfecto no sólo es la meticulosidad con que ha planeado todo sino el hecho de hacer partí­cipes a una banda que no es tal, ya que será integrada por personajes corrientes y grises, cada uno con un pequeño pero decisivo papel en la trama. No son en absoluto profesionales, son empleados mal pagados hartos de una existencia de estrecheces económicas.

Todos los convocados quieren participar sabiendo que en el atraco nadie sufrirá daño; además el jefe es el persuasivo líder que otorga seguridad. Y sobre todo, sueñan con dar un giro total a sus vidas convencidos de que el dinero abundante suprimirá de un plumazo todos sus problemas.

Tenemos a un poli con deudas que ya no puede afrontar, el barman pobre, el marido celoso, interpretado magníficamente por Elisha Cook, Jr. que quiere impresionar a su ambiciosa mujer… Son todos seres insatisfechos que esperan el momento del atraco como quien posee guardado en un cajón el décimo de loterí­a ganador que sólo falta cobrar.

Tanta previsión por parte de Clay y sus hombres no puede sin embargo contar con el control de todos los factores posibles, y así­ harán su aparición las ambiciones cruzadas, los dobleces y la traición que siempre acompañan al género humano, y particularmente en este caso el elemento femenino en forma de «femme fatale» como desencadenante de una crisis que dará al traste con el tinglado tan escrupulosamente planificado y ejecutado.

Esta semana he vuelto a encontrarme con esta crónica, una de mis historias favoritas sobre perdedores y fantasí­as truncadas, releyendo la novela de Lionel White y revisitando después la gran pelí­cula de Kubrick.

Partiendo de la novela de Lionel White («Clean Break») y sobre un guión de otro gran novelista de serie negra, Jim Thompson, Stanley Kubrick dirigió en 1956 Atraco Perfecto (The Killing, literalmente «La Matanza», porque todo acaba como el rosario de la aurora), la que es considerada su primera obra maestra.

El libro de Lionel White (1905-1985), novelista de los años 50, 60 y 70 admirado entre otros por Quentin Tarantino -quien muchos años después lo cita en Reservoir Dogs-, es en general más explí­cito que la peli, segrega mayor violencia y sexualidad. Además tanto algunos detalles como los finales, difieren.

Atraco Perfecto, la pelí­cula, atrajo la mirada de personajes de Hollywood como Kirk Douglas quien firmaría entonces con Kubrick un contrato para cinco pelí­culas, siendo la primera en 1957 Senderos de gloria, Paths of Glory, la del hermoso mensaje antibelicista.

De la mano de Kubrick vendrí­an en los años siguientes grandes obras como Teléfono Rojo…, 2001 o Espartaco.

La utilización del tiempo cinematográfico en Atraco Perfecto supuso una innovación para le época gracias a un estilo no lineal que expone los hechos desde los diversos puntos de vista de los personajes, con planos picados, gran composición fotográfica en blanco y negro, la idea del doble complot y flashbacks continuos. Un guión cargado de suspense hará el resto.

Y sin embargo la pelí­cula pasó casi inadvertida y el gran público sólo la recuperaría tras los posteriores éxitos de Kubrick.

Dicen que La jungla de asfalto de John Huston (1950), bastante parecida y donde Sterling Hayden también había encabezado el reparto, seguramente sea superior. No lo se ni me importa; Atraco perfecto desarrolla un espléndido ejercicio de cine negro reuniendo los ingredientes principales del género: delito, apuestas, deudas, hampones y vampiresa, humo, sangre.. todo en una poderosa sí­ntesis de 83 minutos de metraje.

Probablemente la pelí­cula resultó chocante a un público de los años cincuenta acostumbrado a historias moralmente concluyentes con héroes y villanos enfrentados de manera inequí­voca.

Sin embargo quienes delinquen en Atraco Perfecto son personas corrientes, pobres diablos en pos de un sueño que se les va de las manos y son derribados por un destino inmisericorde. En una historia así, ¿quiénes son realmente los malos?

La lucha del antihéroe soñador enfrentado a la realidad del mundo acarrea un final necesariamente malaventurado. El protagonista llega a oler la gloria en el aeropuerto y tú deseas con toda el alma que no lo atrapen y escape con su chica y la maleta repleta de billetes. Pero el azar, en forma de un repelente caniche y su dueña (en la pelí­cula, no en el libro), lo va a desbaratar todo.

Con la mirada perdida, Johnny baja los brazos y es devuelto a la amarga realidad. Y es que las viejas con caniche en brazos al que hablan como a un niño mimado siempre resultaron extremadamente peligrosas.

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