¿Por qué las mujeres no están nunca contentas con su pareja?

El psicólogo evolucionista David Buss ha investigado durante años las diferencias existentes entre hombres y mujeres en sus estrategias respectivas de reproducción.

Aunque la causa inmediata de nuestros comportamientos de cortejo y apareamiento pueda ser algo tan prosaico y tan natural como la búsqueda de placer, al final obedecemos al dictado de la selección natural, inmejorablemente expresado en la Biblia: «¡Creced y multiplicaos, dominad toda la tierra!»

Para que esta causa y fin último de nuestra acción en el mundo pueda cumplirse, cada sexo tendrá que adoptar la estrategia más conveniente para su condición.

Ya lo dijo Robert Trivers con su teorí­a de la inversión parental: no es lo mismo pagar por la descendencia llevando un nene en la tripa 9 meses y soportando su peso en los brazos y dándole el pecho durante unos años que no pagar nada.

La inversión originaria de un hombre en su descendencia se reduce a un espermatozoide; la de la mujer es elevada en tiempo y esfuerzo e incluye partidas «visibles» y otras invisibles. Dicho en plata: en la reproducción el hombre busca la cantidad, la mujer la calidad.

A partir de esas condiciones iniciales tan desiguales se desarrollan las estrategias de los sexos. La lucha de ambos sexos por obtener la mayor descendencia al menor precio supone que las mujeres eligen cuidadosamente con quien yacer y los hombres apenas discriminan por otro criterio que no sea la fertilidad de la hembra, que ésta expresa inadvertidamente con marcadores externos como su juventud y su belleza.

Es importante para la mujer encontrar un hombre que transmita buenos genes a sus hijos, esto es, éxito social, así­ como que responda en la crianza de esta descendencia con trabajo y otros medios.

En este complicado mundo los medios se obtienen, fraudulenta o noblemente, con grandes esfuerzos fí­sicos y psicológicos.

Un hombre con recursos dispone de la energí­a precisa para adquirir medios de subsistencia, de las competencias sociales, de la fuerza, intrepidez, talento, inteligencia y astucia.

Quien demuestra capacidad de proteger a su mujer y a su descendencia en un mundo hostil, es el más deseable. No solo un hombre fiel sino también poderoso.

Por otro lado el hombre se conforma sexualmente casi con cualquier mujer siempre y cuando sea fértil y tenga los indicadores externos de ello.

En algunos casos puede disfrutar de una compañí­a femenina que no se adapte a los cánones de belleza y juventud, porque el coste de estas relaciones sigue siendo muy bajo.

Pero en la medida en que las mujeres van seleccionando los hombres más adecuados desde su punto de vista, estos deberán competir por los recursos y por ser, o aparentar ser, impecablemente fieles y nobles, dignos de confianza.

Los psicólogos evolutivos constatan a diario cómo los niños son más competitivos que las niñas, tanto en sus juegos como en su comportamiento general. Aunque aún no lo saben, están preparándose para obtener pareja en un futuro y resultar atractivos a las chicas por encima de las cuales pasan ahora sin fijarse siquiera.

Pero, ¿qué hay de la pregunta de por qué las mujeres no están nunca contentas con su pareja?

Creo que se trata de un mecanismo psicológico seleccionado para mantener alerta a sus hombres. Es como un despertador que suena en mitad de la noche, en el sueño de los laureles:

¡No te acomodes, sal al mundo a buscar el sustento, a luchar por la vida, a triunfar y ser el mejor!

De palabra dirán que te aceptan como eres, pero nunca estarás a la altura…

Así­ que, hombretones, ya sabéis: no hay que cejar en el empeño, ni descansar un segundo. La vida es una subida continua a las cimas inalcanzables del imposible. Debemos proyectarnos hasta el infinito y más allá y, aún así­…..pues eso, nuestra parienta no estará nunca contenta del todo.

Fuente: La nueva Ilustración Evolucionista

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